El próximo miércoles la administración lopezobradorista, habrá superado los primeros tres años formales de su gobierno. Es inevitable que por todas partes se inicie una revisión de los datos significativos de lo que han representado para México y para los mexicanos las acciones, las omisiones y las decisiones del presidente López Obrador. ¿Cómo recibió el país y cómo está ahora, a sólo tres años de los efectos de la cuarta transformación? Veamos.
Durante las administraciones previas a la llegada de AMLO y su 4T al gobierno federal, la economía nacional crecía a un ritmo anual promedio de un 2.5%, cifra que en voz del entonces opositor López Obrador resultaba ridícula, vergonzante, para la potencia en ciernes que representaba la economía emergente mexicana. Él, en el gobierno, ofrecía crecer a un ritmo de al menos 6% anual. Pero la terca realidad y sus datos ha sido un tanto brusca con el presidente. En 2019, al año de haber llegado a Palacio Nacional, la economía tuvo el descaro de decrecer un -0.1%, el primer retroceso en una década. Sólo doce meses después y por efectos de una pandemia que abrazó al mundo entero, amén de una estrategia sanitaria claramente fallida, y la ausencia de una política pública orientada a apoyar a los sectores productivos y a las familias mexicanas, la economía se derrumbó un -8.5% según el INEGI. Finalmente, en las postrimerías de este 2021, con datos del mismo instituto, el pronóstico de crecimiento económico no será el anunciado por el presidente del 6%; Macario Schettino, columnista de El Financiero, considera que sólo llegará al 5.6%, en términos optimistas. Esta situación, entre otros factores, como el excesivo proteccionismo a PEMEX y a la CFE (léase la contrarreforma energética) ahuyentaron la inversión.
En otra vertiente que la 4T ofreció a la agraviada ciudadanía de aquél 2018, fue su oferta de combatir la escandalosa corrupción que caracterizó el gobierno priista de Peña Nieto. Con su llegada a la titularidad del Ejecutivo federal, afirmaba López Obrador, prácticamente se extinguirían las prácticas corruptas en el gobierno federal y los demás ámbitos del poder, toda vez que, decía, sí el presidente es honesto, todos los demás servidores públicos serían honestos. La intención era buena, la estrategia, mala. La lucha contra la corrupción de la 4T durante estos tres años ha ido dando tumbos y, prácticamente, nulos resultados. En principio este gobierno partió de la premisa de que toda la estructura del gobierno federal era, por definición, corrupta, dispendiosa y excesivamente cara por su vena burocrática derivada de su origen neoliberal. Así que, lo primero fue decretar una austeridad republicana, con recortes a los recursos presupuestados a cada una de las entidades y programas federales, eliminando de tajo, la intermediación para la entrega de los apoyos a las personas y comunidades. Así, desaparecieron programas como las estancias infantiles, los comedores comunitarios, los apoyos a las mujeres que sufrían violencia familiar, al campo, a los programas de protección del medio ambiente. En esta misma lógica, suspendió la adquisición de materiales y equipo médico, y de medicamentos para el sector salud, destacándose de entre ello, la de los medicamentos para niños y mujeres con cáncer, con el argumento de la presunta colusión entre las grandes farmacéuticas, sus distribuidores y los funcionarios encargados de adquirirlas.
El recorte presupuestal decretado por el gobierno de López Obrador ahogó a las dependencias federales, prácticamente las paralizó. Hubo economías, sí, se cumplía cabalmente con los propósitos del gobierno, no. Paralelamente AMLO anunció con pompa y platillo la realización de al menos tres grandes obras de infraestructura orientadas a fortalecer la situación de la región centro y sur del país, a saber: el aeropuerto Felipe Ángeles, en sustitución del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, cancelado por designio del jefe del Ejecutivo; la construcción de la refinería de Dos Bocas en Tabasco; y, el Tren Maya, faraónica obra ferroviaria en la península de Yucatán. Qué tanto podemos abundar en estos tres proyectos cuatroteros. El primero nos dejó a un lado de la modernización del transporte aéreo quizá una década, además de una deuda que ronda los 300 mmdp. La refinería nos coloca a la zaga de la transformación energética global, y de ninguna manera resolverá el problema del abastecimiento de los combustibles que requiere el país. Y el último, aparte de atentar contra el medio ambiente, rompiendo el equilibrio natural de la región, no tiene una proyección seria y objetiva de los posibles beneficios económicos y sociales para las comunidades de la zona.
Saltando al tema de la inseguridad pública nacional, López Obrador impulsó dos propuestas esencialmente difíciles de realizar con efectos positivos para México. La primera, aseguraba que los homicidios dolosos que caracterizaron a los gobiernos de Calderón Hinojosa y Peña Nieto bajarían de manera significativa, regresando a los mexicanos la necesaria paz para desarrollar sus actividades cotidianas; y la segunda, cesaría esa guerra contra los grupos criminales, a través de su estrategia de “abrazos no balazos”. Con datos del propio gobierno, la cifra de homicidios dolosos alcanzó la escalofriante cifra de 100,344 muertes: 97,532 homicidios y 2,812 feminicidios. Bajo el gobierno de López Obrador, México ha tenido los tres años más violentos en la historia reciente, para especialistas, los datos oficiales evidencian que la militarización no ha dado resultados. En este punto se acopla el tema de la estrategia lopezobradorista de militarizar el país.
Desde el inicio de su gestión López Obrador a contrapelo de su época de opositor en la que denunciaba lo pernicioso que representaba para México la militarización de su vida pública, ya como presidente actuó de manera exactamente contraria. Hoy las fuerzas armadas controlan por disposición presidencial diversos ámbitos de la vida institucional del país. Construcción de infraestructura, administración de puertos y aduanas, seguridad pública, etcétera. Los militares no sólo no regresaron a los cuarteles, están dominando la vida civil del país.
Y la cereza del pastel, el decretazo del 22 de noviembre, para opacar la vida del gobierno a los gobernados. Tres años de 4T ¿todo bien?