Esta semana cierro la serie que empecé hace un par de semanas en este espacio en la que trataba, primero, de desarrollar algunas características que incentivan la desconfianza ciudadana en la ciencia en contextos democráticos y, segundo, de establecer cuáles son los actores y sus responsabilidades en el incremento de dicha desconfianza. En esta última entrega me interesa determinar por qué es necesario incentivar y fortalecer la confianza en la comunidad científica. Pienso que podemos articular cuatro razones, algunas de las cuales muestran su relevancia en el contexto de la pandemia actual.
En primer lugar, algunas políticas públicas, para ser exitosas, requieren del involucramiento ciudadano. Cuando dichas políticas se diseñan atendiendo las recomendaciones o lineamientos de la comunidad científica, la confianza de los legos en los expertos se vuelve necesaria. En el contexto de la pandemia actual podemos verlo con las políticas de vacunación, del uso del cubrebocas, de limitar las reuniones y la movilidad, etc. Si la ciudadanía tiene sospechas de la efectividad o seguridad de las vacunas, de la necesidad del uso de cubrebocas para minimizar el riesgo de contagio, o de la manera en que la comunidad científica ha descubierto que se propaga el virus, la responsabilidad personal que se requiere para que las medidas sean efectivas no se presentará y con ello el manejo del riesgo sanitario fracasará. Esta confianza resulta necesaria en contextos democráticos, y en especial en contextos liberales donde los gobiernos deciden no usar su poder coercitivo contra las personas que elijan no hacer caso de las recomendaciones y lineamientos diseñados con base en evidencia epidemiológica.
En segundo lugar, la confianza en la ciencia se requiere para que los líderes políticos tomen decisiones con base en la mejor evidencia disponible. Sabemos que la lógica electoral y la lógica de la investigación científica no corren en paralelo. Muchas veces la clase política contamina con sus intereses electorales las mejores recomendaciones y lineamientos: por ejemplo, haciendo un uso electoral de las campañas de vacunación. Otras veces utiliza a la comunidad científica para fortalecer sus propios proyectos: por ejemplo, cuando se hizo de la investigación epidemiológica de las diversas vacunas un asunto de estados (similar a lo que sucedió con la carrera espacial durante la Guerra Fría).
En tercer lugar, la confianza en la ciencia se necesita para que la inversión en investigación científica sea constante y suficiente. Sabemos que el financiamiento a la comunidad científica depende en buen grado del presupuesto público. Si la ciudadanía sospecha del trabajo y prestigio de la comunidad científica, habrá presiones para que dicho presupuesto se reduzca o elimine. Otras veces, cuando la desconfianza proviene de la clase política, los calendarios electorales incentivan a que se invierta en proyectos cuyos resultados beneficien a los políticos en turno. El problema se agudiza con proyectos de investigación que son transexenales (por ejemplo, en el caso mexicano), pues sus resultados no beneficiarán a la imagen de los políticos en cuyos gobiernos se aprobaron y financiaron inicialmente. Es por ello por lo que no sólo es importante fortalecer la confianza en la ciencia, sino brindarle una robusta autonomía a la comunidad científica, tanto en la evaluación de su trabajo como en su manejo presupuestal.
Por último, y de importancia mucho más general, se requiere de confianza en la ciencia para promover la obtención y democratización de diversos bienes epistémicos. Si la ciencia es el paradigma humano de la manera de obtener conocimiento, creencias verdaderas, comprensión, etc., que la ciudadanía confíe en la ciencia es benéfico en tanto la ciudadanía maximizaría sus creencias verdaderas, minimizaría sus creencias falsas, y a partir de ello tomaría mejores decisiones.
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