Esta semana hemos visto una serie de decisiones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que en forma unánime o mayoritaria ha establecido que México debe reconocer una serie de derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, frente a creencias religiosas y moralistas que tribuyen “vida humana” a todo lo que sea células. Hasta el momento, la Corte sólo ha señalado que el castigo absoluto de la interrupción voluntaria del embarazo como “aborto” no es Constitucional ni proporcional, por lo que deben existir opciones para que las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo. El debate más importante será el que queda pendiente respecto de la Constitución de Sinaloa, donde se resolverá si es posible proteger la vida de un gameto como “vida humana” a nivel constitucional, algo que impactará a varios Estados, incluyendo Aguascalientes.
Pero hoy, más que hablar de las decisiones de la Suprema Corte (ya obligatorias para todas las autoridades gracias al nuevo sistema de precedentes en vigor), quiero reciclar un texto publicado en octubre del año pasado, que sigue vigente y creo importante volverlo a divulgar más ahora en este contexto de debates.
La vida y la vida humana son ideas, conceptos y realidades completamente distintas. Todo es vida, todo es ser, pero no todo es vida humana o ser humano. Así como las y los humanos tienen vida, también lo tienen los demás animales, los virus, las bacterias, las células, los tejidos, las plantas, la tierra, las piedras, el plástico, la basura, el agua, el aire, y todo lo que podemos detectar en esta tercera dimensión, pues todo es sol refinado y materia energética, y la energía se presenta en forma densa o efímera, nunca muere y solo se transforma. Pero no porque todo sea vida, podemos concluir que todo es vida humana.
Las sociedades democráticas, que reconocen y protegen el derecho del ser humano al libre desarrollo de su personalidad (proyección y evolución), no pueden basarse en formas moralistas o religiosas de grupo para establecer qué se puede reconocer o no, para lograr la protección del Estado y la efectividad de sus derechos. Mucho menos estas formas de pensamiento deben permear en las autoridades encargadas de establecer los mecanismos que ayuden a garantizar derechos, ya que sirven a toda la sociedad, no a sus creencias personales, y están obligados a lograr que los derechos humanos sean una realidad, pues de lo contrario incumplen con sus funciones.
La mujer es humana, no un objeto; la mujer es evolutiva y no una incubadora; la mujer es una persona plena de derechos que tiene la capacidad de decidir libremente su plan de vida sin injerencias arbitrarias de otros; lo femenino es creador, dirigente y equilibrante, y ningún pensamiento puede impedir su desarrollo o restringir sus libertades legítimas.
¿Se han percatado como el estereotipo de belleza social desde tiempos inmemorables representa la eterna juventud de la mujer y no otras edades? Esto que podemos ver en todas las dimensiones, afirma que sólo hay un ciclo vital válido: la etapa reproductiva. Un sector misógino y arcaico que controla a la sociedad sigue considerando a la mujer valiosa sólo por poder dar vida, y busca controlar las almas y cuerpos femeninos a través de la limitación de sus libertades mediante discursos discriminatorios.
Pero no toda la vida es vida humana; no todo cuerpo es cuerpo humano; el cuerpo humano es una representación, una narración de las otras y los otros, expresión simbólica del ser y pretendemos ser en el contacto objetivo, el lugar más íntimo y privado al cual ninguna persona, autoridad o norma puede ingresar arbitrariamente. Y por lo menos en México, no hay sustento Constitucional para poder intervenir el cuerpo de una persona sin su consentimiento, por lo que el ser humano, la mujer, puede decidir libremente como una parte de su personalidad se representará a través de su cuerpo, al tratarse de una realidad biológica y el ser en complemento.
Los caprichos del pensamiento, las distorsiones educativas de siglos de entornos patriarcales, no valen más que la progresividad de los derechos humanos y la ciencia. La neurobiología nos ayuda a comprender que, si bien todo es vida, no toda vida es vida humana, y que al ser humano se le distingue de otras vidas no humanas a través del funcionamiento del sistema nervioso central, por lo que no se puede hablar de ser humano sino hasta el tercer trimestre del embarazo. Todas las células son vida; incluso las células humanas pueden vivir fuera del cuerpo humano, y la prueba son los trasplantes de órganos o la reproducción sexual artificial. Incluso las células humanas tienen su genoma completo al estar vivas, pero no por eso son seres humanos; de lo contrario llegaríamos al absurdo de que, al extirpar un órgano, amputar parte del cuerpo, obtener célula sexual o sacar sangre u otro tejido, estaríamos privando de la vida a miles de seres humanos, o más bien “medios” seres humanos como en las células sexuales (si se le ha hecho algún trasplante de órganos a alguien que considera que un óvulo fecundado es vida humana, habría que avisarle que se ha convertido en una quimera de muchas personas). Las células con genoma no son un ser humano.
Científicamente la o el humano lo son hasta que sea autónomo fisiológicamente y cuando su sistema nervioso tiene estructura y funcionamiento para adquirir consciencia. Esto es la corteza cerebral que se forma y funciona hasta después del tercer trimestre de la gestación: la corteza se desarrolla entre las semanas 23 y 27, su capacidad de respuesta eléctrica en la 29, y su funcionamiento hasta la 30. Las contracciones o movimientos previos no están controlados por esa corteza cerebral, por lo que, si no existe corteza cerebral ni consciencia, no podemos hablar de un ser humano. Que un embrión humano tenga genoma humano, no lo hace ser humano ni tiene vida humana. ¡Y no lo digo yo, lo dice la ciencia! (Ricardo Tapia Ibargüengoitia es uno de esos científicos que pueden consultar).
La mujer es un ser humano pleno, independiente y autónomo que tiene el derecho a decidir sobre sí misma, su personalidad, su plan de vida y su vida en sí. Todas y todos somos femenino y masculino a la vez; todas y todos somos un único todo creador; todas y todos fuimos en distintas vidas mujer u hombre, y a la fecha lo seguimos siendo.
Para quien quiera una respuesta objetiva y científica para dejar de criminalizar los derechos de las mujeres, ahí está, sólo es cosa de leerla sin filtros prejuiciosos. Pero finalmente no es necesaria ninguna respuesta científica: la mujer es mujer y se le debe respetar y garantizar su libre desarrollo de la personalidad, decidir sobre su plan de vida y en consecuencia su cuerpo y no criminalizarla por quién es y por lo que tiene derecho. Quien quiera interrumpir su embarazo, que pueda interrumpir, quien quiera engendrar y procrear, que lo haga; pero quien quiera imponer sus ideas religiosas, anticuadas y personales sobre la evolución humana, que mejor dedique su tiempo a trabajar en sus propios problemas, pues podemos llegar a dónde queramos, sin tener que afectar la vida de los demás.