Oriunda / Por mis ovarios, bohemias  - LJA Aguascalientes
23/04/2025

“Soy una oriunda enamorada de ti”, le gritó la mujer a su hombre. Hace dos semanas, por la ventana de mi habitación entraba la música de una estación de radio. Era de madrugada, así que la melodía de Elton John sonaba fuertísima pero fueron los gritos eufóricos de la mujer los que me hicieron asomar la cabeza. ¡Soy una oriunda enamorada de ti, soy una oriunda enamorada de ti!, le gritaba una y otra vez entre risas, y no pude hacer otra cosa más que quedarme parada en la oscuridad observando la escena. La pareja había instalado un campamento en la plazuela enfrente de donde vivo. Ella estaba recostada en una superficie elevada que funciona como escenario mientras él lavaba la ropa en la fuente y la tendía en las bancas. Ella cantaba las canciones en inglés de manera fluida pero con acento caribeño, él tenía el mismo tono en su voz.

Estuve cerca de una hora observándolos, me impresionó la felicidad instantánea de la mujer y cómo contagiaba a su hombre al ritmo de cada canción. Él sacó la ropa de una mochila para luego sumergirla en el agua, restregarla fuerte contra el piso de la plaza, sumergirla de nuevo, volver a tallar, repitiendo el proceso infinidad de veces. Ella se limitó a cantar. En algún momento se incorporó y se acercó a él y mientras lo llenaba de besos volvía a decirle con su acento amoroso, estridente y cálido “soy una oriunda enamorada de ti” para soltar la carcajada e irse a acostar de nuevo al proscenio a cantar canciones de amor de Duran Duran, de Sade, de Phill Collins. Se las sabía todas, todas las cantaba, todas las dirigía a él.

Recién vi lo que sucedía, me puse a llorar. No pude evitar que me invadiera un sentimentalismo barato, una escena amorosa en medio del desastre, una declaración de amor seguida de otra, la primera con palabras, la segunda con hechos. Una gritaba, el otro lavaba la ropa de ambos. Rápido me inventé de dónde sacó aquella frase. Imaginé a la policía preguntándoles qué hacían, de dónde eran, con quién estaban, a dónde iban. ¿De dónde es oriunda usted?, le preguntaba la autoridad al escuchar su voz. ¿Que soy qué?, respondía ella. Que de dónde es, oriunda de dónde, para luego ella soltar la risa y darse cuenta que era de él, sólo de él, de él provenía, él la había hecho, con él estaba, con él iba.

Por supuesto que mi historia es romántica y ridícula. Tal vez ambos se conocieron en el camino, después de obligarse a salir de sus tierras por quién sabe qué motivo, impulsados por sabrá dios cuál violencia, sin un peso en la bolsa pero con un objetivo, el mismo que tienen otras miles de personas que cruzan por México. Tal vez ambos se conocen de años, se han amado de la misma manera en su propia tierra, en su propia cama, dueños el uno del otro desde siempre, aferrados a no separarse.

Porque hay de migrantes a migrantes. Unos son refugiados que merecen la foto con Marcelo Ebrard al bajarse del avión, otros salen en videos mientras son perseguidos a palos por la Guardia Nacional aunque ambos comparten la solicitud de asilo por el desplazamiento forzado al que están sometidos por la ineptitud de sus gobiernos y del nuestro.

Tal vez la oriunda y su hombre venían en estas caravanas centroamericanas que recorren a pie y en aventones miles de kilómetros, vomitados aquí, a la mitad de su destino, pero al menos lejos ya del inhumano muro militar de la frontera sur. Aquí solamente padecerán la xenofobia y la discriminación de la gente buena. Con mucha suerte lograran salir de aquí, ya escaparon juntos y aquí están, podrán hacerlo de nuevo cantando canciones de amor y lavando su ropa para seguir el camino sin garantías ni certezas, pero juntos.

Hace unos días, el Instituto Nacional de Migración encontró a 286 migrantes en una casa de seguridad aquí en Aguascalientes. A mi mente llegó la imagen de estos oriundos, ¿estarían entre ellos, habrán avanzado, ya no estarán juntos, cada quién siguió su camino?

Invisibles para el mundo, los migrantes no importan. Son utilizados por los mexicanos para apropiarse de un discurso humanitario y salir en las portadas de revistas. Porque los migrantes son los que despiertan desconfianza. Son los que ninguno de nosotros alojaría en la sala de su casa ni una noche ante el temor de que apesten el sofá con su olor a humano, a carretera, a sol, a lluvia, a hambre. Son los mañosos prietos que podrán robarnos o violarnos o asesinarnos.

Eso sí, es bien chido ver cómo la gente muestra empatía por las tragedias mundiales. Es alentador ver cómo nuestro círculo cercano opina y defiende la migración, “sin fronteras en el mundo”, “ni patria ni bandera”, dicen mientras ven la causa migrante desde el avión.


Por más que corra un migrante al huir su destino es incierto. O será que ya no tiene destino.

Escuché cantar a la oriunda enamorada dos madrugadas seguidas en la misma plaza. La segunda, él ya no lavó ropa, ambos la zurcían bajo el poste de la luz. Ella entonaba melodías en inglés. Juntos se preparaban para seguir el camino.  

 

@negramagallanes

 


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Tania Magallanes

Jefa de Redacción de LJA. Arma su columna Tres guineas. Fervorosa de lo mundano. Feminista.

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