Lecciones de esta pandemia (I)/ El peso de las razones  - LJA Aguascalientes
18/04/2025

Hemos inventado términos horribles para designar realidades horribles: posverdad, fake news, hechos alternativos, negacionismo, infodemia… Lo cierto es que, aunque no nuevas, se presentan en los últimos años varias tendencias nada halagüeñas: la verdad se somete a disputa democrática, se denosta a los expertos y se les extirpa de los centros vitales de nuestras sociedades, los líderes políticos desestiman el consejo especializado y se enfrentan de manera abierta a la comunidad científica, la técnica se peyoratiza como tecnocracia, se mira con recelo a los científicos cuando se pronuncian sobre asuntos de interés público y se les concibe como meros actores políticos, y se utiliza la actitud de sano escepticismo como un arma política y económica. Al final, el relativismo triunfa, la verdad se mira con sospecha, y todo esto cuesta muchas vidas.

Frente a estas tendencias, la reacción de la comunidad científica ha sido torpe y lenta. Como si fuese la perdedora de una larga disputa electoral, le ha costado articular una respuesta contundente, coherente y consensuada. Le ha costado también comprender las causas de la situación actual y construir puentes hacia la ciudadanía. Mientras el progreso científico en las últimas décadas ha sido deslumbrante y cuantitativamente inmenso, a la vez se ha abierto una profunda brecha entre expertos y legos. La capacidad de respuesta mutua entre la ciencia y la población es insuficiente: la formación científica de la ciudadanía es deficiente, y la comunidad científica ignora muchas veces su responsabilidad comunicativa y democratizadora del conocimiento.

Mi descripción, si es correcta, es cuando menos inquietante. Es por ello que me siento en el deber de celebrar los esfuerzos de la comunidad científica por divulgar sus hallazgos, y darles difusión y recomendarlos cuando son exitosos.

Salvador Macip -experto en las bases moleculares del cáncer y el envejecimiento- ha escrito un pequeño opúsculo en el que busca resumir las lecciones que debería dejarnos la pandemia de covid-19. Lecciones de una pandemia. Ideas para enfrentarse a los retos de la salud planetaria (Barcelona: Anagrama, 2021) es un relevante esfuerzo de divulgación. Está estructurado alrededor de cuatro cuestiones: ¿en qué radica la novedad de la pandemia actual?, ¿qué deberíamos hacer antes de una crisis como a la que ahora nos enfrentamos?, ¿qué deberíamos hacer durante la crisis?, y ¿qué deberíamos hacer después? Lo que sigue ahora es mi intento de condensar sus respuestas principales a estas preguntas. Los argumentos detallados quedan para la lectura que, espero, quienes leen estas líneas hagan de este pequeño libro.

Para Macip, lo que esta pandemia nos ha mostrado con claridad es la fragilidad de nuestro estilo de vida, y las dificultades políticas y logísticas para afrontar una crisis sanitaria global. Nos habíamos enfrentado a enemigos similares, pero la pandemia de covid-19 es única en un sentido importante, pues es “la gran crisis sanitaria del mundo moderno, entendido como una sociedad hiperconectada (tanto por la gran capacidad de movimiento físico como por el flujo inmediato de información), y la más globalizada de la historia” (p. 10). De manera adicional, esta pandemia mostró que no estábamos preparados para una crisis de este tipo, por lo que bien haríamos en prepararnos para la siguiente, que la habrá, aunque no podamos predecir una fecha exacta ni qué la causará. Un microbio más letal que el SARS-CoV-2 junto con los mismos errores que cometimos antes y durante esta pandemia podría ser una combinación catastrófica. Así, deberíamos “aprovechar, pues, todo el conocimiento que hemos acumulado a lo largo de los últimos meses para analizar qué se ha hecho mal y cómo deberíamos organizarnos para responder a otra emergencia que amenace a la salud de la humanidad de manera aguda” (p.11). Macip subraya que la mayoría de las acciones que podrían blindar nuestra salud están fuera de nuestro alcance actual, pues dependen de una cooperación y coordinación globales que requieren una voluntad y compromiso políticos improbables. No obstante, en nuestras manos está de cualquier manera ejercer presión para que los cambios necesarios se realicen. Lo que queda claro es que hoy “el verdadero peligro para la humanidad no surge tanto de nosotros mismos como de la naturaleza y de las interacciones que mantenemos con ella” (p. 12). Los microbios, deberíamos tenerlo claro ya, son uno de los principales riesgos de la salud planetaria.

Antes de la pandemia. Dado que las enfermedades infecciosas son un problema global, requieren una respuesta unificada. Sin embargo, “desarrollar un sistema de respuesta lo más coordinada posible a las crisis de salud globales [es] una respuesta que actualmente no existe ni siquiera en fase de planificación” (p. 16), y es una idea de difícil implementación. La OMS, por ejemplo, sigue siendo un órgano meramente consultivo, y hay poco interés de los gobiernos en ceder incluso una “pequeña parte de su soberanía para que los expertos tomen el control en momentos puntuales” (p. 17). Por tanto, una coordinación global, como la requiere una emergencia sanitaria como la actual, es improbable. Para Macip una respuesta realista sería la siguiente: “A falta de una estructura supranacional con poder para tomar decisiones, la alternativa más factible es que los países se organicen por regiones (…) Por muy bien que lo haga un país, si el de al lado no sale adelante acabará pagando la incompetencia de sus vecinos, a menos que se aísle totalmente del exterior, lo que no siempre es posible o deseable” (p. 18).

Los protocolos sanitarios, piensa Macip, deben diseñarse a partir de la máxima “espera lo mejor, pero debes estar preparado para lo peor”. Frente a la pandemia de covid-19 no vimos una preparación de este tipo. Se requieren, además, guías claras de actuación y darlas a conocer a la ciudadanía para evitar sorpresas. Se deben ponderar los posibles riesgos y sus probabilidades: “Si, en un momento determinado, hay tres posibles caminos que puede seguir una crisis sanitaria (mejorar, quedarse igual o empeorar), lo más importante es analizar qué riesgo hay de que pase lo peor. Si no es prácticamente cero, hay que invertir todos los recursos en estar preparados” (p. 20). De manera adicional, en este caso nos enfrentamos a una paradoja inevitable: una buena prevención hace que la población le reste importancia a las acciones que la han causado. Frente a ella “solamente se puede luchar incrementando el conocimiento general de la población, lo que requiere de tiempo y paciencia” (p. 24).

Una buena manera de estar preparados frente a una crisis sanitaria como la actual pasa por la inversión constante en la ciencia. Una de las causas por las que no se pudo contener a tiempo la pandemia actual pasó por la falta de inversión en la investigación sobre coronavirus, que ya había mostrado su importancia con el primer brote de SARS. Como este microbio no fue suficientemente infeccioso, esta inversión no se vio como una prioridad, y “así llegamos a 2020 sin un tratamiento contra los coronavirus: ni vacuna ni fármacos” (p. 25). En este punto conviene citar en extenso a Macip, para terminar esta primera entrega: “A veces puede ser difícil hacer entender a un político que hay que invertir en ciencia para prevenir, quizás porque los beneficios son a demasiado largo plazo (…) Quizá la razón es que no existen los lobbies adecuados ni sale beneficiada gente con el poder suficiente como para influir en los gobiernos. A los científicos siempre es fácil ignorarlos, porque a menudo ni siquiera tienen el apoyo de la ciudadanía, que no alcanza a entender para qué son necesarios. / Podemos utilizar la metáfora de la planta: si queremos que florezca, hay que regarla un poco cada día, no podemos verterle un cubo de agua de golpe y esperar resultados en pocas horas. La investigación requiere una financiación sostenible y a largo plazo. La mayoría de los gobernantes suele tener una perspectiva a cuatro años vista, mientras que la ciencia necesita garantías para decenios”. (pp. 26-27).

mgenso@gmail.com



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