Cuba vive un momento histórico, quizá el más importante de los últimos 70 años. El pueblo ha tomado las calles, harto de la dictadura que se ha comido, desde las entrañas, lo que alguna vez fue una Nación próspera.
El efecto de la pandemia de covid-19, combinado con las carencias que viven millones de familias cubanas, fue la gota que derramó el vaso.
Los ojos voltearon de inmediato a la isla, porque en décadas no se había visto un estallido social como el ocurrido el 11 de julio. Por primera vez, desde que Castro tomó el poder en 1959, el pueblo se levantó contra el gobierno (en este caso el de Miguel Díaz Canel).
Las lecciones de Cuba y de lo que ocurre hoy ahí, son muchas.
Aunque no existen cifras oficiales de pobreza, la Organización de los Estados Americanos (OEA) estima que actualmente el 80% de los cubanos vive en esas condiciones y no tiene acceso ni siquiera a servicios tan elementales como el agua potable, la energía eléctrica y la atención médica.
En sesenta años, el castrismo pulverizó, así nada más, las esperanzas y las oportunidades de muchas generaciones.
Sin embargo, la revolución cubana es, por sí misma, uno de los episodios más significativos del siglo pasado. La historia de Fidel, del Che Guevara, del comandante Camilo Cienfuegos y otros artífices del movimiento armado que sacudió al planeta entero, fue la inspiración de muchas revoluciones alrededor del mundo, incluidos varios países de América Latina.
Decir que lo uno, fue consecuencia de lo otro, sería injusto y poco objetivo. Cada uno de estos capítulos tiene sus propias condiciones.
Lo que sí es inobjetable es que el movimiento guerrillero (y después político) de Fidel, desembocó en una feroz dictadura que encontró los mecanismos para autorregularse y mantenerse por décadas, a costa de la vida de millones de cubanos.
Exculpar al régimen castrista por factores externos, como las sanciones económicas interpuestas de Estados Unidos, sería absurdo (pues estas fueron la consecuencia de la alineación con el comunismo soviético). Ahí está la implantación de una economía de Estado que destrozó toda inversión y capital privado, condenando al pueblo a las dádivas y parámetros del gobierno cubano. Eso no hay a quien achacarselo.
Hoy, a pesar de los actos de intimidación, represión y persecución por parte del gobierno de Díaz Canel, los cubanos continúan en pie de lucha, valiéndose de las redes sociales para denunciar y hacer visible lo que acontece en la isla.
En alguna ocasión el exembajador de España, Carlos Alonso Zaldívar, dijo en una entrevista que no tenía duda de que Cuba era una dictadura, “una dictadura sí, pero con un amplio respaldo popular”, y eso puede confirmarse también en las contraprotestas orquestadas por el régimen, que han tenido eco entre la población.
No sabemos cuál será el desenlace de este nuevo capítulo en la historia de Cuba, pero sí que ante las violaciones de Derechos Humanos y frente al actuar de una dictadura, lo menos que podemos hacer es manifestar nuestro rechazo y condenar de manera enérgica cualquier acto de violencia contra nuestros hermanos cubanos.
Por lo pronto, toda mi solidaridad con el pueblo cubano y un mensaje de fuerza y esperanza que nace de lo más profundo de los lazos culturales que nos hermanan: ¡Patria o vida desde México!