PRI: Una sensación recurrente de extinción - LJA Aguascalientes
23/11/2024

APRO/Arturo Rodríguez

 

Horas antes del zafarrancho del 29 de junio, que dejó un herido de bala, la sede nacional del PRI recibió un contingente decidido a establecer un plantón para exigir la renuncia de Alejandro Moreno Cárdenas como dirigente nacional del partido; entre un hecho y otro también llegó al lugar un grupo de apoyo a Moreno. Los inconformes iban encabezados por Ulises Ruiz, el exgobernador de Oaxaca, quien tuvo un cruce de declaraciones con el líder partidista después de los hechos de violencia.

A tres años de la debacle electoral que sacó a ese partido de la Presidencia, y a tres semanas de la elección en la que perdió ocho gubernaturas, el episodio, aun sin ser una crisis interna, proyectó algunas de las peores prácticas políticas asociadas a la historia del PRI:

El acarreo de unos y otros; un grupo de choque, cuya actuación nadie reivindica y, en el terreno declarativo, señalamientos por el pasado represor de Ulises Ruiz, quien, en respuesta, acusó nepotismo en candidaturas plurinominales, así como un presunto desvío de 400 millones de pesos de las arcas de Campeche, advirtiendo un proceso penal sobre el exgobernador de esa entidad que hoy dirige el partido.

La autoría intelectual de la trifulca no es clara. Moreno acusa a Ulises Ruiz de haberla orquestado; y este responde que se trata de un “montaje” para imputarlo política y penalmente para desestimar su “movimiento” que, sin embargo, contrasta con la actuación identificada en las imágenes de los hechos ocurridos en la calle Héroes Ferrocarrileros.

En las entrevistas concedidas por la exdiputada Nayelly Gutiérrez Gijón, quien junto con Ruiz encabeza el plantón en la sede priista, son identificables dos personajes en su entorno, quienes portaban palos durante el encontronazo. Además, entre los agresores destacan Antonio Baltierra, líder del Sindicato de Meseros de Ecatepec, afiliado a la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos; Mario Machuca, líder croquista en Benito Juárez (Cancún), Quintana Roo, organización que a nivel nacional preside Isaías González Cuevas. Ambos participan también en el plantón encabezado por Ruiz y Gijón.

Sin embargo, Ruiz no admite la autoría y, en entrevista con Proceso, insiste en que fue un montaje: “Yo en el momento que me enteré (asegura que no se dio cuenta de los hechos pues él estaba sobre la avenida Insurgentes y el zafarrancho ocurrió en el otro extremo, cerca de la alcaldía, ­Cuauhtémoc) descalifiqué esos hechos. No tengo nada que ver en ese asunto y si Alejandro tiene pruebas de lo contrario, que las presente ante la autoridad y detengan a los que lo hicieron.

“Pero decir ‘es comando de fulano y están armados’, es un montaje que pretende dar y sobre todo descalificar el plantón que tiene un planteamiento de fondo: su renuncia, (la instalación de) una dirigencia interina para elegir nueva dirigencia y avanzar hacia la refundación del partido”.


Y abunda que existe un “pacto de impunidad” por el que el presidente Andrés Manuel López Obrador no toca a Enrique Peña Nieto, mientras que Moreno Cárdenas no toca al mandatario. También afirma que 10 gobernadores priistas operaron a favor del hoy presidente de la República en 2018 y, finalmente, que hay una conducta “obsequiosa” de los legisladores del PRI con las iniciativas del Ejecutivo.

Además, sostiene que cuatro familias acapararon las candidaturas a diputados plurinominales y, finalmente, habla de un desvío de 400 millones de pesos con fines electorales en el gobierno de Campeche por el que Moreno Cárdenas puede ir a la cárcel.

–¿Quiénes son las cuatro familias? –se le pregunta.

–Alejandro Moreno, quien metió a sus novias, novios, amigos y colaboradores; gente del Verde que no son del PRI, como el hijo de Murat (Eduardo Enrique); Rubén Moreira, su esposa (la secretaria general del partido Carolina Viggiano), su secretario particular y un hijo de ella; así como Emilio Gamboa, con colaboradores… y prestanombres de varios de ellos.

Ruiz insiste en cuestionar el respaldo de la bancada del PRI a las iniciativas de López Obrador, y se dirige al recién reelecto diputado y exgobernador de Coahuila, Rubén Moreira Valdés, quien será el coordinador parlamentario en la próxima 
legislatura.

En los comicios del 6 de junio, el PRI aumentó su votación respecto a los de 2018: tendrá 71 diputados en la próxima legislatura, un incremento importante, pues actualmente tiene sólo 46. Ese resultado es un avance, dice Moreira, quien admite en entrevista la derrota en ocho estados, si bien espera el resultado de la judicialización pendiente por Nuevo León.

–¿Hay una crisis en el partido? –se le pregunta.

–No. Nosotros tenemos un proceso histórico de mediano y largo plazos, en el que concluimos que el PRI empezó a tener dificultades con su base por plegarse a las políticas neoliberales del sexenio pasado. Hoy los resultados nos animan a decir que se ha mejorado. Ulises sigue una ruta personal, una búsqueda de poder, ajena a la idea de fortalecer la institución.

–¿En qué consiste?

–En una ambición personal y búsqueda de notoriedad, obviamente, a través de una acción criminal en contra de miembros del partido.

Al margen del episodio violento, las acusaciones cruzadas y la coyuntura por los resultados electorales, una posición presente en todas las posturas es respecto al futuro del partido.

 

El fantasma que recorre al partido

Desde 2000, cuando el PRI perdió por primera vez la Presidencia, el fantasma de la extinción recorre esporádicamente sus filas, admite Dulce María Sauri Riancho, quien en aquellos años fue dirigente del partido.

“La sensación de extinción y los pronósticos que había cuando se consumara el 1 de diciembre de 2000 la salida del presidente Zedillo eran esos, salir después de casi 70 años de gobierno. Esa sensación se recreó en 2006, con un resultado electoral adverso con presencia reducida en las cámaras de Diputados y Senadores.

“Estamos ahora en un momento de esa sensación. Pero me parece que no sólo el PRI, sino en general los partidos políticos en México tienen que revisarse, renovarse”, responde Sauri a pregunta expresa.

Desde entonces el PRI ha vivido altibajos. Una revisión de resultados históricos lo refleja: en 2000 tenía 19 gubernaturas y en las elecciones obtuvo 211 diputados y 60 senadores; en 2006, 17 gubernaturas, 39 senadores y 123 diputados, y para 2012 ganó 21 gubernaturas, 61 senadores y 241 diputados, en una elección en la que recuperó la Presidencia.

Pero en 2018 el descalabro fue como nunca: con 14 gobernadores perdió dos (Jalisco y Yucatán), alcanzó apenas nueve senadores y 46 diputados. Finalmente, de mantenerse los resultados electorales del 6 de junio último, le quedarán a finales de este año sólo cuatro gobernadores (Coahuila, Estado de México, Hidalgo y Oaxaca), con una presencia legislativa de 71 diputados.

Para Sauri el análisis de los resultados electorales implica dos aspectos: “Echar las campanas al vuelo o al luto” por el 6 de junio, mediante “un análisis puntual, cuidadoso y detallado de lo que las urnas están diciendo”.

Y el resultado es que en términos porcentuales tuvo un porcentaje mayor de votos, alrededor de 1% de lo que tuvo en 2018 para diputados federales. Eso es campana al vuelo. Y toque de luto es la derrota en las 15 gubernaturas, donde perdió las ocho entidades con gobernadores priistas.


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