La teoría de género nos ha enseñado que muchas de las distinciones que solemos hacer entre hombres y mujeres, son fruto de convenciones sociales que desafortunadamente han sido, en la mayoría de los casos, desventajosas para los derechos de nosotras; sin embargo, dentro de las diferencias funcionales que la naturaleza sí ha proveído a las mujeres, está la posibilidad de gestar hijos y la consecuente capacidad de poder lactar.
El mes de agosto ha sido designado para la promoción de la lactancia materna, vista como un aliado de la salud pública, pues la ciencia dice que la leche materna posee en la justa medida, todos los nutrientes e incluso anticuerpos que necesita un bebé para su supervivencia y para lograr una buena salud, incluso para prevenir a largo plazo algunas enfermedades y afectaciones en todos los niveles, desde las caries, hasta para estimular el desarrollo cerebral.
Muchos son los beneficios para los bebés, pero también para las madres, desde la posibilidad de recuperarse más rápido en el puerperio, hasta disminuir el riesgo de padecer depresión posparto, así como algunos tipos de cáncer, propios de la mujer.
Pese a todas estas bondades dentro de las cuáles incluso podría inscribirse la económica, todavía existe mucha reticencia a la práctica de la lactancia; señala Save the children México que la práctica de la lactancia materna exclusiva dentro de los primeros seis meses de vida, se ha reducido de un 22.3 por ciento a un 14.4 por ciento lo que por supuesto debe generar una alerta generalizada.
Si bien la lactancia plantea grandes ventajas, también propone enormes retos en su materialización. Lactar es sin duda un acto de mucho amor por los estrechos vínculos emocionales que desarrolla entre la madre y su hijo por la cercanía física y la unión que se perpetúa más allá del cordón umbilical, pero también lo es por las dificultades de practicarla, más allá de los malestares físicos y la incomodidad corporal que genera la producción constante de leche.
Tanto lactar como decidir no hacerlo, o asumir la imposibilidad de llevarlo a cabo, son actos de valentía que no deberían tomarse por influencia o decisión de nadie más que de la madre, sin embargo, en este, como en la mayoría de las parcelas de las vidas de las mujeres, muchas son las voces que se sienten legitimadas para opinar en la materia, ya sea de forma directa o velada. Incluso suele ser un tópico de discusión muy popular para entablar diálogo con las recientes madres, sin importar la confianza que se tenga con ellas.
A las mujeres se nos cuestiona todo, si se decide lactar, se reclama por qué no alimentar a los hijos con fórmula, o por qué no suspender la lactancia de forma temprana o por qué no hacerlo de forma prolongada o por qué no dejarlos llorar para que se vayan educando. Si se decide o se debe optar por la fórmula, también se lapida la decisión “egoísta” de la madre.
Por si fuera poco, se reclama también el que la lactancia ocurra en lugares públicos, porque qué impudicia es esa de alimentar a un bebé a la vista de los demás. Para evitar la molestia en los presentes, se ha de utilizar cualquier cosa, una cobija, una sábana o lo que sean incluso se han diseñado artefactos que fungen como una suerte de carpa para tapar al menor, no importa que el clima sea de esos calurosos que nos regala nuestra ciudad en un día de mayo, más vale que el bebé sude la gota gorda a que se pueda ofender la moral pública.
Porque la lógica de nuestros días nos dice que los senos son aprobados solamente cuando son usados como objeto de sexualización y placer, desde en el porno, hasta en campañas de mercadotecnia o en videos de reggaetón. La lactancia no vende, no satisface esa objetivación de lo femenino en el sistema patriarcal.
Sin duda nunca serán suficientes los empeños para impulsar la práctica de la lactancia materna, en materia de derechos, lo único reglamentado más o menos en forma, al tenor de la lactancia, es el tiempo que posteriormente a la incapacidad por el nacimiento de un bebé se debe permitir a las trabajadoras ausentarse de su trabajo para llevar a cabo la lactancia, la realidad es que ese derecho en la práctica es frecuentemente vulnerado, no sólo en cuanto a la imposibilidad de salir del centro laboral para llevarla a cabo, sino incluso ni siquiera con la posibilidad de contar con espacios dignos para la práctica de la extracción de leche materna, pese a que todas las recomendaciones invitan a la instauración de lactarios, no existen las políticas públicas ni voluntades suficientes para impulsar la práctica de la lactancia.
Por su parte, también hay personas y funcionarios muy comprometidos con ella, en el caso de nuestro estado, el Banco de Lecha Materna que pese a las limitaciones lleva a cabo una gran labor con la recolección de las donaciones de frascos para contener leche, con la colecta de la leche que de forma constante comparten mamás, con los niños prematuros del Hospital de la Mujer.
Este mes es un buen momento para apoyar esta y otras iniciativas que fomenten la lactancia, desde tolerar y respetar su práctica en todos los espacios, incluido el espacio público, pasando por omitir juicios al respecto que no nos son solicitados, hasta, en la medida de lo posible aportar nuestro granito para que esta agua de vida pueda llegar a más niños cada vez, hasta universalizarse para todos los recién nacidos.