Por descuido caí en uno de los programas de revista de la televisión abierta, durante el tiempo que lo estuve viendo se me reveló la fórmula con que ahora llenan los conductores el tiempo, comentan contenido sustraído de las redes sociales, imágenes chistosas y videos escandalosos, las noticias se generan a partir de los comentarios. Más tarde, en los noticiarios repiten una nota sobre el escándalo provocado por la conducta delincuencial de un grupo de influencers que vejaron a un migrante.
En los programas matutinos reprodujeron escandalizados las vejaciones que sufrió el migrante agredido, en los noticiarios se le daba el giro al acuerpar la difusión del hecho con comentarios acerca de la necesaria acción de las autoridades en contra de estos delincuentes y la necesaria regulación de los contenidos en redes, más de uno demandó que se pusiera un alto al grupo que se grabó humillando y engañando al migrante.
Nada distingue la forma de abordar un hecho de los programas de revista y los noticiarios, ambos hicieron una selección, eligieron difundir esa noticia antes que otra, priorizaron que la “denuncia” de los influencers era más relevante que cualquier otro tema. Aunque son programas diferentes, ambos eligieron el artificio del escándalo antes que la información.
No es poca cosa comentar y difundir los contenidos elaborados para la idiocia de un sector de las redes sociales, es que al priorizarlo por encima de otros contenidos informativos, darle más espacio que a las notas de investigación, los medios tradicionales se transforman en amplificadores de la estupidez, envolviendo el abandono del periodismo de una supuesta visión crítica de lo que se hace en los medios alternativos. No siempre lo que hacen los influencers son paparruchas, son más peligrosos, porque generan basura, ruido, al que no basta aplicar el sándwich de la verdad, porque no hay nada que desmentir ahí, son delincuentes, irresponsables y estúpidos… y en la búsqueda de audiencias, los medios tradicionales los enjuician sin darse cuenta la relevancia que le dan a esos contenidos al reproducirlos.
El reproducir sin seleccionar la estupidez de los influencers, los amplificamos, urge al periodismo una ética de la transmisión.
Coda. De nuevo Tomás Eloy Martínez: “El periodismo encuentra su sistema actual de representación y la verdad de su lenguaje en el momento en que se impone una nueva ética. Según esa ética, el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué y el cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez”.
@aldan