Una usuaria de Twitter publicó un video en donde aparece Enrique Peña Nieto saliendo de un hotel y abordando un taxi, ella le grita “El ratero ya se va. Para ser presidente qué poco, ajá, en un taxi. Cada quien tiene lo que se merece y va a ir a la cárcel, va a pagar todo. Ratero”, acompañado de su novia, la modelo Tania Ruiz, es evidente que el expresidente escucha a quien lo increpa, la respuesta es un saludo amistoso de despedida. Ahí queda, eso fue todo.
El video dura poco más de 30 segundos, el expresidente sale del hotel de La Ville, en Roma, Italia. El tuit, como se dice, “enciende” las redes, se viraliza y todo mundo aprovecha para descargar su furia contra Peña Nieto, dentro de unas horas, quizá un día, este pasaje formará parte del anecdotario, eso y nada más. Como la cena que disfrutó Emilio Lozoya Austin en el Hunan, una postal más en el país de la impunidad.
Para alimentar el encono, las réplicas del video y los gritos, algunos tuits vienen acompañados de información que permite dimensionar lo que hace diferentes a Peña Nieto a millones de mexicanos, como sale de un hotel en donde el costo de la habitación puede alcanzar hasta los 800 mil pesos por noche, se podría pensar que es el dinero lo que nos distingue del expresidente, pero no es así, no es una cuestión monetaria, la disparidad radica en los modelos de justicia que se aplican a los privilegiados de la clase política, muy distintos a los que vivimos el resto.
Para millones de mexicanos la justicia es expedita y dura, ante cualquier falta que cometamos, sin distinguir el tamaño del mismo, la ley nos alcanza y castiga, desde una sanción administrativa hasta una pena corporal, las páginas de la nota roja están llenas de esos casos, las cárceles están colmadas de personas que infringieron la ley y que, por una falta menor, sin juicio, pagan una condena, mientras que las páginas dedicadas a reseñar la política, cada vez más se llenan de fugitivos en espera de que se les prueben sus delitos millonarios, las defraudaciones, el lavado de dinero, los actos de corrupción que indican un ejercicio indebido del servicio público.
No me queda claro si hay un pacto de impunidad entre el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su antecesor, de hecho, no me importa, porque emplear la aparición pública de Enrique Peña Nieto y los gritos que se merece sólo muestran que la impunidad sigue imperando gracias al aparato burocrático de la justicia en México, que la impunidad se alimenta de pequeñas satisfacciones personales, de ánimo de venganza, gente en el poder que es capaz de evadir la ley gracias a que conoce los mecanismos para no tener ninguna responsabilidad por sus actos.
Peña Nieto asciende al taxi, acompañado de su novia y saluda, inmutable, a quien le grita, porque sabe que de ahí no pasará, que sus apariciones, ¿sus descuidos?, serán tendencia en las redes sociales durante unas horas y, después, seguirá gozando de sus privilegios; sinceramente dudo que le pese el que tenga que estar encerrado en una jaula de oro, o que se tenga que poner una peluca para gastarse lo que quiera en una cena o comida, al final, goza de su libertad y el cariño de unos cuantos, no importa si pagado o no, lo más importante es que ha logrado evadir la rendición de cuentas.
Así, impune y con libertad de hacer lo que quiera, a Peña Nieto miles lo podemos increpar, gracias a la complicidad de un sistema, todo se le resbala.
Coda. Mal de muchos, consuelo de tontos, dice el refrán; ahí nos deja la impunidad, va a pasar muchísimo tiempo antes de que se le pruebe algo a Enrique Peña Nieto, tanto, que en algún momento todos tendremos oportunidad de gritarle, de lejitos, ratero.
@aldan