Abrir un nuevo libro es siempre, como decía Forrest Gump, –Like a Box of Chocolates. You Never Know What You’re Gonna Get– y es que por más que uno lea recomendaciones sobre la obra, la experiencia de encuentro entre las páginas y uno, se convierte en un tema íntimo, por supuesto ayuda escuchar referencias, pero como nos ocurre con las personas, ¡cada quien habla como le va en la feria! En estos días estamos viviendo en nuestro estado una fiesta de lectura, la esperadísima Feria del Libro, que, a través de la aplicación de distintas estrategias, pretende acercar al público en general a la diversa producción literaria (literaria en sentido amplio y no solo refiriéndonos a novelas y cuentos).
¿Por qué hay que acercarnos? Siempre han existido diversos obstáculos para acceder a los libros, el analfabetismo, el elitismo cultural y últimamente, la exacerbada atención que demandan de nosotros los dispositivos electrónicos, pero como defienden contundentemente Umberto Eco y Jean Claude Carrièrre ¡Nadie acabará con los libros!
Por ello esta semana les presento la reciente obra de Marisol Gámez intitulada “Aves Negras”, un libro de escritura íntima, que refleja parcelas particulares de la vida de 5 mujeres, todas distintas, pero todas con vasos comunicantes que de una manera u otra, nos llevan a sentirlas cercanas.
Las historias parten de premisas sencillas, de escenas que cualquiera podríamos representar en el teatro de nuestras vidas, pero en los que las encrucijadas de la vida, les suponen dilemas trascendentales, justo como nos ocurre a todos.
Así, el pago de una deuda de cien pesos, puede representar toda la virtud de una persona, o el término de una amistad, cuando de por medio está el sustento familiar o el cumplimiento de un antojo que se antoja para recordar a Macario: sin duda los pollos son aves de mal augurio, aunque no sean aves negras.
Me debes 100 pesos, nos muestra también los rostros que en la cotidianidad preferimos no mirar, aquellos a quienes nuestro sistema económico ha colocado en los márgenes de pobreza y para quienes un simple accidente doméstico, menor, acarrea una vorágine de emociones, internas y manifiestas. Las dos mujeres que protagonizan el relato, son las dos caras de las obligaciones, vistas desde el Derecho, las perspectivas ambivalentes que se representan de forma cotidiana en Juzgados; la dificultad de asumir la empatía y privilegiar el bienestar del otro.
Por su parte, otra de las protagonistas, nos llevará al ensueño del amor platónico que supone siempre el ideal occidental: la estética caucásica, la intelectualidad que marca la atracción hacia todo aquello que la colonialidad europea nos ha inculcado. Herbert Marcusse hablaba de ello, como el carácter afirmativo que la cultura nos impone. En esa disyuntiva entre la aventura pasional o la plana estabilidad, se ubican las convulsiones volitivas de la protagonista.
Poner en tela de juicio al amor romántico y al deseo, en la balanza de la seguridad y la estabilidad que se antojan como requisitos sine qua non para el final de eterna felicidad, nos llevarán a un desenlace inesperado que cuestionará nuestras propias decisiones.
Luego viene la idea de lo celestial, que parte, por supuesto, de ese deseo profundo de creer. La desesperanza de la incertidumbre, la nostalgia que padecemos por el desprestigio de los relatos hegemónicos, nos incita a pensar e incluso crear figuras celestes en las que vehementemente deseamos depositar nuestra fe. Pidiendo milagros, deseando que desde el más allá, nos sean resueltos los problemas del más acá; sin percatarnos que los más grandes milagros ocurren en el aquí y el ahora: el amor, ver a los ojos de nuestros ancianos o inhalar el perfume de los cabellos de nuestros hijos, solo por señalar algunos de esos milagros cotidianos.
Pero la materia que somos y las experiencias físicas, no escapan de la narrativa de Marisol. La sola visita al IMSS de otra de las protagonistas, nos llevará a experimentar sentimientos tan opuestos, como intensos. Desde el hastío por un sistema (y un Estado fallido) que no tiene los insumos básicos, ni las intenciones necesarias para cumplir su cometido, o cuando menos, para evitar el sufrimiento, hasta la catarsis emocional que provoca un sistema patriarcal, que coloca a las mujeres fuera de la idea de bienestar.
El concepto de ser mujer, representa en sí mismo, la obligación de cumplir con muchos estereotipos, derivados de que su ser, debe ser concebido desde la mirada de los otros. Así llegamos a la historia más compleja, porque es la más emotiva, ya que es difícil distinguir la ficción de la realidad, porque dice Paco Ignacio Taibo II que solo la realidad puede superar a la ficción.
Los devenires del destino nos conducen a caminos insospechados, porque la vida es evolución y porque nosotros mismos somos energía fluyendo en los ríos sociales y es una suerte que la política haya llevado a Marisol a lograr una escritura tan íntima, con la que es imposible no vivir lo que se lee, no padecer la indecisión o sentir las epifanías del porvenir de sus personajes.
Marisol Gámez, además de ser una extraordinaria contadora de historias, es una crítica de la realidad, aborda temas complejísimos, como la idea de la justicia social o la determinación de los sujetos en el entramado social. Aves Negras es un libro que se antoja para ser un clásico de la literatura costumbrista. Reconozco lo valioso de sus personajes porque son humanos, como cualquiera, con pasiones profundas y pecados escondidos bajo la piel.
Aves Negras es un libro para leerse de corrido, de una sola vez y repetirlo las veces que sea necesario. La escritura es ágil, accesible y amena, sin duda un libro para compartir con cualquiera que necesite ver volar estas Aves Negras.