¡Ah, qué endemoniadamente bien nos cayó a una legión de buenas personas el señor Papa Paco hace unos días! Y no sólo entre la grey que encabeza el porteño —más de 1.3 millardos de pecadores regados por todo el orbe—, seguro también entre creyentes de otros bandos, rejegos, agnósticos y variopintos descreídos. El día 16 de octubre el obispo de la ciudad eterna, Roma, jerarca de la Ecclesia Catholica, se dedicó a teclear tremendos tuitazos. Arrancó recatado, aunque contundente: “La lucha contra el hambre exige superar la fría lógica del mercado, centrada ávidamente en el mero beneficio económico y en la reducción de los alimentos a una mercancía más, y afianzar la lógica de la solidaridad”. El tono y el credo de lo que seguiría ya estaban ahí: “la fría lógica del mercado” no es buena, “el mero beneficio económico” va contra la solidaridad. El siguiente mensaje fue casi críptico, quizá para descontrolar, aunque palmariamente incluyente: “El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia de todos los países. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante. No insonoricemos el corazón. Escuchémonos”. Vaya usted a saber cómo es que el susodicho Espíritu se comunica con Francisco I, pero, eso sí, ¡qué resonancia la de la penúltima oración! “No insonoricemos el corazón”. Insonorizar, informa la RAE, significa “acondicionar un espacio para aislarlo acústicamente”. O sea: ¡no se hagan que la Virgen les habla!… Enseguidita vino la carne del caldo, lo mero bueno: “Es imprescindible ajustar nuestros modelos socio-económicos para que tengan rostro humano, porque tantos modelos lo han perdido. Pensando en estas situaciones, quiero pedirles en nombre de Dios”. Leyó usted bien: el sucesor de Pedro y siervo de los siervos de Dios arremetió contra el capitalismo global, porque si bien quedan algunos otros aislados —Cuba— o tan reburujados que está en chino entenderlos —China—, lo que plaga el planeta es el capitalismo neoliberal y su glotonería de lucro. Y bueno, qué pidió el santo padre: “A los grandes laboratorios, pido que liberen las patentes. Tengan un gesto de humanidad y permitan que todo ser humano tenga acceso a las vacunas”. ¡Bien Bergoglio!, digo, ¡bien, Bergoglio! Porque sí, dicho con toda propiedad, ¡qué poca madre! Y hubo más macanazos bien puestos: “A los grupos financieros y organismos internacionales de crédito, pido que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos”. Después el Sumo Pontífice atendió otro asunto urgente, el de la hoguera de nuestro hogar compartido: “A las grandes corporaciones mineras, petroleras, forestales, inmobiliarias, agronegocios, pido que dejen de destruir la naturaleza, dejen de contaminar, dejen de intoxicar los pueblos y los alimentos”. Y ya encarrerado, el Papa continuó con otros relevantes machuchones: “A las grandes corporaciones alimentarias, pido que dejen de imponer estructuras monopólicas de producción y distribución que inflan los precios y terminan quedándose con el pan del hambriento”. Y “a los fabricantes y traficantes de armas, pido que cesen totalmente su actividad, una actividad que fomenta la violencia y la guerra, y muchas veces en el marco de juegos geopolíticos que cuestan millones de vidas y de desplazamientos”. No paró ahí, el octogenario traía cuerda: “A los gigantes de la tecnología, pido que dejen de explotar la fragilidad humana, las vulnerabilidades de las personas, para obtener ganancias”, una petición muy acorde con la crítica que días después haría durante una mañanera el presidente AMLO. Poquito menos beligerante, siguió el jefe de Estado del Vaticano: “A los gigantes de las telecomunicaciones, pido que liberen el acceso a los contenidos educativos y el intercambio con los maestros por internet para que los niños pobres también puedan educarse en contextos de cuarentena”. Y de nuevo, el 266º papa fue duro y claridoso: “A los medios de comunicación, pido que terminen con la lógica de la post-verdad, la desinformación, la difamación, la calumnia y esa fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio; y que busquen contribuir a la fraternidad humana.” ¡Aplausos, chingao! Una exigencia especialmente sentida en nuestro país de Deformas, Financiados, et. al… Y ya casi para terminar, un tuitazo que aunque dirigido a una pluralidad fue evidente que tomó rumbo directo a Washington, DC: “A los países poderosos, pido que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones unilaterales contra cualquier país en cualquier lugar de la tierra. Los conflictos deben resolverse en instancias multilaterales como las Naciones Unidas”.
Su santidad dirigió sus dos últimos tuits del día a los mandamases del mundo: “A los gobiernos y a todos los políticos, pido que trabajen por el bien común. Cuídense de escuchar solamente a las élites económicas y sean servidores de los pueblos que claman por tierra, techo, trabajo y una vida buena en armonía con toda la humanidad y con la creación”. 224 caracteres que yo me animaría a resumir en ocho palabras: por el bien de todos, primero los pobres.
Jorge Mario Bergoglio, Papa Paco, cerró su retahíla de pajarracos azules con un mensaje dirigido a sí mismo y a sus pares: “A todos los líderes religiosos, pido que nunca usemos el nombre de Dios para fomentar guerras. Estemos junto a los pueblos, a los trabajadores, a los humildes y luchemos junto a ellos para que el desarrollo humano integral sea una realidad. Tendamos puentes de amor”.
Amén. “No insonoricemos el corazón”, ya dijo.
@gcastroibarra