Política de Estado contra el temor de la delincuencia/ Sobre hombros de gigantes  - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Un discurso es la expresión de una ideología que pretende producir ciertas reacciones o conductas, de acuerdo a la forma en que el destinatario descifre el mensaje.

El lenguaje político, es un discurso; una expresión de ideología que busca lograr que la sociedad realice las conductas adecuadas para mantener el orden, y fortalecer el sistema. Algunas veces, esos discursos se emiten para definir ciertos aspectos de la vida, y en otras ocasiones (las mayores) ordenan algo; es decir, intervienen en el desarrollo del contexto social en que se produce, para calificarlo de válido o inválido, justo o injusto.

Si ese discurso provoca que se den las conductas esperadas por el emisor, es eficaz y quien lo emite detenta el poder, al haber logrado que se realicen las conductas impuestas. Así, el lenguaje político es un discurso de poder, ya que tiende a determinar las conductas de los demás.

Y, se preguntarán, ¿a qué viene esa explicación del discurso con relación a las políticas de Estado frente al temor de la delincuencia? pues según George Orwell, el lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras suenen veraces y el homicidio respetable, y para darle una apariencia de solidez al mero aire.

El terrorismo es un conflicto social que el discurso ha calificado negativamente como una sucesión de actos violentos que buscan inducir terror en la población. Expreso que estoy en contra de esas conductas que atentan contra los seres humanos, independientemente de sus justificaciones o validaciones, y todo ello es producto de que en la actualidad es más importante la comodidad y los intereses económicos, que la solidaridad y la fraternidad, el entender el valor de ser humano y la importancia de respetar al otro.

Pero el problema se agrava cuando se aprovecha el conflicto para emitir un discurso de poder, e incrementar la capacidad de control y sometimiento de la población, sin resolver realmente el problema de fondo. Hace pocos días, tuvimos varias noticias de la detonación de aparatos explosivos en diversos estados de la República, que provocaron la muerte de personas, otras heridas, daños, pero, sobre todo, un clima de inseguridad y miedo en la sociedad. Al poco tiempo del evento, ya se tenía una investigación adecuada para emitir un discurso, la autoridad sale a la luz pública a valorar el acto y señalar que está resuelto, a pesar de que ni siquiera existía iniciado un proceso penal.

No dudo que la población esté insegura y tenga miedo de que pueda ser afectada. De lo que dudo es del discurso de la autoridad, cuando aprovecha el caso para señalar que se incrementarán los delitos, las penas, se reducirán prerrogativas y derechos ciudadanos, y el Ejército y la Policía seguirán en las calles combatiendo la delincuencia. De lo que dudo es de que la autoridad señale que se está ganando la batalla contra la delincuencia, y contradictoriamente se busque el incremento de facultades de intromisión de autoridad a la vida social y restringir las garantías de los ciudadanos, pues si con las actuales bases normativas se está ganando esa lucha, ¿para qué ampliar la intervención de las autoridades? O ¿acaso será que ese discurso no es verdadero?

Así, seguimos viendo que el control tiende a la militarización y a los extensos operativos policíacos, a la expansión de la facultad represiva del Estado, al incremento de sanciones y disminución de derechos de los seres humanos (pues el sistema no se dirige sólo a delincuentes, sino que todos estamos sometidos a retenes, revisiones de rutina, cateos, etc.).

La prevención de la delincuencia nunca ocurrirá con el incremento de penas, creación de delitos, o ampliación de las funciones policíacas; la prevención será eficaz cuando se satisfagan adecuadamente las necesidades sociales, y se incremente la educación y valores de los ciudadanos. Pero el discurso menos costoso siempre será el del combate del problema a través de la inflación del sistema penal, volviendo a la época cavernaria donde “el hombre primitivo dibujaba en las paredes la imagen del animal que quería cazar, y de esa manera pensaba que se acababa la amenaza; pero no tenía nada, sólo tenía la imagen. ahora no dibujamos las paredes; ahora dibujamos tipos penales donde ponemos todo aquello que es negativo y peligroso, y creemos que eso modifica la realidad; la neutralización de todos los males”, (Zaffaroni).


 


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