¿Qué tienen en común los ataques al CIDE, la Universidad Nacional Autónoma de México y otras universidades autónomas del país como la de Querétaro, Sonora y Baja California Sur, entre otras? Todo parece apuntar a una persecución del libre pensamiento. Al régimen le incomodan las críticas, los intelectuales y las corrientes distintas a su posición ideológica. Apuestan a tener el control de todo y si es desde adentro, mejor.
Las acciones de presión van desde los recortes presupuestales hasta la remoción de autoridades académicas. Pero en últimas fechas se han radicalizado al grado de intentar vulnerar la autonomía de algunas de estas instituciones. El mensaje es claro: por las buenas o por las malas. Ahí está el caso de los 31 científicos mexicanos (entre ellos ex funcionarios del Conacyt) acusados de delincuencia organizada por la FGR.
Lo cierto es que existe, desde el gobierno, una percepción que pone en riesgo la relación con la academia. Desde Palacio Nacional hay un discurso de choque por lo que se considera ha sido un sector académico y científico al servicio del neoliberalismo. Queda claro, por cierto, cuál es entonces la antípoda que pretende consolidar el gobierno de la 4T en México. El peligro en las aulas es latente y real.
En esta ecuación se inscribe una figura interesante: las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García, que representan la base del modelo educativo que persigue el actual gobierno. Y en este punto hay que ser claros: nadie se opone a la loable intención de ampliar y facilitar el acceso a la educación para millones de jóvenes que históricamente han sido marginados, pero de eso a la ideologización que ahí se promueve, hay un mundo.
La austeridad republicana que enarbola el gobierno y que estas universidades reflejan con fidelidad, pretende ser extendida al resto de la academia nacional. El recorte de Fideicomisos y de toda clase de recursos para investigación en el extranjero es un claro ejemplo. Sorprende que el presidente, emanado de las aulas de la UNAM, olvide lo importante que son estos recursos para elevar el nivel educativo y forjar profesionistas con alto grado de competitividad (nacional e internacional).
Sobre esto último vale la pena destacar que la educación media superior y superior en nuestro país, ha sido la principal vía de movilidad social para muchas generaciones y el punto de partida del pensamiento crítico de muchas etapas de la historia nacional. Como dice el analista y profesor del CIDE, Carlos Bravo Regidor, el estudiante juega un papel muy importante en la cultura política mexicana, porque es, ha sido y seguirá siendo, un agente de cambio.
La persecución del libre pensamiento se ha elevado a niveles preocupantes. El escenario más reciente se encuentra precisamente en el CIDE, cuya comunidad académica es víctima del acoso de las autoridades federales del más alto nivel. Por lo pronto, académicos de todo el mundo, ellos dos Premios Nobel (James Heckman y Jean-Marie Gustave Le Clézio), han externado su apoyo al reconocido think tank, cuyos estudiantes se mantienen en pie de lucha para defender su autonomía y libertad de pensamiento, al igual que lo hizo la comunidad de la UNAM en meses pasados.
Desde este espacio, un abrazo solidario para todos ellos.