La percepción sobre el desempeño de la clase política ha sufrido tal desgaste entre la sociedad, que ya son muy pocos quienes se atreven a contender por un cargo público presentándose como “políticos”, antes que eso, los aspirantes prefieren colocarse cualquier otra etiqueta, una que no les pese tanto, que genere empatía y los aleje de las críticas, como si con un simple sobrenombre se cubriera satisfactoriamente los requerimientos para realizar una tarea.
Que ahora ya nadie se presente como político profesional ha tenido consecuencias severas en el servicio público, si hace algunos años se hizo evidente la necesidad de un servicio público de carrera, hoy los gobiernos ya no atienden esos programas porque está mal vista la necesidad de capacitar y reconocer a quienes ejercen con dedicación sus labores en la administración pública; no solo eso, ahora lo que tenemos son candidatos que como oferta principal, antes que un programa, ofrecen la promesa de ser distintos porque no cuentan con experiencia en la política. Miles de candidatos promocionan su ignorancia como si su desconocimiento asegurara que no son corruptos o que, una vez en el cargo, trabajaran de manera honesta, como si ser “ciudadano” te eximiera de todas las malas conductas.
Si presentarse como ciudadano antes que como político no fuera una tontería, en tiempos de la corrección política y la tergiversación de las acciones afirmativas, quienes aspiran a un cargo público antes que establecer la corriente ideológica que los impulsa, presumen los movimientos con los que simpatizan, no les basta con formar parte de la comunidad, ahora entran al baile disfrazados de activistas, son candidatos defensores de los derechos humanos, ecologistas, feministas, animalistas, de la diversidad sexual, veganos, indigenistas… y cualquier cosa que otorgue lustre a sus intenciones.
En un sistema de partidos como el mexicano, donde el acceso al poder está vinculado a postularse a través de una organización política, las fracturas y debilidades de esa práctica se incrementan cuando los aspirantes llegan disfrazados de la causa de moda y, así, desnaturalizan el objeto de la acción política; para actuar con perspectiva de género en cualquier campo, no se requiere una credencial que establezca ser feminista, para defender los derechos de la diversidad sexual no se necesita salir del clóset y declarar tu homosexualidad, para promover políticas públicas que aseguren que la ignorancia de la mayoría no someta a la desigualdad a las minorías, de cualquier tipo, lo que se requiere es hacer política, no declaraciones ni ondear banderas.
Todos esos aspirantes que alardean sobre su apego a una causa, hipócritas, lo que hacen es asistir a la mascarada con el atuendo adecuado para el entretenimiento cortesano, no para presentarse ante la ciudadanía.
Coda. Con toda mi solidaridad con Francisco M. Aguirre. La vileza y deshonestidad intelectual empleada para descalificar la tarea y compromiso honestos de alguien, al final, caracteriza de cuerpo entero a los oportunistas. Que los perros ladren no es señal de avance, eso es lo único que saben hacer esos animales, ladrar.
@aldan