La noche del pasado viernes 13 de agosto dio inicio la tercera temporada 2021 de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes con un soberbio concierto, verdaderamente majestuoso, celebrado en la Catedral de Aguascalientes en el marco del programa cultural del quincenario en honor de Nuestra Señora de la Asunción, patrona de esta diócesis, e independientemente de las creencias religiosas de cada persona, incluso si no se tiene algún credo, nadie podrá objetar el hecho de que estas celebraciones son parte fundamental de las tradiciones de este noble pueblo de Aguascalientes y son parte de la cultura popular de la “Tierra de la gente buena”, parafraseando a don Alejandro Topete del Valle.
Por razones de sobra entendidas, el concierto, aunque fue gratuito, se controló el acceso con boletos y así poder garantizar la seguridad de todos los que asistimos a esta primera fecha de temporada de nuestra máxima entidad musical.
El concierto inició con la obertura de la ópera Orfeo y Eurídice de Gluck, una obra breve pero intensa. Es uno de los temas que más han llamado la atención de varios compositores a lo largo de toda la siempre inconclusa historia de la música, Claudio Monteverdi entre otros se han ocupado de este apasionante tema mitológico, quizás junto con el Doctor Fausto, el tópico literario más frecuentado por la música.
La segunda obra programada fue una de esas obras colosales, majestuosas que data del período barroco, es la Suite de la Música Acuática de George Friedrich Haendel, obra que el maestro compuso para ser interpretada en un barco mientras que el monarca británico daba un paseo por el río Támesis. Es una de las obras más suntuosas, más brillantes y majestuosas en este generoso período de la música llamado barroco. De hecho la dotación instrumental que ejecutó esta suite en aquel paseo real por la arteria más importante de la ciudad de Londres fue mucho más robusta que lo que era habitual en el siglo XVIII, recordemos que en ese tiempo la orquesta, como la conocemos actualmente no existía, la música era ejecutada por pequeños ensambles que difícilmente rebasaban una veintena de músicos, pero con el fin de que su majestad pudiera escuchar con claridad desde su embarcación, -los músicos iban en otro barco- Haendel utilizó un volumen orquestal sin precedentes en el barroco.
En realidad se trata de tres suites cuya duración total haría imposible presentarse en un concierto, así que el maestro Lanfranco Marcelletti hizo una selección de las dos primeras suites para presentarlas en este concierto en Catedral y ajustarse debidamente a los tiempos.
Cada vez encuentro más sólida, convencida y adaptada a la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes a la forma de trabajo, las exigencias y el estilo del maestro Marcelletti, y esto es importante mencionarlo por el hecho de que el maestro tomó posesión de su cargo como titular de la OSA en medio de la crudeza y crueldad de la pandemia lo que le impidió trabajar como seguramente él hubiera deseado, no ha podido trabajar, lo hará ya esta temporada, con la orquesta completa, lo que le obligó a explorar repertorios poco comunes para una orquesta de gran formato y adaptar las dimensiones de la orquesta a las exigencias y protocolos de sanidad, que la verdad, lejos de limitar el trabajo, abrieron nuevas posibilidades para nuestra Sinfónica al trabajar con pequeños ensambles de música de cámara, lo que, por supuesto, permitió al maestro Marcelletti conocer la que ahora es su orquesta, desde las entrañas.
Este primer concierto terminó con la ejecución de la Cantata Ich Habe Genug, BWV 82 de Johann Sebastian Bach, que podríamos traducir como Tuve suficiente y está basado en el capítulo 1 del tercer Evangelio, el de San Lucas, cuando la Virgen María lleva al templo a su hijo y ella es purificada después de los 40 días del parto. Esta cantata de Bach está inspirada en lo que nos dicen las escrituras que dijo Simeón al poder tener en sus brazos el niño Jesús, esta era la razón de su vida, para eso había vivido, para conocer al Redentor, de ahí la frase que da título al BWV 82 de Bach: “he tenido suficiente, ahora puedo morir tranquilo”. No sabemos de quién es el libreto, pero está basado en este pasaje del Evangelio de San Lucas.
La obra, ahora sí obedeciendo a las condiciones y características del barroco, requiere una dotación instrumental reducida, la primera parte de la cantata con un oboe en segundo plano acompañando al solista, que en este caso fue el barítono Fernando Reynoso Jurado, un joven cantante, apenas 24 años de edad pero ya con una gran trayectoria que le ha permitido participar en producciones operísticas en diferentes partes del mundo, no obstante cantar oratorio es otro asunto, lo digo como simple melómano, me parece que es mucho más complicado porque mientras que en el repertorio de ópera el cantante asume otro personaje, en el oratorio es él mismo quien se presenta en el escenario y asume su individualidad sin ningún disfraz. Sin embargo me pareció que, aunque con una voz privilegiada y asumiendo con responsabilidad el compromiso que plantea la obra del padre de la música, tiene actitudes protagónicas de las que se podría prescindir y permitir que la música sea el único y gran protagonista de la noche. Pero finalmente esto no es más que una opinión personal, es cosa de estilo y habrá, sin duda, a quien le guste esta forma.
La próxima semana la Sinfónica nos presenta en su segundo concierto de temporada un programa compuesto por la Sinfonietta, Op.188 de Raff; la Sonata Pian’e Forte de Gabrielli y el Tuba Mirum, Lacrymnosa y Sanctus del Réquiem de Verdi con arreglos para orquesta de Chip Stefano.
Esto será el próximo viernes 20 de agosto a las 20:30 horas en la Parroquia de Nuestra Señora de Lourdes. Por ahí nos veremos si Dios no dispone lo contrario.
