Iniciativas de reformas en contra del especismo 3ª parte - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Como lo comenté en la entrega anterior, esta vez haré algunas observaciones a la propuesta de la senadora Rocío Adriana Abreu Antiñano y el senador Ricardo Monreal Ávila, quienes han presentado una iniciativa de proyecto de decreto por el que se expide la Ley General de bienestar animal, y se reforman y adicionan diversas disposiciones de la Ley Federal de sanidad animal, de la Ley General de vida silvestre, de la Ley Federal de protección a la propiedad industrial, de la ley de Aviación Civil, del Código Penal federal y del código nacional de procedimientos penales. Esta iniciativa tiene como objetivo principal hacer visible que las leyes deben modificarse para proteger el bienestar animal.

Esta iniciativa indica en su introducción que se presenta debido a que la defensa de los animales se ha vuelto viral recientemente. Una primera observación importante a este documento es que esta preocupación no es un asunto nuevo, pues ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad, muestra de ello es que importantes pensadores como Pitágoras, Platón, Aristóteles, Plutarco, Tomás de Aquino, Kant, Bentham y Mill entre otros, prestaron atención a él, pero sus reflexiones no calaron jurídica ni políticamente. Hacer referencia a ellos implica reconocer que esta preocupación no es nueva producto de una viralización, sino que sí se ha prestado atención a ella, de tal manera que algunos filósofos y filósofas contemporáneos (Singer, Regan, Nussbaum, Francione, Derrida) consideran que cualquier ética actual tiene que replantearse cómo incluir en el ámbito moral, legal y político la relación que los seres humanos establecemos con el resto de los animales no humanos y el lugar que ocupamos unos y otros en el mundo.

Desde el ámbito filosófico podemos encontrar dos tipos de posturas, las bienestaristas que sostienen que mientras se ofrezca un trato benevolente y de bienestar a los animales no humanos, se pueden utilizar para satisfacer necesidades humanas, ya sea de alimento, experimentación, compañía o trabajo, y esto incluye sacrificarlos, llegado el momento, bajo condiciones que  no les implique dolor ni sufrimiento. Por contraparte se tienen las posturas abolicionistas que sostienen que los animales no humanos deben dejar de ser utilizados por nuestra especie, respetar su derecho a la vida, a ser libres y vivir con base a sus expectativas naturales, es decir, no debería permitirse legalmente, bajo ninguna circunstancia, su cautiverio, comercialización, uso o explotación.

Señalado lo anterior, podemos juzgar hacia dónde se dirigen las iniciativas que se están proponiendo para la modificación de las leyes en nuestro país. Si éstas se revisan con cautela, podremos darnos cuenta que están inclinadas hacia el bienestarismo, lo que implica permitir el uso legal de los animales en beneficio de la especie humana en varios rubros como el de cautiverio, experimentación y explotación. Sin duda, el hecho de que se hagan visibles las condiciones en la que viven los animales y el uso inmoral que se hace de ellos es un paso adelante para favorecer su defensa, pero es sólo eso, una pequeña mejoría, pues, como se dice coloquialmente «aunque la jaula sea de oro, no deja de ser jaula».

Señalo esto porque, por experiencia propia, colaborando en la formulación del reglamento del uso de animales para investigación y docencia en la UAA, los investigadores y veterinarios participantes señalaban que la legislación a nivel mundial indicaba cómo deberían ser tratados los animales, el tipo de instalaciones en las que deberían tenerse, los tipos de alimentación, cómo transportarlos, etc.; pero el asunto de dejar de emplearlos en la investigación y en la docencia era  inconcebible, o sea, una postura abolicionista estaba fuera de la discusión.

Insisto, es bueno que exista un reconocimiento, por mínimo que sea, de que los animales que son usados para proporcionar un bien a nuestra especie, en el caso señalado de conocimiento o educativo-instructivo, se evalue e intente mejorarse; por ejemplo, antes no se ponía un límite al número de animales que se requerían para un experimento, ahora el investigador debe decir y justificar en su protocolo de investigación qué animales usará, para qué, dónde y cómo los tendrá y mantendra, cómo aliviará los padecimientos que se le generaran, además está obligado a aplicar la eutanasia llegado el momento. Este protocolo debe ser evaluado por sus pares académicos y por un comité de ética animal, quien es el que finalmente autoriza o no la investigación. Aun así la pregunta seguirá siendo ¿qué ganan esos animales para ellos al sacrificar sus vidas? Lamentablemente la respuesta es nada y esta misma se aplica en todos los casos en que los animales no humanos son utilizados.

Visibilizar esta situación obliga a todos nosotros a ser más empáticos con lo que ocurre a los animales, apoyar su defensa y dejar de verlos como ornamentos en vitrinas, jaulas, corrales y estanques; dejar de pensar que tenemos que sacrificar sus vidas para alimentar las nuestras; que ellos no tienen derecho a tener un hábitat que debe ser respetado; es más que no pueden ni deben tener derechos. En realidad eso no tendría que ocurrir, no deberían tener derechos porque estos son una invención humana, no es algo que podamos encontrar en la naturaleza, pues en ella no existe la ley de la selva, existen cadenas tróficas que responden a un orden natural de transferencia de energía alimenticia a través de una serie de organismos, en el que cada uno se alimenta del precedente y es alimento del siguiente, esto sin necesidad de jaulas.

Una propuesta de ley que abona al bienestarismo es positiva sin duda, como es el caso de la que presenta la senadora Abreu y el senador Monreal; pero el objetivo final y definitivo deberá ser una ley apoyada en el abolicionismo; abogar por una ley que prohiba el uso de animales definitivamente y con ello acabar con todo tipo de explotación y maltrato animal. Los primeros pasos se están dando ya, esperemos que pronto la totalidad de los animales con los que compartimos este mundo viva en completa libertad y sean respetados por cada miembro de nuestra especie, sin que se les obligue a ello, sino simplemente por amor a la vida misma representada en la naturaleza y en cada ser vivo que en ella habita. 

 



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