La pregunta de una estudiante en mi curso de Geografía Urbana abrió la discusión: “el crecimiento de las ciudades está acabando con el suelo agrícola, ¿qué vamos a comer en el futuro?”. Esta pregunta, como todas las que nos hacemos diariamente, es importante e interesante. En este caso dicha pregunta resultó especial porque me hizo recordar un constante debate entre los especialistas en desarrollo urbano. Entre ellos hay la creencia de que la expansión urbana está acabando con nuestros suelos productivos. Argumentan que la evidencia está a nuestra vista. Basta con recordar que hace algunos años las periferias de nuestras ciudades eran tierras dedicadas a la agricultura y la ganadería, las cuales ahora están llenas de viviendas o instalaciones urbanas. El asunto siempre lleva a la preocupante conclusión de que la ciudad no tiene límites y es imposible detener su crecimiento.
La pregunta me hizo pensar varios días sobre el tema. Una respuesta apareció días después cuando leía el libro de Yuval Noah Harari (2020, vigésima cuarta reimpresión), Sapiens: A Brief History of Humankindy, y al recordar un documental sobre orangutanes que mire en la televisión hace unas semanas[1]. La primera referencia, el libro, indica que, aunque nuestras televisiones y nuestra vida diaria todavía están llenas de imágenes alusivas a animales en su versión prístina, en realidad eso no es tan cierto. Para demostrarlo el autor contrasta la cantidad de animales domésticos y la cantidad de animales salvajes que existen actualmente en nuestro planeta. Yuval Noha indica que hay cerca de 400 millones de perros domésticos contra solo 200 mil lobos viviendo libremente; 1500 millones de vacas contra las últimas 80 mil jirafas. La segunda referencia, el documental sobre orangutanes, muestra la destrucción que todos los días vive la selva tropical donde habita dicha especie de simios, que curiosamente son tan parecidos genética y socialmente a nosotros. La causa de tal destrucción es el cultivo masivo de palma de aceite, la cual es necesaria para la producción de alimentos y algunos productos de higiene personal. El resultado es la sustitución de la selva tropical por el monocultivo de la palma de aceite. El reportaje indicaba que en aproximadamente 10 años los orangutanes se habrán extinguido de su hábitat natural y solo quedará el recuerdo de ellos en las islas que fueron su hogar por millones de años.1 Nos hemos encargado como especie de acabar, directa o indirectamente, con los otros habitantes de nuestro planeta.
México no está alejado de este tipo de situaciones. Según datos de INEGI, entre 2005 y 2010 se perdieron cerca de 155 mil hectáreas de bosques y selvas[2]. La principal causa es el aumento de la producción de alimentos para consumo humano o ganado. Un ejemplo concreto es el caso de la producción de aguacate. Se estima que cada año se pierden 500 hectáreas de bosque debido a la expansión legal e ilegal de las tierras dedicadas a la producción de aguacate. Otro ejemplo ocurre con la producción de agave en los municipios de Jalisco. Recorrer la carretera libre que lleva a Puerto Vallarta permite observar el cambio del paisaje natural por el cultivo destinado a la producción de tequila. En ambos casos el objetivo es satisfacer la demanda nacional e internacional de esos productos.
Después de mostrarles los anteriores datos a mis estudiantes la respuesta a la que llegamos como grupo fue que la ciudad no acabará con el suelo agrícola. Esa idea es un mito. Lo que describí previamente demuestra lo equivocado de ese supuesto, la superficie de suelo destinado a la agricultura y la ganadería cada día están en aumento y aun ritmo impresionante. Su incremento es sin duda mucho mayor a lo que ocurre con el crecimiento urbano. Las ciudades ocupan apenas 2.7%[3] de la superficie terrestre. Sin embargo, hay algo que sí parece tener los días contados y esa es la biodiversidad de nuestro planeta. Satisfacer nuestras necesidades como especie está llevando a su final a una cantidad increíble de especies animales y vegetales todos los días. Pero en estos cambios el problema no es la ciudad. Coincidíamos en el grupo que la cuestión de raíz está en nuestros patrones de consumo y la creencia que tenemos como especie de que el planeta Tierra es únicamente para satisfacer las necesidades del ser humano. Hemos olvidado desde hace mucho tiempo que no somos sus únicos habitantes y la posibilidad de coexistir con los otros seres vivos. Estas dos variables, nuestros patrones de consumo y nuestro egoísmo como especie, explicarían en gran medida el incremento desmedido de superficie destinada a la agricultura y la ganadería. Sin duda el tema del crecimiento de las ciudades es un tema relevante pero tal vez solo demuestra que seguimos centrados en nosotros mismos y no consideramos las consecuencias de ello. Para terminar, no ofreceré frases motivacionales para cerrar está entrega. En realidad, como se los comento a mis estudiantes, me declaro un escéptico sobre un futuro en el que cambie nuestra situación actual. La historia de la humanidad demuestra que es prácticamente imposible romper los ciclos en los que entramos como especie. Pero ojalá me equivoque en esta ocasión.
luis.santiago@edu.uaa.mx
[1] https://www.youtube.com/watch?v=IrER_EpwGjg
[2] https://www.elfinanciero.com.mx/archivo/mexico-pierde-155-000-hectareas-de-bosques-y-selvas/
[3] https://www.newgeography.com/content/001689-how-much-world-covered-cities