APRO/Roberto Ponce
Karla Cantú optó por montar la obra maestra Sólo el fin del mundo, de Jean-Luc Lagarce (1957-1995), considerada como el espejo crudo de la corta vida del hoy altamente revalorado dramaturgo francés, debido a su fascinación por la manera como él estructuró su arte y la forma en que solía describir el complejo pensamiento de sus actores.
“Lagarce obliga a los cinco personajes de la obra a corregirse en lo que dicen, algo que nosotros los seres humanos hacemos todo el tiempo. Creo que estamos en una época cuando comunicarnos se vuelve cada vez más complicado, entonces, ¿por qué no montar esta difícil obra de Lagarde?”, expone la directora egresada del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
El tema de la obra en el original, Juste la fin du monde, es el de los sentimientos de una familia compartidos explosivamente y, a la manera del Hijo Pródigo en La Biblia o de Ulises en su vuelta a Itaca, Sólo el fin del mundo versa sobre el retorno del héroe: Louis ha regresado a su pueblito natal cerca del París en la década de los noventa, tras 12 años de ausencia y triunfar en el mundo de la literatura, para informar a su madre Martine, su hermanita Suzanne, su hermano menor Antoine, y a la esposa de éste, Catherine, de una enfermedad terminal.
De 34 años, dos menos de los que tenía al morir Lagarce en 1995, Louis equivaldría a este dramaturgo al final de su vida. Dice Karla Cantú:
“Retornar a su familia lo enfrenta a cosas que no esperaba ni deseaba. A Louis lo interpreta Abraham Vallejo, productor de esta puesta, quien un día se topó con el texto de Lagarce y me lo propuso. Pensamos: ‘bueno, ¿y por qué no montar esta obra así de intensa?’. El problema era cómo hacer atractivo y fiel el montaje”.
En parte porque la película Juste la fin du monde –basada en el guión del mismo Lagarce y protagonizada entre otros por Marion Cotillard en el papel de Catherine– se proyectó en el Festival de Cine de Cannes de 2016 recibiendo críticas bastante negativas. Ataja:
“El texto de Lagarce está escrito para teatro y posee muchísimas más cosas que la película. Lagarce pone a los actores a compartir sus pensamientos con el espectador y a manejar distintos niveles del lenguaje o de lectura… en la obra lo que menos sucede son los diálogos constantes, como sí pasa en la cinta, ahí hay más momentos monologados y de reflexión, con pensamientos dirigidos hacia el espectador. Por otro lado está el tono, nos alejamos de la exacerbación de la histeria en planos de close-ups abundantes de la película que tanto fueron criticados en Cannes”.
Otro punto a favor de la dirección de Karla Cantú:
“En el modo en que nos ha tocado vivir últimamente, muchos de nosotros nos hemos relegado a núcleos familiares, ya sea que los tengamos o como los entendamos, motivando a que resonemos tremendamente con la obra, toda vez que la convivencia familiar hogareña en pandemia ha revelado ciertos aspectos desconocidos, ideas equivocadas y verdades brutales inimaginables de nuestras existencias con los parientes más cercanos.
“La traducción de mi hermana Mariana Cantú –explica– fue de una especificidad profunda, no quitamos ni una coma a Lagarce, pues parte del pacto para montar Sólo el fin del mundo fue no hacer trampas. Lo más común es aligerar textos fuertes, y no, aquí respetamos los porqué del autor al contar su historia”.
El motor consiste en no rechazar sino entender a los cinco personajes que plasmó Lagarce, pues para la directora esta obra simboliza “una posibilidad inmensa de trabajar con la problemática de las familias, con personas comunes como somos todos”, e invita a que se acerquen a Sólo el fin del mundo “porque siempre los textos escritos de buena manera están dedicados a todo el público”. Explica:
“Lagarce es un autor de unas veinticinco piezas teatrales, e invariablemente pensaba en todos aquellos que irían a ver sus obras, de ahí su revaloración en Francia”.