APRO/Manuel Michelone
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha asegurado que los niños y jóvenes tienen que regresar a clases a finales de agosto porque esta es la mejor terapia, después de estar confinados por más de un año.
De acuerdo con el presidente, hay que tomar en cuenta la salud mental de los menores. El mandatario dice que no se pueden cerrar las escuelas y que pese al incremento por covid-19, no hay riesgos menores para los niños. Concluye que no debería usarse la pandemia como excusa para no regresar a las clases presenciales.
Las palabras del presidente de México parece que olvidan el problema de los contagios, de las posibles muertes que podrían enfrentarse si se abren las escuelas por un capricho y sin considerar los datos que muestran los focos rojos de esta –aparentemente– interminable pandemia.
Por ejemplo, el 23 de julio del 2021, México suma 16 mil 421 contagios por covid-19 en 24 horas, nuevo máximo en la tercera ola. La SSA reportó también 328 nuevas muertes para un acumulado de 237 mil 626 decesos. El total de contagios es de 2 millones 726 mil 160.
Estos datos vienen de la metodología que se ha estado usando para monitorear la enfermedad, y no sólo en México, sino en todo el mundo. Esta “tercera ola” de contagios se acerca al primer pico y los gobernantes deberían pensar que quizás no estamos aplanando curva alguna y que, de alguna manera, estamos enfrentando un rebrote muy fuerte de la pandemia, con los resultados previsibles: más decesos, más contagiados, más problemas para atender a todos en un país con un sistema lamentable de salud pública, entre tantos factores que la pandemia nos ha mostrado que no somos ni ligeramente eficientes.
Y es que las matemáticas están modelando la pandemia, y es así como se busca predecir lo que va a pasar. Y los matemáticos fallan constantemente en sus modelos porque no tienen control de variables como el hecho de no obligar a usar cubrebocas (como al principio de la pandemia decía el doctor López Gatell), o bien, al hecho de que el confinamiento se estaba relajando demasiado rápido. Y es que hay variables que están fuera del control de los matemáticos, como el decir que estamos en semáforo amarillo para poder votar de manera “segura”, lo que equivale a hacer un uso político de la pandemia, sin importar muertos y contagios.
La ciencia ha demostrado que tiene capacidad de predicción y los modelos hechos por computadora han podido darnos una idea muy clara de cómo vamos y de si estamos haciendo las cosas bien. Y podemos entonces preguntarnos al respecto cuando tenemos cifras como estas: México está en el cuarto lugar con más muertes por covid-19 en el planeta, detrás de Estados Unidos, Brasil y la India, y es decimosexto en número de contagios confirmados (de acuerdo a la Universidad Johns Hopkins). La pregunta es entonces ¿Estamos manejando bien la pandemia? Tal vez no, pero la decisión presidencial de iniciar clases después del 30 de agosto no parece ser muy acertada, considerando los números, los datos, los modelos computarizados de las cifras a las que tenemos acceso.
¿Qué debemos hacer entonces? Las decisiones sobre este particular tienen que ver con un tema de vida o muerte. No es un tema menor y la Secretaría de Salud tiene la obligación de considerar la realidad que vivimos y lo que dicen los científicos y matemáticos que estudian y modelan el comportamiento del covid-19 en nuestro país. Tomar decisiones autoritarias no es la solución. Y sí, es entendible que “la sociedad ya está cansada” de la pandemia, como dice el propio López Gatell, pero eso no debería ser el argumento para salir del confinamiento o relajar la vigilancia epidemiológica. Está la vida en juego y las clases presenciales, si no son seguras, habría que seguir manteniéndolas en espera. Actuar de otra manera es despreciar la ciencia, las matemáticas, el cómputo, y el sinfín de científicos que trabajan todos los días tratando de medir lo que pasa con el covid-19. Que quede de reflexión.