Las tarjetas de Pokémon salieron a la luz en los últimos años de la década de los 90; su objetivo inicial era fomentar el juego sano y la competencia entre los animalitos que se ilustraban en ellas, siguiendo la línea de la caricatura, es decir, cada jugador funge como entrenador de sus pokemones y cada carta tiene números de poder, daño y puntos débiles, los cuales pueden variar si el jugador saca cartas de energía, que enfrenten, igualen o superen los poderes de los otros competidores.
Aunque fueron diseñadas para jugar, las tarjetas de Pokémon son objetos coleccionables muy atractivos para los seguidores de la serie. No es necesario saber del juego o tener que participar de él, si únicamente se van a dedicar a coleccionar las cartas; además, como en cualquier otra área del coleccionismo, no existen parámetros ni reglas.
Hay los que coleccionan tarjetas de sus pokemones favoritos, los que se enfocan en las expansiones que año con año la empresa lanza al mercado, o quienes buscan según la especie, ya sea eléctrico, de fuego, agua, entre otros.
Pero como en todo tipo de coleccionismo, y en caso concreto de las tarjetas, hay personajes que cotizan más que otros y alcanzan precios en verdad estratosféricos. Las ediciones especiales de Pikachu o del dragón Charizard, favorito de muchos, son muy buscadas entre los coleccionistas. Las primeras ediciones alcanzan precios altísimos y más si la tarjeta está certificada o graduada.
Incluso, la marca Topps, famosa por editar tarjetas deportivas, imprimió a principios del siglo tarjetas de estos simpáticos animalitos, que varían en idioma (inglés o español) y en el color del logotipo de la empresa (con fondo negro, azul o verde). No alcanzan precios muy elevados en el mercado, si las comparamos con las que edita Pokémon, pero no dejan de ser atractivas para aquellos que buscan incrementar su colección de personajes.
Aunque son mercados distintos, el de las tarjetas deportivas y este tipo de cartas, la diferencia de precios es de llamar la atención. Al menos, aquí en México por ejemplo, una tarjeta de novato de Joe Montana, sin graduar, podría rondar los 4mil pesos, según su estado. Y en el lado de los pokemones, un Mega Charizard (que es la evolución más avanzada del personaje, cambiando de un dragón naranja a uno negro), puede valer el doble. ¿Por qué? La verdad es que nadie me ha sabido decir y la única conclusión a la que hemos llegado es que, simplemente, son dos mercados diferentes.
Pero sin duda, el coleccionismo de pokemones, en este caso en tarjetas, no deja de ser divertido, y entre más cautivan con sus miradas, sonrisas y poderes, los coleccionistas incrementan su entusiasmo, similar a los entrenadores de la serie, y buscan, precisamente, capturarlos a todos.