Cambio climático, deforestación, contaminación del agua, sobreexplotación de recursos naturales, gases de efecto invernadero, extinción de la biodiversidad, sequía, degradación del suelo, agroquímicos, son algunos de los temas contemporáneos más urgentes transversales a cualquier actividad de nuestra especie, sin embargo lo que verdaderamente está detrás de toda la problemática abordada en infinidad de textos, congresos y cumbres es el sistema económico actual, su sostenimiento y peor aún su promoción como motor aspiracional de “felicidad y éxito”.
La pasada Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático vino a mostrar lo que muchos teóricos, científicos, ambientalistas y defensores de la Tierra cuestionan desde hace décadas; los acuerdos alcanzados no alcanzan, son lentos, son burocráticos, la mayoría de ellos son casi irrealizables o ficticios, firmados con toda solemnidad por los países hegemónicos que son los más contaminantes del planeta, con las sociedades de mayor consumo en energía, recursos y con la mayor producción de desechos, China, Estados Unidos, India, Rusia, Alemania, Japón, Canadá, Inglaterra, son los que más contribuyen a la enorme problemática con sus industrias y su sistema de producción en pro de mantener el ritmo de sus economías. Solo un ejemplo, pero tal vez el más contundente; en relación con la emisión de gases de efecto invernadero en estimaciones del grupo de analistas Rhodium Group, China es el principal emisor con 27% de todos los gases de efecto invernadero expulsados por la actividad del ser humano, continúan Estados Unidos (11%), India (6,6%) y la Unión Europea (6,4%), pero si se mira a las emisiones acumuladas los Estados Unidos siguen siendo la sociedad que más ha contribuido históricamente al calentamiento global. Es innegable que estos países tienen una responsabilidad sobre el tema, una deuda ecológica, ya que ni siquiera gran parte de la contaminación y explotación de recursos se da en sus territorios sino que se ejerce sobre los países periféricos –en su inmensa mayoría los más pobres- extrayendo sus recursos naturales, trasladando sus industrias manufactureras y sobornando gobiernos y organizaciones dejando caos y destrucción, es lógico que no se puede exigir la misma responsabilidad y compromiso a un país africano que a Inglaterra, es lógico que no se pueden deslindar pasados coloniales de dominación y explotación, es lógico que no pueden surgir acuerdos de equilibrio entre desiguales más aún cuando mecanismos de deuda externa asfixian a la mayoría de las naciones, primero el Club de París que el Acuerdo de París ¿es prudente hablar de la responsabilidad de “todos” en estos temas? ¿Es sensato repartir igualitariamente culpas sin contexto previo y actual? ¿las potencias desacelerarán su competencia económica?
Poner el dedo en la llaga en estos temas no es nuevo, es un debate de décadas donde pueblos indígenas, campesinos, pescadores, ambientalistas, académicos, luchadores sociales, líderes comunitarios, intelectuales, sociedades en cada país han cuestionado duramente los sistemas productivos que promueven la sobreexplotación, el consumo irracional y superfluo, la voracidad de la tenencia, el materialismo como fetiche de estatus y la normalización del despojo, el frenesí de acumulación, el cambio del ser por el tener, el modelo occidental de una sociedad hambrienta de comodidades hasta su más mínima expresión ¿qué es un popote plástico sino el triunfo de la irracionalidad capitalista? En ese simple objeto de plástico se muestra el grado de estupidez alcanzado, la confusión entre comodidad y bienestar, por que si algo exporto y aun sigue exportando el modelo cultural, económico y productivo norteamericano es el consumo irracional como único fin del ser humano, digno heredero del pensamiento industrial inglés y eurocentrista, ahora China con su obsesión por replicar todo lo que aparece en el mundo lo está haciendo como solo ellos han aprendido; masivo, meticuloso, mejor, a lo grande. Es así que lo que estos países consumen, los recursos que sobreexplotan en otros territorios para después transformarlo y venderlo de vuelta mantiene el motor del sistema capitalista que ellos controlan, el círculo se cierra perfecto ¿abrirán ese círculo para el bienestar global? ¿Los organismos internacionales tienen la capacidad de persuasión para lograrlo?
Las señales con respecto al actuar de estos países no son alentadoras, cabe mirar lo que ha pasado en los últimos años cuando la pandemia de covid-19 paralizó al mundo; el acaparamiento de vacunas, la poca ayuda internacional a países pobres, la censura a vacunas por su país de origen, etc. Si esto pasa cuando la humanidad está en el ahora de un punto crítico de muerte, imaginemos cuando aún el futuro no ha llegado y entonces ahí ya veremos, preferirán salvar los bancos antes que los árboles. Mientras las grandes potencias, sus gobiernos, sus industrias, sus empresas transnacionales y la gran mayoría de sus sociedades sigan defendiendo con vehemencia sus intereses basados en un capitalismo voraz, explotador, auspiciado por el dominio bélico y económico (prontamente también sanitario y digital) resultará difícil ser optimista. El cambio climático debe ser cambio de estructura en una revolución de las conciencias, lo alentador son los millones de seres humanos que están en pie de lucha con ideas y alternativas creativas colándose en las grietas que ya asoma este modelo económico que terminará por desmoronarse, sin dudas. Hay cosas irremediables en nuestro planeta y en su daño irreversible, todos los días desaparece una especie, un sistema, un hábitat que evolucionó por millones de años, pero también a su vez en millones de seres humanos todos los días aparecen nuevas utopías para no desaparecer como especie.