¡Precaución! Aviso del autor:
Texto no apto para perder el tiempo.
¿Qué hacer el último día del año?,¿qué hacer el último día?,¿qué hacer? Que se podría urdir si mañana no hubiera más, si se apagara la luz, si en lugar de comenzar, literalmente todo terminara ¿a dónde ir, que pensar, en que ocupar el tiempo? Si la finitud considerada tan lejana se nos presenta exactamente a las doce campanadas anunciando que el tiempo ha parado ¿Valdría la pena lo que hemos hecho, nuestras creencias, las ideologías, los dogmas, la vida que llevamos? Si tan solo este último día supiéramos que es el último ¿nos paralizaría o nos empujaría a los últimos soplos de vida? ¿Qué habría que hacer o desear haber hecho?
Tal vez releer Detectives Salvajes para partir intrigados o volver a 2666 de Roberto Bolaño para un final perfecto, llevar a la lavandería nuestros calzoncillos para estar presentables, ir con el bolero a dar grasa a nuestros sucios zapatos o escuchar La grasa de las capitales de Charly García, ver una película de Woody Allen para reír pensando que somos parte de uno de sus guiones, continuar con La Oveja Negra de Ismael Rodríguez, total ¿que sería el fin sino “un mendigo brinquito”? escuchar la trompeta de Miles Davis, la voz de Camarón de la Isla con “el sueño va sobre el tiempo, flotando como un velero” o Construção de Chico Buarque, enviar una breve carta tecleada en una vieja Olivetti a un remitente desconocido, gritar a pulmón abierto un gusto inconfesable, susurrar en secreto palabras de amor o palabras de odio, abrir la jaula a los pájaros y las puertas y las ventanas de nuestra casa ¿Qué hacer? Las decisiones y sobre todo las indecisiones nos han traído hasta este momento, cada día elegimos sutiles pequeñeces que profundizan nuestras vidas, elecciones azarosas e inconexas que amalgaman lo que somos (o al menos lo que creemos ser) nos forjamos día con día en base a nuestros gustos y desagrados ¿serán verdaderamente nuestros? o “somos lo que han hecho de nosotros” como desmoronó Jean Paul Sartre ¿qué haríamos? ¡No me jodas! leer filosofía existencialista justo el último día a sabiendas que no hay mañana y que sin esa posibilidad la acción se reduce al instante presente, habría que reinventarme ahora, justo ahora, ya sin la posibilidad del futuro como postergación ilusoria de transformación, habría que hacerlo ¡ya!.
Podríamos sentarnos desconsoladamente a mirar el Guernica o lujuriosamente Las Señoritas de Avignon, pasear por los canales de Xochimilco entre flores y ajolotes, caminar por las calles nevadas de Manhattan y tomar un cortado en Central Park, fumar un porro en el Barrio rojo de Ámsterdam mientras una hermosa pelirroja nos guiñe el ojo, sentir el sol abrasante en el desierto del Sahara o la frescura de los Alpes, escalar una montaña sagrada mascando coca, comer una fugazzeta en Nápoles mirando el Vesubio en un bar donde estuvo Maradona, recorrer el Nilo en una barcaza de mimbre rodeando el desierto de Nubia, adentrarse al Amazonas y cantar con la última tribu perdida, beber vodka en Moscú con las Pussy Riot escuchando a Joaquín Sabina, gritar un gol de Messi en París acompañado de Michel Houellebecq, ponerse a bailar charlestón con Joaquín Pardavé y Tin-Tan en El Hombre Inquieto, admirar las fotografías de Juan Rulfo y Manuel Álvarez Bravo con La buena fama durmiendo, leer Caín de José Saramago para recordar “qué diablo de dios es éste que, para enaltecer a Abel, desprecia a Caín” ¿qué hacer? Asistir a una misa o un burlesque, meditar en un templo Budista en mitad de la vegetación de Sri Lanka o bailar electrónica en un hoyo underground de la zona marginal de Berlín, sentarse en Plaza de Mayo a tirarles pan a las palomas ¿ir en tren o en avión? comer una última cena o hacer ayuno intermitente, cumplir con la abstinencia solo por hoy o beber hasta la última botella de Cabernet Sauvignon ¿qué hacer? Ir al banco, sacar todo el dinero y tirarlo por las calles en donde baja solo el corazón sin un beso que llevarse a la boca, el valor de hoy no tiene precio mañana. ¿Con quién pasar este último día? ¿Con quién y para qué? que decirles, cómo consolarles de que también para ellos se ha terminado ¿querrían a su vez estar con nosotros? posiblemente nuestros deseos y los suyos no sean compatibles, tal vez cada quien perseguiría su propio anhelo, sus propias fantasías, su propia compañía.
¿Habría tiempo este último día para vislumbrar algo de lo que no somos, habrá unos segundos en los que quisimos ser otros o en los que sonriendo podamos sentir que si fuera el último instante somos lo que quisimos ser? ¿Alguna vez estaremos satisfechos? Este último día sería definitorio, las máscaras afuera y las verdades relucientes ¿quién podría sostener la parodia? ¿las apariencias hasta el final? El último día sería un llamado a la autenticidad, a la búsqueda definitiva, a la experiencia impostergable, al amor incondicional, al deseo irracional, a la plenitud de la conciencia, a la locura del ahora, al día que no tiene mañana, a la coherencia de nuestros sueños mas internos o mas superficiales. “El tiempo se acelera y todo se vuelve pasado cuando aún creemos que vivimos en el filoso presente”, escribió el gran filósofo José Pablo Feinmann, quien reflexionaba “El tiempo ya no es lo temporal, ya no lo entendemos ni lo vivimos como acontecimiento histórico. Sólo es instantaneidad, un vértigo que anula el pensar, un zapping que despierta emociones y las anula enseguida pasando a otro tema, a otra cuestión, a otro lugar del mundo”. ¡Bienvenido año nuevo, bienvenido mañana!.