“Cuidar de los ancianos es quizás la mayor responsabilidad que tenemos. Aquellos que han caminado antes que nosotros han dado mucho e hicieron posible la vida que todos disfrutamos”
John Hoeven
(senador por Dakota, EEUU)
Últimamente me ha tocado ver de primera mano el maltrato que sufren los ancianos a la vista de todos, durante el proceso para otorgarles un apoyo.
La 1ª vez fue en el período de vacunación covid, en ese entonces se podían ver largas filas de viejos que, bajo el sol, esperaban su turno. Algunos se mantenían temblorosamente sobre un bastón o una andadera, encorvados, muy mayores y con signos de enfermedad y esa situación a nadie parecía importarle, nadie los sacaba de la fila y los atendía en primer lugar. Es cierto que cerca de la sede ya había sillas y sombra.
Por otro lado, el mecanismo que implementaban para guardar el orden era terriblemente molesto para los que tenían 80 años o más y en especial a los que tenían alguna discapacidad, ya que tenían que estar permanentemente sentándose y levantándose en diferentes sillas cada vez que iba avanzando la fila.
Por si eso no fuera suficiente, los jóvenes que cuidaban dicho orden y que daban instrucciones, también tenían la encomienda de entretenerlos y hacerles más fácil la espera y, aunque hacían su mejor esfuerzo, no se daban cuenta de que, con su conducta y forma de hablar, los trataban como niños sin uso de razón. “Ándele! ¡Levántense! ¡No me sean traviesitos! ¡Ya los vi!”, algunos ancianos reían y otros se sentían incómodos con las palabras condescendientes de los jóvenes que no percibían que en esos cuerpos viejos había una persona que sí tiene uso de razón y a la que le gustaría ser tratado con respeto y como adultos. Sé que estos jóvenes no lo hacían con mala intención, pero sería bueno capacitarlos un poquito más.
Afortunadamente, una vez dentro del recinto, ya separaban a los ancianos más viejecitos y enfermos y los atendían en primer lugar. Eso estuvo muy bien, lástima que no lo hicieran antes.
La 2ª vez fue durante la recepción de documentos para el “Programa de Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores” Aquí de nuevo tenían a los ancianos de pie y bajo el sol durante largos períodos de tiempo, sin apoyar a los más viejecitos y una vez en el recinto bajo la sombra y con sillas el mecanismo era el mismo que en la vacunación, levantarse, avanzar e ir sentándose en diferentes sillas y tampoco le daban prioridad a los que estaban peor.
Lo bueno de esta situación es que nadie los trató como niños, al contrario, me tocó ver cómo una de las que atendía acosaba con agresividad a una anciana condicionándole el apoyo a que no tuviera otra pensión. La mujer le juraba angustiada que no recibía ninguna. Al final, y como haciéndole un favor, le aceptó los papeles. Es obvio que esta señorita desconocía que no debía condicionarla ni de esta forma, ya que tiene derecho a ese apoyo y también necesitaba aprender a tratar con respeto a los ancianos.
La 3ª fue la más triste y dramática de todas. Esta vez fue en la sede de Ccapama en Aguascalientes. Ahí tienen dos oficinas que no están conectados entre sí. En un cobran y dan constancias de “no adeudo” y en la otra se realiza el trámite para tener la tarjeta para el descuento del 50% en el pago del agua a los de la tercera edad.
En ambos casos, tienen a los ancianos al sol y de pie por largos períodos (para que no se aglomeren dentro por el covid) y, después de esperar un largo rato, al llegar a la ventanilla la señorita de turno les dicen sin piedad que deben ir a la otra oficina porque les falta el papel de “no adeudo”. Los ancianos salen resignados y esperan a las puertas de la otra oficina de pie y bajo el sol. Cuando ya lo tienen de nuevo a esperar para entrar en la oficina donde llegaron primero.
Me tocó ver viejecitos muy mayores a los que les costaba caminar y que se mantenían de pie con mucha dificultad, inclusive uno de ellos parecía no ver bien y tropezaba con todo. Eso no les importaba, nadie los ayudaba a revisar sus papeles para orientarlos, nadie les facilitaba los trámites y nadie les tenía la más mínima consideración.
No puedo creer que, en pleno siglo XXI, con toda la tecnología a nuestro alcance, las señoritas encargadas de dar las credenciales para el descuento, no tengan manera de consultar en el sistema si tienen o no adeudo a los clientes. Tampoco puedo creer que Ccapama no pueda habilitar este servicio en las diferentes oficinas de Veolia, para facilitarle a los ancianos el trámite.
Se anuncia este descuento como un apoyo a la 3ª edad, pero el proceso lo convierten en un evidente maltrato a los ancianos que se ven en la necesidad de aguantarlo con tal de obtener dicho descuento. Es un martirio que desalienta a muchos y tal vez por eso lo ponen tan difícil. Ccapama debería avergonzarse, junto con todos los que han permitido estas humillaciones por tanto tiempo.
Coincido con el Papa Francisco cuando dice: “Donde no se honra a los ancianos, no hay futuro para los jóvenes”.