En la presentación de su Quién es quién en las mentiras de la semana, como denominó el presidente Andrés Manuel López Obrador a una nueva sección en la conferencia mañanera, lo primero que se indicó es que nadie debe de sentirse ofendido, nadie, porque “por encima del interés personal, por legítimo que sea, siempre debe estar el interés general, el interés colectivo”, qué bonito.
Acto seguido, presentó a la encargada de la sección, Ana Elizabeth García Vilchis, pero cambió el tono del discurso, destacando el valor que tiene la suplente de diputada federal y próxima encargada de redes sociales (o algo así) para “denunciar con argumentos, con hechos, porque no se trata de calumniar a nadie”; un evidente llamado belicoso, al que respondió la funcionaria, quien afanosa dedicó su intervención a repartir adjetivos con la intención de agraviar a los periodistas mencionados.
Lo que logró García Vilchis fue demostrar que no está a la altura, que la habilidad y jiribilla con que López Obrador se lanza contra sus adversarios es única, a la funcionaria le faltan las tablas del presidente y falló en su exposición, no sólo fue imprecisa, también mintió, dejando la puerta abierta a que en el derecho de réplica que ejerzan los periodistas aludidos dejen en ridículo lo que se dice en la mañanera. Una vez más, los funcionarios le fallan a López Obrador, en el afán de adular al presidente lo exponen y dan herramientas a sus adversarios para mostrar las fallas.
Tampoco se cumplió la instrucción del presidente de no ofender a nadie, quizá por la idea que el mismo López Obrador tiene al idear esta sección, que se supone es abrir el debate para mejorar la vida pública, pero lo que se presenta es una revancha, contestar a quienes antes cuestionaban y destruían “hasta la dignidad, la moral, el prestigio de las personas, porque era el cuarto poder”, una idea pobrísima de la función del periodismo.
No le veo mucho futuro a la sección de Ana Elizabeth García Vilchis en la mañanera, la Cuarta Transformación tiene cuadros más preparados si de lo que se trata es ofender a los adversarios, como Jenaro Villamil, al menos el presidente del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, cuenta con más tablas para la descalificación de los enemigos, conoce mejor el discurso presidencial y se desenvuelve de manera profesional, o el mismo Jesús Ramírez, quien cobijado en la amistad que le brindó Carlos Monsiváis desarrolla argumentos que apenarían al cronista mexicano por excelencia pero que el vocero presidencial no duda en tuitear.
El Quién es quién en las mentiras de la semana quedó a deber, una vez más dejaron solo al presidente en su esfuerzo por fijarse en la paja en el ojo ajena con el fin de distraer de la viga que se tiene incrustada en la Cuarta Transformación, porque de eso se trata el “diálogo circular”.
Coda. Cuando José Emilio Pacheco recibió el Doctorado Honoris Causa con que la Universidad Autónoma de Nuevo León le rindió un homenaje al cumplir 70 años de vida, respondió a una pregunta de los asistentes acerca de cómo cambiar, para mejor, el país, esto respondió uno de los más grandes escritores mexicanos: “No sé cómo podemos salir de nuestro laberinto. Ignoro la fórmula mágica. No encuentro soluciones ni siquiera para mi propia angustia. Lo único que puedo hacer aquí y ahora es confiar una vez más en Alfonso Reyes. Unas semanas antes de su muerte le decía a Elena Poniatowska que para salvar a México hay un camino al alcance de cada una y cada uno de nosotros. No suena contundente ni grandioso, pero sin él todo estará y seguirá perdido. La fórmula de Reyes es muy simple: consiste en que cada persona haga lo que hace de la mejor manera posible. Esta acción es la más sencilla y eficaz de las exhortaciones. Además nos compromete a todas y a todos”, tan simple, tan sencillo, cada quien a lo suyo.
@aldan