Hace un par de años una institución para la que laboraba fue de las pioneras en implementar el uso de IPad en clase, bajo un sistema. El boom de la innovación nos hizo replantearnos el uso de estos instrumentos en nuestro campo laboral y personal. Cuando se trabaja en ese tipo de “sistemas educativos” las instituciones dotan a cada maestro con una de ellas para que pueda impartir clase.
Ya entrados en su uso y aún un poco deslumbrados una compañera comentó que en navidad le regalaría una a su hija, de inmediato le pregunté el porqué, no tenía caso era muy pequeña, la tableta muy cara y en esa fecha y ahora no creo que sean óptimas para el desarrollo en los niños por una y mil cosas. Cuando le expuse mis puntos de vista se molestó conmigo y argumentó que de todas maneras la adquiriría, pero después de haber visto el documental El dilema de las redes sociales, me doy cuenta que bien vale la pena el esperar antes de darle a un adolescente o un niño un teléfono o una tableta.
Imagine usted que una productora (quien santa, santa, tampoco es) decidió reunir a ex directores ejecutivos (CEO), creadores de redes sociales y aplicaciones para hablar sobre el cómo ven, años después, el uso de las redes sociales.
Contrariamente a lo que puede usted imaginarse estos exdirectivos y creadores están arrepentidos de las decisiones que tomaron para posicionar las marcas que representaban pues los daños colaterales en los usuarios son considerablemente adictivos.
Todos estamos conscientes que en un santiamén se van veinte minutos de nuestro día, en diferentes momentos, revisando alguna de nuestras redes sociales, Facebook, Instagram, YouTube y WhatsApp, aunque también consumimos otras plataformas. No podemos dejar a un lado la nueva sensación, claro me refiero a Tic Toc.
Aunque algo dentro de nosotros nos dice que el consumir tanto redes sociales no está bien aún así lo hacemos y no evitamos que esto afecte a nuestros hijos.
Muchas veces las comidas se hacen casi en solitario pues varios miembros de la familia están conversando con amigos vía WhatsApp, Messenger o bien, solo navegan en una plataforma sin que estén en espíritu presentes en la mesa pues su pensamiento está en la red social.
Lo mismo sucede en el cine, cuando vemos una serie o película en casa o intentamos tener otra actividad, no es posible el “estar” como lo estábamos antes del consumo de redes sociales.
De manera teatralizada el documental nos muestra el cómo captan todos nuestros sentidos para que no podamos despejar los ojos y la atención de las redes que consumimos, emplean el neuromarketing para tenernos cautivos y atentos a las respuestas de los demás sobre nuestro contenido y ahí, ahí es donde está el problema.
Estamos cautivos porque la retroalimentación que tenemos de los otros se convierte en una recompensa, por lo que nuestro cerebro está a la expectativa de más y más.
Pero, así como hay refuerzos positivos, los hay negativos y estos afectan directamente a los usuarios, por lo que se produce un estrés y depresión pues no hay estímulo positivo hacia nosotros.
El querer alagar o caer bien a los demás nos hace caer más en las redes, se vuelve un ciclo del que es difícil salir y produce lo que hemos visto en nuestros conocidos, aislamiento presente con falta de control y dependencia a las redes, de ahí que en el documental recomiendan dar un dispositivo a un adolescente hasta llegar al bachillerato, no antes.
La primera pregunta a responder es ¿qué hace malas a las redes sociales? Quizá somos nosotros que no podemos tener control sobre su uso y de alguna manera necesitamos, lo reconozcamos o no, tener ese extra de recompensa inmediata que nos sube la autoestima y nos hace sentir bien, aunque también tiene algo de voyerismo, por aquello de observar lo que hacen los demás.
Las redes sociales detonaron gracias a que el producto somos nosotros y nos usan cada vez que abrimos una de estas por lo que es un negocio fructífero y en constante crecimiento.
Parecería que gracias a los algoritmos nos conocen más que nosotros mismos, sin embargo, lo que podemos asegurar es que de poco a poco modifican nuestro comportamiento y gustos, es una masificación de la conducta que si logra hacer estragos en nosotros imagine lo que hace en nuestros pequeños y jóvenes.
Las redes sociales no son el problema si no lo que nosotros como usuarios hacemos de ellas. Una amiga, muy adicta a lucirse en Facebook sobre exagera sus anécdotas cuando las cuenta en su muro y creó un perfil de mujer maravilla en la red por lo que es admirada y seguida, algunos que la vemos desde la tierra observamos el cómo cada vez es más agresiva y, hasta cierto punto, mentirosa en sus comentarios a sus 45 años, pero cuando sale algo como este documental siempre dice que quiere cerrar su cuenta pues en ese momento puede reconocer el cómo la afecta pero son solo palabras y continua sin que le importe que Facebook le notificó que una nota subida de tono otra vez y su cuenta estará bloqueada por un mes.
En mayor o menor escala todos somos adictos a las redes sociales y, lo reconozcamos o no, decimos que lo podemos dejar cuando queramos así que, el documental vale la pena verlo y no dejarlo pasar de largo en nuestras vidas si reconocemos, que la masificación de la comunicación en las redes tiene repercusiones en nuestras vidas y nuestros seres queridos.
Laus Deo
@paulanajber