- “No hay peor discapacidad que la que se crea uno en la mente”
- Llama al gobierno y a los empresarios a que volteen a ver a las personas con discapacidad
Juan Galván Delgado es un hombre que supo superar la pérdida de la visión, y a pesar de que le costó varios años de sufrimiento el encontrarse en una situación totalmente distinta y complicada, pues junto con la discapacidad perdió su trabajo y las ganas de vivir; un día le ofrecieron pagarle por limpiar unas monturas para caballos, con el objetivo de que, tal vez al mantenerse ocupado y ganarse unos pesos, se esfumara por una horas la depresión que sentía: es así como empezó su nuevo oficio: el de caballerango.
“Yo empecé limpiando monturas nada más, pero les decía que era poco trabajo para todo el día; entonces yo escuchaba que los trabajadores se metían a las caballerizas y sonaba un bote, y al preguntar le dijeron que estaban pasojeando, juntando la paja con las manos para que comiera el caballo; comencé a ayudarles a pasojear. Luego detenía los caballos para que los cepillarán, de repente cuando no había nadie y querían un caballo ensillado, empecé a animarme a hacer ese trabajo. Lo que batallé mucho fue a ponerle el freno en el hocico a los caballos”, explica Don Juan, al recordar cómo fueron los primeros días de esta labor que ahora realiza desde hace cinco años.
Don Juan nos confesó que ahora también sale a montar con su joven compañero de trabajo, lo puede seguir al escuchar el trote del caballo sin problema, algo que le da mucha satisfacción pues siempre fue hombre de campo.
“Yo creo que no hay peor discapacidad que la que se crea uno en la mente, si dice uno no puedo nunca va a poder, la palabra es ‘lo voy a intentar’, las limitaciones uno mismo se las pone”, externó el caballerango, quien encontró en la atención a los caballos su terapia para estar bien, aunque no fue fácil. Después de cumplir nueve años de haber perdido la visión, cuatro los dedicó a ir de institución en institución solicitando un trabajo o algún apoyo, lo cual lo llevó a la desesperación, ya que de ser una persona muy activa, pues se desempeñaba en el ramo de la construcción como contratista, ahora se veía obligado a quedarse en casa. Reconoce que esta situación por poco lo lleva al suicidio.
Comenzó a acudir a un grupo de personas que tenían diferentes discapacidades, ahí conoció a varias en situaciones más difíciles que la de él, lo cual le ayudó a comenzar a salir adelante, reconoce.
Luego de que le dieron la oportunidad de trabajar y aprender otro oficio gracias al cual lo acercó a los caballos, que dice son terapéuticos, explicó que los identifica perfectamente por el largo de su pelo y el tamaño o alguna cicatriz que tengan, “en el relincho no, porque casi todos relinchan igual”, aclaró.
-Don Juan, si tuviera la oportunidad de hablar con alguna autoridad que pudiera hacer cambios para las personas con discapacidad, ¿qué les diría?
-Le diría que volteen a ver a las personas con alguna discapacidad, que el hecho que nos falte un brazo, una pierna, la visión o el oído no nos hace menos que los demás, porque hay muchos trabajos que podemos desempeñar, muchas actividades. Yo siento que un trabajador con discapacidad no va a poner pretextos para no hacer su labor, porque necesitamos sobresalir, pero nos falta cultura tanto al gobierno como a los empresarios, que volteen a vernos; somos muy productivos porque se nos agudizan otros sentidos, además de nuestro cerebro que se acostumbra a buscar siempre soluciones a los problemas y retos.
Dijo molestarle mucho la imagen de las personas invidentes paradas en una esquina pidiendo dinero, algo que en la Asociación de Invidentes de Aguascalientes, a la que pertenece, luchan contra eso, y hacen proyectos para que las personas sean productivas y generen un ingreso y aseguró que cada día aumenta la población con alguna discapacidad, al ser una situación a la que cualquiera está en riesgo.