APRO/Manuel Michelone
Ciudad de México (apro).- Decía Bobby Fischer que los ajedrecistas deberían ganar tanto dinero como los golfistas. Él afirmaba que, si teníamos golfistas profesionales, por qué no ajedrecistas.
Y el patriarca del ajedrez ruso, Mijáil Botvinnik, comentaba que en la Unión Soviética había muchos violinistas profesionales, por lo que el ser ajedrecista debería también considerarse una profesión. Y es que el ajedrez es más que un pasatiempo, es prácticamente una profesión y quizás nos parezca extraño en nuestros países latinoamericanos, pero en otras tierras hay quien se prepara para convertirse en jugador profesional de ajedrez. Rusia y Ucrania son dos ejemplos triviales en este sentido.
Desde luego que el ser un profesional del ajedrez, vivir de jugar torneos, no es para cualquiera. Finalmente hay una competencia directa y en todos los deportes en donde esto ocurre hay ganadores y perdedores. Para poder vivir del ajedrez se requiere un amor a toda prueba por el juego, además de sacrificar una vida más o menos tradicional. El ajedrecista va de torneo en torneo, de competencia en competencia, viviendo en hoteles y viajando, muchas veces sin de verdad poder conocer los países que visita porque simplemente lo único que importa es la sala de juego.
En el pasado, el ajedrez no era una profesión realmente y calificaba para mucha gente como parte de los “juegos de azar”. Y aunque, de entrada, el azar en ajedrez no existe, como éste se jugaba en cafeterías, en billares y en lugares “poco serios”, la gente no lo tomaba en su justa proporción. Sin embargo, cuando el juego se estructuró incluso con una Federación Internacional, el título de quién era el mejor jugador del planeta, el Campeón del Mundo, comenzó a ser interesante. En los años 20s y 30s del siglo pasado, jugadores como Capablanca y Alekhine sufrían para mantener un nivel de vida solamente jugando al ajedrez. Ambos eran profesionales del juego y aparte de ser los mejores del mundo, tenían que repartirse las bolsas de premios, bastantes limitadas en esos años. Vamos, esta tendencia de premios escasos llegaba al encuentro por el título mundial. En 1966 Boris Spassky y Tigran Petrosian jugaron un match por dicho título. La bolsa era de apenas 5 mil dólares.
Fue Bobby Fischer quien atrajo la atención mediática y cuando le ofrecieron 125 mil dólares (en 1972), para jugar por el título mundial, al norteamericano le pareció poco dinero. Fue un millonario británico el que puso otros 125 mil dólares para quitarle a Bobby Fischer todos los pretextos y que jugase contra el campeón del mundo de ese entonces, Spassky, a quien venció en uno de los matches más interesantes del ajedrez moderno.
Hoy hay un grupo de jugadores, unos 20, quizás 30, que son el ajedrez de elite. Estos extraordinarios ajedrecistas viven del ajedrez y viven muy bien. Los premios en muchos torneos, incluso de partidas rápidas y por Internet, sobrepasan por 5 a 6 veces lo que Spassky ganaría cuando derrotó a Petrosian, y eso sin contar que estos torneos modernos se juegan a ritmos rápidos y que no son el ajedrez clásico, de meditar por horas. No, hoy hay torneos en donde este grupo elitista se embolsa miles de dólares por jugar un torneo de fin de semana.
En la opinión de quien escribe, los ajedrecistas de alto nivel merecen esos premios y muchos más. El llegar a jugar a estos niveles implica lo que cualquier carrera exige: tiempo completo, completísimo. Y, además, en el caso de nuestro juego, el hecho de que hay tanta competencia que obliga a los ajedrecistas a trabajar diez, doce horas, quizás más por día, para mantenerse en la elite del ajedrez mundial.
Es tan complicado esto que jugadores que hace diez años eran la elite ya no están entre no los 30 mejores del mundo. Vamos, están muy por debajo. Y es que hay mucha competencia, muchos jóvenes y muchas herramientas que los nuevos maestros usan para desarrollar sus habilidades y llegar a ser de los mejores. Y esto es probablemente lo que ha sido el cambio más significativo en el ajedrez moderno. Hoy, gracias a los programas de ajedrez, que juegan como el mejor gran maestro, además de una cantidad gigantesca de partidas comentadas, videos, monografías, libros electrónicos, etcétera, los ajedrecistas de hoy pueden ser más fácilmente profesionales. Y esta es la tendencia que seguramente seguirá en los próximos años.