Estamos a un par de días de escuchar el tercer informe de gobierno constitucional del presidente López Obrador, quizá fuera de la serie que él mismo inauguró al inicio de su mandato, y que bien podría ser el décimo ejercicio de esta naturaleza. Sin embargo, este tiene la peculiaridad de ser el que marca la mitad del camino recorrido por su administración, que se presumió disruptiva y transformadora de la vida nacional, y que la realidad, más que la oposición, ha planteado un serio mentís a la narrativa oficial de la 4T y la tiene haciendo malabares.
Pero ¿qué va a informar el presidente López este 1 de septiembre? Sus logros en ¿qué? En el combate a la corrupción, que, según el propio primer mandatario, representa el mayor “cáncer” de la vida pública mexicana, no hay mucho que reportar. De acuerdo a un estudio de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, durante el primer semestre del 2021, las adquisiciones de la administración pública federal se otorgaron a través del mecanismo de adjudicación directa el 80.6 por ciento de los contratos, por la suma de 74 mil 639 mdp, estos datos se obtuvieron de una revisión del sistema abierto de Compranet a julio de este año, así, en promedio, el gobierno federal entrega diariamente 45 contratos por licitación pública y 308 por adjudicación directa. Adicionalmente, 688 mdp en contratos de publicidad del gobierno, esto es el 95 por ciento del total asignado, se han otorgado bajo el cuestionado mecanismo. La cifra más alta de la historia reciente desde que se lleva un registro del tema. ¿Algo qué presumir? Na.
El lema de campaña de la coalición encabezada por el partido del presidente de “Juntos haremos historia”, y que se cansó de repetir hasta el arrollador convencimiento del 1 de julio del 2018, de “Primero los pobres”, nos arroja, de acuerdo con el Coneval, una preocupante cifra de 3.8 millones más de mexicanos que se han incorporado a la pobreza y ahora forman parte de esa realidad por la que prometió trabajar la Cuarta Transformación. Esto ¿será informado de alguna manera?
En su esfuerzo diferenciador de la 4T respecto a los gobiernos precedentes, conservadores y neoliberales, al referirse a la lucha contra la inseguridad y la delincuencia organizada, las críticas más acérrimas rondaban en torno al uso desmedido de las fuerzas armadas en la vida del país, y su exposición y desprestigio ante la opinión de la población; así como la irregular y cuestionable actuación de la policía federal preventiva en la garantía de la seguridad. En el discurso de campaña el compromiso era regresar al ejército y la marina a sus cuarteles, y crear una fuerza con mando civil que sustituyera a la policía federal, la ya famosa Guardia Nacional. Pero este 2021, sólo se ha fortalecido la presencia de las fuerzas armadas en la vida cotidiana de México. La política de “abrazos no balazos” encapsuló la actuación de las fuerzas del orden a sólo exhibiciones de convoyes por las ciudades y carreteras del país, pero bien guardadas las armas y las acciones, salvo casos muy específicos. El punto es que esta administración tiene en su currículum la muerte de 75 mil 92 mexicanos por homicidios dolosos, con datos del Secretariado Técnico del Sistema Nacional de Seguridad Pública, cifras oficiales pues. Aunque debemos admitir que no contamos con la estadística oficial de cuántos abrazos fueron concedidos a los grupos de la delincuencia en el país y sus posibles efectos inhibitorios de la inseguridad.
En medio de la pandemia, el 1 de septiembre de 2020, en su segundo informe de gobierno, en el ámbito oficial, con el sistema escolar paralizado y las clases a distancia basadas en medios electrónicos, básicamente la televisión y el internet, y ante la insuficiente cobertura de la conectividad y acceso a este último recurso tecnológico, al presidente López se le hizo fácil comprometerse a brindar un 100 por ciento de cobertura en territorio nacional y de fácil acceso para que todos los niños y adolescente tuvieran oportunidad de seguir sus estudios en línea. Vamos a esperar sus otros datos, para conocer el avance de este compromiso, o las explicaciones de su probable incumplimiento. También los mexicanos sabemos cómo se las gasta el presidente para escurrir la responsabilidad, o quizá sólo recurra a la desmemoria institucional.
En materia económica, desde que se desató la pandemia, este sector ha sido el más afectado y más abandonado a sus propias fuerzas y recursos. Ya se dijo: “el que deba quebrar que quiebre”. El año pasado representó una caída del PIB de alrededor del 8.5 por ciento, y se perdieron más de tres millones de empleos formales y más de seis millones de los informales. La reactivación económica de los Estados Unidos ciertamente nos ha beneficiado, y ello se detecta por diversos frentes, un aumento considerable de las remesas, un incremento en las importaciones norteamericanas de diversos productos manufacturados y productos agropecuarios, la absorción de mano de obra que México no puede ocupar, etcétera. Sin embargo, es también una realidad que los inversionistas nacionales y extranjeros, desconfían de la narrativa agresiva cuatroteísta en materia de seguridad de las inversiones. En junio de este año, la inversión extranjera directa (IED) cayó en un 23.2 por ciento respecto al mismo período del año pasado, esto es, pasó de 24.9 a 18.4 mdd. Así mismo, se registró una salida de recursos financieros en los primeros seis meses del año por 12 mil 573 millones de dólares. Ni la recuperación del empleo ni la inversión son indicadores muy halagüeños para México. Seguro el presidente informará a los mexicanos al respecto, aunque también debemos esperar la aplicación de los “otros datos”.
Las cifras en salud no difieren mucho de las anteriores. A la fecha, al menos, oficialmente, han fallecido 257 mil 906 mexicanos por covid-19, estamos surfeando la tercera ola, y no hay indicios de mejora, contagios al máximo y el regreso a las clases presenciales en la educación básica. Uf.
A medio sexenio, ¿ya alcanzamos a la media transformación? Ya lo anunciará el presidente.