Downy sins of streetlight fancies
Chase the costumes she shall wear
Ermine furs adorn the imperious
Severin, Severin awaits you there…
Venus in furs – The Velvet Underground
Luego del proceso de las campañas electorales en los ámbitos local y federal, que se contendieron en este 2021, fueron asesinadas 91 personas dentro de la contienda política. De éstas, 36 eran aspirantes o candidatos, de los cuales 31 eran del ámbito municipal. De acuerdo con la consultora Etellekt, el 44% de las víctimas pertenecían a los partidos de la alianza Va Por México; es decir, PAN, PRI, PRD; mientras que el 28% pertenecía a los partidos de la alianza Morena, PVEM y PT. Igualmente, la gran mayoría de los asesinatos han sido contra personas que militan en la oposición en sus respectivas localidades, y ha ensangrentado a prácticamente todos los partidos.
La violencia política que vive nuestro país ha cambiado respecto a la que se vivía, por ejemplo, en 1988 cuando miembros del Frente Democrático Nacional, liderado por Cuauhtémoc Cárdenas, fueron asesinados; o en la misma elección, la oscura muerte de Manuel J. Clouthier, por poner ejemplos. Esa violencia es distinta, también, de la que se vivió en la década de los 90 del siglo pasado, con los asesinatos de Colosio, o José Francisco Ruiz Massieu, por citar otros ejemplos emblemáticos.
La gran distinción que podemos ver, respecto a la violencia política de hace más o menos 30 años, está relacionada con la descomposición de la gobernabilidad y la propagación de la violencia de la delincuencia organizada. Ahora no sólo se confunden los intereses de los cárteles con los de la clase política; sino que esta violencia ha pasado del amedrentamiento y la coacción, hasta escalar al asesinato descarado contra las personas que contienden por el poder público. Sin embargo, de acuerdo a declaraciones de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero (recogidas por el diario El Economista), “en la enorme mayoría de los casos (de agresiones contra candidatos) no tienen relación con el proceso electoral… desde luego que toda agresión contra los candidatos no importa de qué partido, es una vulneración a la gobernabilidad democrática”. Menos mal.
Y es que, justo en la jornada electoral, la violencia no se detuvo. Héctor de Mauleón retrata en El Universal, algunos incidentes sucedidos el día de la elección. Ejemplos aterradores, como cabezas humanas rodando en una casilla en Tijuana, casillas atacadas por grupos de choque (incluso portando armas), representantes de partido agredidos y baleados, funcionarios de casilla amedrentados. En su columna cierra diciendo “El INE registró unos seis mil incidentes durante la contienda del domingo. Detrás de estos se asoman los perfiles siniestros de una elección de la que no hemos hablado: es la punta del iceberg del crimen votando, eligiendo, palomeando, eliminando. Los perfiles siniestros de un rostro que no tardará en aparecer”. Aterrador, por donde se vea.
Paralelamente, el resultado de la elección reconfigura al escenario político. Hay más gobernadoras mujeres (la gran mayoría de Morena); el partido del presidente ve acotada su capacidad de imposición legislativa, y tendrá que acudir a consensos con otras fuerzas; estas otras fuerzas (partidos minoritarios, como el PRI o el Verde, que se vio inusitadamente empoderado) podrán cotizar alto su fiel de balanza; mientras tanto, que la CDMX aparenta una polarización artificiosa que ha dado pie a lucir nuestro clasismo; pierden registro los partidos que nacen de la oportunidad; hay alcaldías o gubernaturas que llevan al poder a candidaturas extravagantes, cuestionables, o francamente alarmantes (como en Nuevo León o Guerrero); y los partidos que pueden ser contrapeso efectivo, como el PAN, PRD, o Movimiento Ciudadano se enfrentan a una realidad política en la que deben depurar sus discursos, sus actos, y sus posiciones, a fin de fortalecer la representatividad democrática.
Ante ese escenario de recomposición, y los antecedentes de violencia que se padecieron durante el proceso electoral 2021, vemos que el problema es multifactorial, y no se resuelve con más militares en la seguridad pública. Tampoco se resuelve con la retórica de los buenos contra los malos. La realidad dejó al blanco y al negro, y necesitamos ver la escala de grises para entender qué nos ha traído a este escenario en el que la contienda por el poder público dejó el camino institucional para volver a tomar la vía de la violencia. Es un problema que nos urge atender.
@_alan_santacruz
/alan.santacruz.9