Son muchas las estancias construidas en este libro por Carmen Nozal. No me refiero al tiempo y espacio en que están ubicados los libros que componen esta Poesía reunida 1991-2021, sino a las estancias que cada uno de los poemas, desde el primero hasta el último, nos hace habitar la poeta, al acercarnos a distintas escisiones entre el ser humano y la realidad de los objetos, para darles otra fuerza, otra iluminación, otra oscuridad. El ser humano y la realidad de la existencia en toda su intensidad, con sus tragedias y alegrías, con el estupor de encontrarse en el temprano universo. Escisiones y encuentros con el lenguaje poético que Carmen asume de manera lúdica, a veces con furia, en el momento de escribir. Todo esto reflejado en esta construcción verbal, para nuestro entusiasmo.
Este tiempo y espacio verbal que a veces explota, o se contrae por la indignación, está hecho de distintos ritmos y acentos, acentuando la necesidad, imperiosa, de resistir y permanecer, aunque sea un instante, en nuestro propio tiempo y espacio verbal; que es nuestra lectura y emoción. Así siento que ha sido construido este libro, estos libros, después de interrupciones y avances, en la escritura y en el vivir, en el aliento de la tradición poética y en el rompimiento de esa tradición; todo manifestado en los cambios rítmicos y metafóricos, en los desnudamientos carnales y en la vestidura de los sentimientos vitales; de esperanza o amorosos; de engaños y desengaños, dudas, atropellos, encuentros con lo indecible; reflejo todo de la escisión del ser humano consigo mismo, con otros seres incomprensibles, que se manifiestan de distinta manera, muy reales, comprensibles. Ésas son las estancias de esta poesía, el encuentro de distintas voces, situaciones, en la que nosotros, como lectores, debemos participar con nuestras distintas voces y sentimientos íntimos.
Síntesis verbal o torrencial palabra, es lo más frecuente en estas estancias, que han sido construidas con distintos materiales, experiencias, con la voz del amor y de la muerte, de la pasión y de la rebeldía; con el peso de la historia, las guerras, la destrucción del medio ambiente; con el júbilo al encontrar o reencontrar las vivencias de la niñez; con la ansiedad de cobijarse en lo más entrañable del Amado, quizá como otra rebeldía de los sentidos, una más en esta escritura:
Amor, cómo llamarte, si en medio de las llamas te presiento
y me vuelvo el polvo del camino entre las aguas partidas como naranjas.
Estas estancias frágiles o duras como madera de nogal, a través de los años, han adquirido simetría y orden. No el orden sujeto a medidas convencionales, sino al orden trastocado de la poesía, de esta poesía de Carmen, que no es el reflejo del existir, único, el impuesto, sino que es la voluntad de la poeta, trabajada en la constante búsqueda de crear una realidad más intensa. Para dar otro sentido a los objetos y al existir. Así lo he percibido al leer y volver a leer esta arquitectura verbal. Así he sentido que Carmen, a través de tantos años, ha construido esta poesía con mucha pasión y conocimiento, aprendiendo y desaprendiendo día tras día. Sabe que no hay reposo en la escritura. Sabe también cuando hay que detenerse. Para pulir los instrumentos de trabajo. Para respirar.
Desde la publicación de su primer libro, han transcurrido treinta años de esta escritura. Cada poema, en ese transcurrir de tiempo, ha sido para romper ese tiempo de calendario. Más bien, veo esos años como el movimiento y la mutación del lenguaje de Carmen Nozal; treinta años de respiración, de entereza poética. Como cuando nos dice:
Un árbol
es un hombre
en movimiento
y el canto
el movimiento
de un árbol
O:
En el reino del vacío
los límites no tienen forma
No tienen rostro las cosas
que dicen estar allí
Dije tiempo, espacio. Dije escisiones. Y agrego: liberación de emociones y visiones para encontrar nuevas voces, desprendidas de las viejas voces que suenan en todas las estancias del libro. En la búsqueda y en la perseverancia de Carmen Nozal, está la poesía anhelada. Búsqueda de siempre, y siempre el comienzo, la significación, el arrebato, la materialidad del poema, su crecimiento. Como el de la piedra que podemos advertir en tantos poemas de este libro. Y más fuerte, como revelación, en las últimas páginas:
Quería la piedra salir de su dureza, ser
quería las alas de un ave,
un espíritu en su mineral silencio,
piernas para correr sobre la primavera,
lengua para que los nombres pudieran acostarse,
una respuesta lanzada sin quebrar los versos.
Piedra como ese Dios, que Carmen lanza al vacío, y lo hace rodar:
Más allá de la distancia existe y corre por mi pensamiento y camina a mi lado y es permanente y es eterna y canta.