APRO/Rosa Santana
Descalzas y enfundadas en coloridos huipiles y fustanes de encaje, vestimenta típica de la región, 25 peloteras mayas peninsulares desafían las desigualdades sociales para conquistar su sueño: convertirse en un equipo profesional de softbol.
Ellas son las Diablillas Mestizas de Hondzonot, localidad de apenas 390 habitantes; se trata de un lugar olvidado en la selva quintanarroense en el municipio de Tulum. Desde esta diminuta aldea, el singular equipo de sofbolistas encendió una llama en favor de los derechos de las indígenas que ya se esparció en otras comunidades de la región.
Fanáticas del beisbol, el equipo celebrará este domingo 19 su cuarto aniversario estrenando su primer uniforme: un hipil blanco con enaguas de encaje, que en adelante llevará en sus finos bordados flores en un tono rojo sangre, el color característico de la novena de sus amores: los Diablos Rojos del México. Y es por eso que en honor a ese equipo de la Ciudad de México estas peloteras se hacen llamar Diablillas.
Pero el nombre del conjunto también tiene un significado propio. Fabiola May Chulim, fundadora y capitana de la novena maya, dice que el apelativo también les vino bien porque en su comunidad han sido satanizadas por dedicarse a jugar y “descuidar sus obligaciones domésticas”.
Exorcizando esa idea de que la pelota es sólo para los hombres, sentencia: “¡Las mujeres también tenemos derecho a distraernos, a relajarnos, a divertirnos, y los hombres tienen que apoyarnos!”.
Fabiola agrega que su irrupción en el deporte atrajo los reflectores de la opinión pública hacia ellas, y eso ayudó a mujeres de otras localidades a sumarse a la rebeldía softbolista, romper prejuicios y ponchar la raigambre misógina.
Orígenes
La historia de las Diablillas comenzó con el reto en un cuadrangular masculino de beisbol, organizado en octubre de 2018 en la vecina comunidad de Sacamucuy, donde, sin conocer las reglas del juego, las visitantes de Hondzonot aceptaron echarse un improvisado partido contra las lugareñas. Ahí nació su amor por el bat y la pelota.
Contra los prejuicios y burlas, días después ya habían formado en su comunidad dos grupos de peloteras, quienes inicialmente competían entre ellas mientras aprendían las reglas del juego.
Con esa tozudez obtuvieron los permisos de sus esposos y padres para salir a jugar, y luego ellos desmontaron el terreno que eligieron como campo de entrenamiento.
Con escasas opciones de esparcimiento en la depauperada Hondzonot, localidad mayaparlante donde sólo la mitad de los hogares posee televisión y a cuentagotas una débil señal de internet llega a la aldea, la idea de un equipo de softbol creció entre las mujeres locales.
Agricultoras, apicultoras, bordadoras y estudiantes comenzaron a jugar con lo que tuvieron a su alcance: cuando no había dinero para bates, improvisaban con palos de madera.
También probaron con diferentes pelotas que pudieron conseguir. La de futbeis, cuentan, dolía mucho cuando las golpeaba; por eso prefirieron las de tenis.
Sin apoyo para viajar
Pero ahora la situación es diferente para ellas; ya tienen bates de metal, guantes, caretas y pelotas adecuadas para su disciplina deportiva, todo eso donado por el equipo de su corazón.
“Gracias a ellos pudimos seguir practicando este deporte que nos encanta”, dice Fabiola May.
De la fusión de esos dos grupos de peloteras, encabezados por Fabiola May y Alicia Canul, surgió en diciembre de 2018 el equipo de las Diablillas Mestizas de Hondzonot, cuya inspiradora historia plasmada en numerosos reportajes ha dado la vuelta al mundo.
Incluso, en algunas historias ellas fueron colocadas como la imagen positiva del softbol mexicano, en un contexto en el que las jugadoras de la selección nacional fueron criticadas por su fracaso en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, frustrada aventura que el equipo coronó con un escándalo cuando se encontraron sus uniformes en la basura de las instalaciones olímpicas.
Semanas después, en septiembre último, sólo una de las seleccionadas, Stefanía Aradillas, viajó a Hondzonot para convivir con las Diablillas, con quienes habló de su técnica y jugó en su campo, descalza y uniformada con hipil y fustán.
El conjunto de las Diablillas Mestizas está integrado por 25 jugadoras: Fabiola May, capitana, bateadora y primera base, de 30 años; Alicia Canul Dzib, pitcher (30); Mirna Yazmín May Tuyub, paradora en corto (25); Lucila Tuz May, tercera base, (19); Luciana Uh Canché, comodín (33); Ángeles May Dzib, pitcher (26); Ana María May Canché, tercera base (24); Juana Ay Ay, jardín central (38); Alejandra Tuz May, cácher (16); Yaneli May Uh, cácher (16); Teresa Dzib Pech, jardinera derecha (37); Geimi May Dzib, jardinera izquierda (21); Marleny Canché Dzib, jardinera derecha (14); Jerónima May Uh, tercera base y paradora en corto (30); Alberta May Canché, segunda base (25); Adelaida May Canché, jardinera derecha (30), y la más reciente incorporación al terreno de juego es Ana Cristina Tuz May, de apenas nueve años.
“Hay otras niñas que se están sumando al equipo, pero todavía están aprendiendo”, dice la capitana del equipo. Comenta que la mitad de sus compañeras está casada y cinco de ellas son madres.
Dos veces por semana, martes y jueves, después de terminar sus faenas en el campo y atender su hogar, se reúnen para entrenar con la mira puesta en “¡ser un equipo profesional!”.