Don’t you know what you’re doing,
you’ve got a death wish…
Suicide blonde – INXS
El pasado 10 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental. La efeméride nos sirve para tener algunas reflexiones sobre este tema que nos convoca a la comunidad completa.
Durante estos casi dos años de pandemia por covid-19, nuestras comunidades han padecido diversos estragos que afectan la salud mental. Unos como consecuencia directa de la pandemia, tales como haber padecido la enfermedad en primera persona o en sus familias, con las secuelas mentales que todavía no se estudian a fondo; las condiciones adversas para despedir a nuestros difuntos en estas circunstancias de contingencia; o el acceso limitado a servicios de salud, por la saturación que han tenido los hospitales.
Pero también hay otras consecuencias indirectas, como las asociadas al confinamiento, al pánico social por los contagios, el distanciamiento físico y la falta de contacto en condiciones particularmente sensibles, el desabasto de insumos, el cese de actividades recreativas y de esparcimiento, y la crisis económica asociada a la pandemia, por poner algunos ejemplos.
En este contexto, han aumentado las personas con padecimientos en su salud mental, atendidas o no, y –peor aún- diagnosticadas o no. La Organización Mundial de la Salud señala que la salud mental no es sólo la ausencia de trastornos mentales, sino que es un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.
De acuerdo al periódico El Universal, desde que inició la pandemia a la fecha, se ha detectado un aumento en los síntomas depresivos y casos graves, del 5% al 30% de la población nacional. Mucho tiene que ver la contingencia pandémica y todos los efectos, directos o colaterales, asociados a ésta. Es un dato duro que, sin duda, debe movernos a la reflexión y a la acción.
Pero no son sólo los efectos, directos o colaterales, asociados a la pandemia y a la contingencia sanitaria. Independientemente de los estragos por covid-19, ya arrastrábamos padecimientos previos que –en muchos casos- se han agudizado en este contexto: la crisis del capitalismo, las taras asociadas al machismo, al clasismo, o al racismo; las consecuencias de la depredación ambiental, el alza en los índices de violencia criminal y de impunidad, y demás efectos perniciosos asociados a nuestro modelo de vida, en este contexto delicado, han abonado al aumento de los factores de riesgo para la depresión, la ansiedad, la violencia, y el suicidio.
De acuerdo al Inegi, el fenómeno del suicidio registró en 2020 la cifra más alta en el país: 7,818 defunciones. El mismo instituto informa que la tasa de suicidio es más alta en el grupo de jóvenes de 18 a 29 años. Igualmente, los datos arrojan que el fenómeno del suicidio se presenta más entre los hombres de 18 a 59 años. También, que nuestra entidad, Aguascalientes, tiene casi el doble de la tasa nacional en el tema. Un dato destacable es que, mientras que los hombres se suicidan más, las mujeres declaran haber tenido más episodios de ideación suicida, de autolesiones no letales, o de intentos de suicidio no consumados. La perspectiva de género y los conflictos asociados al estereotipo de la masculinidad son temas a revisar aquí.
En otro documento, ahora de la Organización de las Naciones Unidas, se afirma que México es el país que mayor alza en la tasa de suicidios tuvo respecto a los demás países de América. No sólo eso, sino que las infancias y adolescencias han sido poblaciones particularmente vulnerables ante este fenómeno. El documento está disponible en:
https://www.onu.org.mx/preocupa-aumento-de-suicidios-en-infancias-y-adolescencias/
Peor aún. Comenzamos el texto hablando de la salud mental y los padecimientos asociados a la depresión durante la pandemia. Aunque parezca una obviedad, no está de más resaltarlo. Las personas que padecen depresión tienen más proclividad de cometer suicidio que las que no padecen. La psiquiatra Mónica Flores Ramos, directora de enseñanza del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”, declaró a la Agencia EFE que “Una depresión se puede generar por muchas situaciones, ya sea sociales, biológicas, económicas. Lo que es real, es que de las personas que se suicidan más del 90% sufrían una depresión”. En la misma entrevista, afirmó que los intentos de suicidio pueden ser 20 veces la cifra contabilizada oficialmente.
En este preocupante contexto, como si hicieran falta adversidades, todavía existen muchos estigmas sobre el tratamiento para la salud mental. Eso es un problema, porque ni los diagnósticos ni las atenciones son oportunos, ni las familias ni los entornos sociales están preparados para actuar en auxilio de quienes padecen depresión o ideación suicida. Así va este tema, que exige la atención de todas y todos.
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