En Aguascalientes, el retroceso en la movilidad urbana es cada vez más evidente. Por ejemplo, el tráfico en distintas zonas de la ciudad ha aumentado a pesar de que el gobierno estatal ha destinado cuando menos dos mil millones de pesos en infraestructura vehicular; e incluso en algunas de las nuevas obras, como el paso a desnivel de Segundo Anillo y Quezada Limón, es común observar largas filas de automóviles que supuestamente desaparecerían con la construcción de esa infraestructura. Al mismo tiempo, los accidentes viales son cada vez más recurrentes, especialmente en tramos del circuito de “flujo continuo” de Segundo Anillo en donde el gobierno creó una autopista urbana diseñada para inducir a los automovilistas a conducir a alta velocidad, pues carece de elementos físicos como semáforos, cruces peatonales o reductores de velocidad, que hagan que los vehículos circulen más despacio.
Asimismo, ahora también es más común ver peatones correr aceleradamente entre automóviles para atravesar avenidas como el Segundo Anillo, elevando la probabilidad de ser atropellados, no porque carezcan de “educación vial” sino porque las opciones para hacerlo de manera segura y eficiente son prácticamente inexistentes, pues el gobierno removió los semáforos y cruces peatonales existentes –por ejemplo a la altura del panteón Jardines Eternos– para evitar que los automóviles tengan que frenarse o desacelerar, aunque ello afecte directamente la movilidad de quienes no utilizan un automóvil. En ese contexto, es importante enfatizar que los puentes peatonales –o antipeatonales, como se conocen en la actualidad– no son la solución a ese problema, pues están diseñados exclusivamente para agilizar la circulación vehicular, no para mejorar la movilidad de los peatones, pues éstos se ven obligados a caminar largas distancias, subir extensas rampas o escaleras, y en algunos casos a utilizar un elevador, solo para atravesar una avenida que deberían poder cruzar a pie. Y lo mismo sucede con quienes utilizan la bicicleta para desplazarse en la ciudad y que lo hacen en condiciones cada vez más inseguras, pues el aumento de la velocidad vehicular en distintas avenidas, aunado a la ausencia de infraestructura ciclista de calidad, eleva la probabilidad de accidentes.
Más aún, una de las principales promesas de la actual administración estatal, transformar radicalmente el sistema de transporte público, sigue sin materializarse y las mejoras constatables mediante la experiencia de los usuarios, como la frecuencia y puntualidad de las unidades y el pago electrónico del pasaje, son limitadas. Incluso el titular de la Coordinación General de Movilidad recientemente aseguró que “el malestar [de los usuarios] está en que se han incrementado los tiempos de espera” (Hidrocálido Digital 18-10-2021). Y, por si fuera poco, la poca voluntad del gobierno estatal para explorar e implementar soluciones de fondo, serias e innovadoras a los problemas de movilidad ahora llevó al absurdo de quitarle terreno a la Universidad Autónoma de Aguascalientes para ampliar los carriles laterales de Segundo Anillo a la altura de Avenida Universidad.
No obstante, la realidad es que el modelo de movilidad al que el gobierno ha destinado miles de millones de pesos para crear más infraestructura vehicular supuestamente para aliviar el tráfico, es exactamente contrario al que las ciudades avanzadas en esta materia promueven activamente: un modelo que busca crear sistemas de transporte público de alta calidad, fomentar la movilidad no motorizada y gestionar la demanda vehicular, pues saben que destinar más espacio al automóvil difícilmente disminuirá el tráfico en el mediano plazo e incluso que podría acentuarlo al inducir un mayor uso del automóvil, con lo cual además aumentan otras externalidades como los accidentes y la contaminación. O ¿qué ciudad en el mundo ha resuelto el tráfico con más infraestructura vehicular?
El problema no radica en la cantidad o el tamaño de la infraestructura vehicular, sino en el aumento exponencial del parque vehicular y el uso indiscriminado del automóvil que resultan del crecimiento demográfico, de la construcción de más infraestructura vehicular, de la ausencia de alternativas de movilidad de calidad y de las malas condiciones en que se encuentran modos de transporte sostenibles como el transporte público, el ciclismo urbano y la caminata (cuando menos para distancias razonables). Las soluciones de fondo, por lo tanto, están en diseñar e implementar mecanismos para gestionar la demanda vehicular y crear alternativas seguras, eficientes, asequibles y de calidad al automóvil.
En conclusión, el empeño que el gobierno ha puesto en hacer de Aguascalientes una ciudad para automóviles ahora debería ponerlo en solucionar otros problemas crecientes de movilidad. Por ejemplo, ¿qué propone para prevenir accidentes viales en autopistas urbanas como el Segundo Anillo? En el último año de la administración, ¿está dispuesto a invertir recursos suficientes para crear ciclovías de calidad, interconectadas, que realmente cumplan los estándares internacionales de ciclismo urbano en cuanto a dimensiones, materiales y señalización? ¿Tiene la voluntad para crear cruces peatonales a nivel de calle –no puentes antipeatonales que ya muchas ciudades en el país y el mundo están cancelando– para mejorar la movilidad de quienes caminan? ¿Qué mejoras tangibles para los usuarios del transporte público realmente logrará, por ejemplo, en cuanto a cobertura, frecuencia, confiabilidad y pago electrónico? Veremos.
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