Por Juan Arnulfo Aldaco Velázquez
La vivienda es un elemento fundamental para la seguridad y dignidad de todas las personas, como sociedad debería de preocuparnos, lo que sería reflejado en nuestro gobierno e instituciones. Sin embargo, los programas de vivienda social han sido deficientes e insuficientes, entre la presión demográfica y los cambios de modelos económicos han evidenciado la incapacidad del estado para ofrecer una vivienda digna a todas las personas. A pesar de la complejidad del problema, algunas soluciones pueden ser encontradas, tanto en la arquitectura, como en políticas públicas e instituciones. En el libro recién publicado Vivienda de financiación pública en el siglo XX en Montreal, Canadá, el Dr. Manuel Martín Hernández nos ofrece una mirada a los logros arquitectónicos, urbanos e institucionales de Montreal, que finalmente son reflejados en la calidad de vida de los ciudadanos a través de la vivienda y el espacio público. Me parece que se puede aprender bastante al respecto, siempre adaptándonos a la realidad socioeconómica y cultural de México al momento de implementarse.
Para empezar, en Montreal el desarrollo de la vivienda social o de financiación pública nunca estuvo limitado a las periferias (y a la consiguiente expansión de la mancha urbana), sino que también se aposto por las zonas consolidadas de la ciudad, incluso promoviendo la recuperación de barrios degradados. También existieron desarrollos importantes en edificios patrimoniales, algo que es fundamental en la preservación del mismo edificio, de la identidad del barrio y de la historia de la ciudad.
Por su parte, el diseño urbano también toma un papel protagónico, pues en buena parte es responsable de posibilitar el desarrollo de una esfera doméstica, también siendo capaz de promover una ocupación más eficiente del espacio. Nadie puede vivir cómodamente cerca de una vía con el constante ruido y contaminación de los autos, mucho más difícil será sostener una relación estable y armónica en dicho ambiente, ni dentro de la casa con la familia y pareja o afuera con los vecinos (aspecto crítico para el tejido social sano). Por otra parte, valdría la pena estudiar el valor de las viviendas sin estacionamiento, pues requieren mucho espacio, ya hay gran cantidad de viviendas en México que no tienen auto. Aunque claro, esto también requerirá inversión en infraestructura peatonal, ciclistas y de transporte público para no implicar pérdidas en la libertad.
Se mencionan algunas recomendaciones que hace Guy R. Legault, entonces director de la Oficina Municipal de Vivienda de Montreal, mismas que me parecen tienen un valor casi universal en el desarrollo de vivienda social:
1. El desarrollo de programas participativas para evitar errores detectados en el uso de espacios públicos. Esto me parece fundamental, pues los vecinos serán los que viven, gozan y sufren los espacios. La apropiación empieza con hacerse participe y actor en la transformación continua de los espacios.
2. Definir prioridades, reflexionar sobre lo esencial y lo superfluo y la elección indicada de materiales. Muchas veces se pueden encontrar maneras de mejorar la calidad de vida analizando las verdaderas prioridades de cada proyecto, quizá lo podamos relacionar con el trabajo de Alejandro Aravena y la vivienda incremental que estoy seguro se tendrá que hablar en una futura columna.
3. La revisión de las normas de construcción. Muchas veces los reglamentos de construcción proceden de una idiosincrasia, carecen de la retroalimentación constante que sugieren las nuevas tecnologías, experiencias o alternativas a problemas conocidos. Por ejemplo, está el caso de las servidumbres que alejan los edificios de las banquetas, muchas veces son excesivas y propias de los suburbios, poco compatibles con la ciudad. Si bien, distancian los espacios interiores del tráfico rodado (con el ruido y la contaminación que traen consigo), no es la única forma de conseguir una vivienda agradable. Las servidumbres se pueden reducir en tamaño o eliminar al implementar medidas de pacificación de tránsito, algo mucho más barato y que permitiría mayor aprovechamiento de los espacios.
4. Disminuir los costos de mantenimiento, aunque se incrementen los de la construcción. Muchas veces es más sencillo evitar problemas en la administración o reparaciones al hacer una mayor inversión capital, en buena parte debido a las características de la financiación pública. Finalmente, esto impactará en la calidad de la vivienda en el largo plazo.
Por otra parte, me parece fundamental el trabajo de investigación de la Sociedad de Vivienda de Quebec (provincia en la que se encuentra Montreal), pues justamente permite que se genere una reflexión activa acerca de la vida en la vivienda social, así como la necesaria retroalimentación a las normas de construcción que antes se mencionaban.
También, ha habido una inversión destacable en viviendas adaptadas para los adultos de la tercera edad, permitiendo alargar su independencia y mantener su autonomía y calidad de vida, disminuyendo la velocidad de perdida de facultades por la edad.
Tampoco es de menor importancia el papel fundamental que tuvieron los arquitectos en las exploraciones formales y tipológicas en busca de generar la mejor vivienda posible con los recursos a la mano.
Finalmente, los éxitos que ha conseguido Montreal no son simples coincidencias, son fruto de la colaboración entre arquitectos, sociedad civil y gobierno en sus diferentes niveles. Es la suma de pequeños proyectos que aportan y forman el gran ente urbano en su totalidad, no de grandes proyectos que son tan ambiciosos y toman todos los reflectores, pero por lo mismo nunca llegan a concretarse (Como el caso de Territorio de Gigantes en Aguascalientes). Es mucho mejor, dar pasos cortos, pero firmes y seguros, avanzando tanto en campos institucionales, como en la formación de organizaciones de la sociedad civil y de arquitectos entregados a la sociedad (no solo construyendo, sino también investigando y colaborando). La dignidad humana, que se manifiesta en la vivienda debe de ser una preocupación para toda la sociedad. No tener la solución en casa no es excusa, no podemos ignorar lo que sucede en otros lados, hay que aprender, reflexionar y actuar, no hacerlo sería simplemente ignorar la crisis de vivienda (y calidad de vida) que sufren tantos mexicanos, dejarlos a la merced de las viviendas del mercado.
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