El pasado jueves 21, el mediático presidente López, en una más de sus estratagemas que han caracterizado el desarrollo de su administración a lo largo de estos tres años, enfiló sus declaraciones para atacar un nuevo objetivo (¿víctima?) en su “combate” a lo que él identifica como el enemigo histórico del pueblo mexicano, al menos de hace tres décadas: el temible neoliberalismo. En su mañanera de ese día, AMLO se fue contra la UNAM y dijo, categórico como es: “Fue mucho tiempo de atraso, de saqueo, además de manipulación, muchísimo tiempo, afectaron a dos generaciones. En las universidades públicas hasta la UNAM se volvió individualista, defensora de estos proyectos neoliberales, perdió su esencia, de formación de cuadros, de profesionales para servirle al pueblo. (…) Ya no hay los economistas de antes, los sociólogos, los politólogos, los abogados, ya no hay Derecho Constitucional, ¿y el Derecho Agrario? Es historia. ¿El Derecho Laboral? Todo es Mercantil, Civil, Penal, todo es esto, (hace una señal de dinero). Entonces sí fue un proceso de decadencia”, afirmó sabio como cree que es.
La reacción de la opinión pública, mayoritariamente, se volcó en apoyo de la máxima Casa de Estudios del país, las redes sociales, columnistas, editorialistas, políticos de todos colores, empresarios, académicos, y sí, muchos estudiantes clasemedieros, declararon su respaldo y apoyo a la UNAM.
No satisfecho con su declaración, al día siguiente, seguro de su absoluto conocimiento de la historia nacional, remató: “No sólo la UNAM, todas las universidades fueron sometidas por el pensamiento neoliberal. Es lamentable que la UNAM se haya derechizado como sucedió en los últimos tiempos”. Es preocupante que el presidente no entienda que no entiende. Cómo comenta el periodista Raúl Cardona en su columna de Crónica: “Se puede ser ignorante y al mismo tiempo terco. También se puede ser terco en la virtud, aplicado, comprometido. Pero cuando alguien se mete en algo, con pleno desconocimiento del tema (por ejemplo López Obrador), se expone a dos cosas: el ridículo o el desprecio. Una mezcla terrible de estas actitudes es cuando alguien, desde la ignorancia total, pretende gobernarlo todo: la casa, la vecindad, la cuadra, la colonia, la ciudad, el país y, por si fuera poco, el mundo; dictar la palabra final en asuntos energéticos, políticos, históricos, médicos, científicos, deportivos, veterinarios, industriales y hasta morales”, (las negritas son mías).
En disciplinada sintonía a esta irresponsable afirmación presidencial, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, la delfina de AMLO, sin mucha reflexión se adhiere a las críticas “oficiales” contra la UNAM, una lástima de la doctora, cuya alma mater justamente es la propia UNAM, y afirma tener sus “propias” críticas a la Máxima Casa de Estudios de la nación. Naturalmente, no aportan pruebas de sus dichos y elevados juicios.
Ahora bien, los que entienden las formas de López y sus esbirros cuatroteístas, identifican el distractor que la declaración lleva intrínseco por la designación del objetivo (víctima) y la oportunidad de la declaración. El presidente en su mezquina marrullería, suelta el buscapiés como el gran distractor para llevar el foco de la atención nacional a donde quiere, y dejar sin obstáculos o atención a los temas críticos de su gobierno: la aprobación del paquete económico 2022, o el inicio de la recolección de firmas para impulsar su proceso de revocación de mandato a partir del 1 de noviembre, o el vencimiento del plazo otorgado a su delincuente/aliado Lozoya para presentar sus irrefutables pruebas del caso Odebrecht el 3 de noviembre, o la discusión de la contrarreforma eléctrica.
Junto a esos temas principales en la definición del futuro inmediato del país, existen otros asuntos no menores que ocupan el ánimo presidencial y la viabilidad de su proyecto transformador. Es ya del dominio público el desprecio de parte de la 4T y su carismático y poderoso líder, por la legalidad. Su visión de la gobernanza de un país como México le permite omitir la atención y observancia del estado de derecho. La preponderancia de su justicia sobre la Constitución y la legalidad. En este escenario, la subordinación de las instituciones a la voluntad justiciera de Palacio Nacional es fundamental, sin embargo, la prepotencia de la 4T omite la fortaleza de la historia de la institucionalidad en México que ha llevado décadas edificar, difícilmente se derrumbará en tres aciagos años del morenismo. Basta seguir y observar la evolución del caso de la FGR/Conacyt contra 31 científicos, que poco a poco se va debilitando ante la ausencia de la razón jurídica contra ellos, así como el repudio qué entre la comunidad académica y científica, nacional e internacional, provocó.
En esta misma línea, el pasado viernes 22, un juez federal resolvió no vincular a proceso y liberar a Luis Alejandro Beristain Mercado, ex director de Finanzas y de Administración de Interjet, al no haber elementos de que cometiera una presunta defraudación fiscal de 11 millones 952 mil 415 pesos, toda vez que, sí, el delito se realizó en 2020 y el detenido había dejado de laborar en esa empresa ¡en 2017! Este gobierno privilegia la presunción de la culpabilidad sobre lo que establece la ley. Así la visión de justicia del gobierno federal, triste.
Mientras el presidente sigue en su vano intento de gobernar todo él solo, el país va dando tumbos un día sí y otro también. Tratando de superar el 2021 en lo sustantivo. El crecimiento económico seguirá en un aterrador 0%, a partir de los datos de cuando asumió el poder AMLO. Se generan anualmente una ínfima parte de los empleos que requiere el país para salir adelante. De la educación y la salud sobra hablar acerca de su precaria situación. La inseguridad y la violencia crecen desmesuradamente, y afecta desde la convivencia cotidiana de la población (Matamoros) o agrede al turismo directamente (Tulum), provocando alertas de países como Alemania o Canadá, para evitar venir a México.
Es innegable que la tozudez, ignorancia y poder, más el desprecio por la ley, son hoy para la nación una mezcla peligrosa.