El sexenio del presidente López Obrador se encamina a ser el más violento de las últimas décadas. En 34 meses de gobierno se han acumulado casi 100 mil homicidios dolosos y aún estamos a 3 años de que concluya su mandato. Y mientras el titular del Poder Ejecutivo se empeña en el tema de la conquista y los españoles, 88 mexicanos son ejecutados cada día y la delincuencia organizada sigue ganando terreno.
La incapacidad y el desinterés frente al tema es evidente. Estamos viviendo un desgobierno en todos los sentidos y a pesar de los incrementos al presupuesto de la Guardia Nacional para este 2021, por ejemplo, la presencia de este frankenstein militar-policiaco ha servido prácticamente de nada en las operaciones de seguridad pública.
Tampoco hay una estrategia de prevención y contención. La población está abandonada a su suerte. Escenas como el ataque a la discoteca Baby’O en Acapulco y al restaurante Barra 1604 en Salamanca, o el descubrimiento del campo de exterminio de “Los Zetas” en Tamaulipas; lo confirman. Con el gobierno obradorista, el Estado Mexicano ha dejado de cumplir con su responsabilidad de garantizar la vida e integridad de los ciudadanos.
Hoy por hoy la pacificación del país ha sido un absoluto fracaso. La procuración de justicia es presa del poder político. Ahí está como ejemplo el caso Ayotzinapa, que a pesar de las promesas de campaña, no ha encontrado justicia. La verdad histórica de Murillo Karam se ha convertido en la verdad de Alejandro Encinas. Nada ha cambiado en esa burocracia gubernamental, incapaz de revelar lo que pasó hace 7 años en Iguala.
De acuerdo con el informe 2021 de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, México es el cuarto país con mayor actividad de grupos criminales, de una lista de ciento noventa y tres naciones. El tráfico de armas, drogas y personas, en la ruta Centroamérica-Estados Unidos, ha colocado a nuestro país como un bastión clave para este tipo de organizaciones.
Pero el gobierno mexicano ha volteado la cara hacia otro lado. Prefiere no actuar contra los cárteles de la droga, a pesar de que los índices de violencia continúan a la alza. En Estados Unidos, se dice, hay preocupación por lo que ocurre en nuestro territorio. Las críticas del Ex Embajador Christopher Landau hacia la pasividad del gobierno de López Obrador con los criminales, forman parte de esa narrativa que se ha robustecido en aquel lado de la frontera.
El desgobierno de la 4T es una realidad y la violencia el pan de cada día. Sin una estrategia clara y peor aún, con la intervención de la delincuencia organizada en los procesos electorales, como se documentó en Michoacán y en otras entidades del país, nos encaminamos a una nueva etapa de degradación de la vida pública del país.