Para “garantizar” los principios de igualdad sustantiva y equidad de género, el Congreso del Estado de Aguascalientes aprobó reformas constitucionales que obligarán a la integración paritaria de los gabinetes de trabajo en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como en los Ayuntamientos; bien hecho, como muy pocas ocasiones a lo largo del desempeño de la LXIV Legislatura se atiende un reclamo de la ciudadanía.
Sí, sólo eso: bien hecho, porque si bien las reformas merecen el festejo, no se debe aplaudir que los diputados cumplan con lo que mandata la representación para la que trabajan, aplaudir a los legisladores por cumplir con su trabajo sería similar a los premios por puntualidad que se entregaba a los alumnos de primaria, en reconocimiento del esfuerzo que hacían quienes los llevaban a la escuela.
Además, entrecomillé “garantizar” porque el establecimiento en la Constitución local de un compromiso con la igualdad sustantiva no asegura nada por sí mismo, se tiene que trabajar para que esas modificaciones sean letra viva, en oposición al riesgo que corren esas reformas de, a pesar de su vigencia y necesidad, no se cumplan.
Las reformas corren el riesgo de transformarse en letra muerta por un amplio sector de la población que, a pesar de las evidencias, se niega a pensar en términos de igualdad y desprecia toda acción afirmativa porque afecta la forma en que piensa el mundo y sus privilegios, entre ellos los machitos que rinden pleitesía a la meritocracia porque saben que la búsqueda de igualdad afecta los privilegios con que se desplazan en el mundo, esos bravucones que una vez difundidas las reformas del Congreso local escupieron en redes sociales insultos porque la mitad de la población no se atreve a señalar que los cambios constitucionales propuestos están mal, porque somos unos agachones, porque somos cobardes al no demandar que los hombres merecemos un trato mejor; todos los conservadores que disfrazan su incapacidad de entender la igualdad y prefieren hacerse las víctimas de la “ideología de género”, el monstruo que se inventaron para defender un status quo que antes que unificar prefiere distinguir y discriminar.
No son suficientes las reformas constitucionales aprobadas en Aguascalientes porque requieren la acción de quienes imaginamos un mundo donde la igualdad plena es posible, más allá de la condición genérica, la identidad sexual o cualquier distinción que impida el acceso a todos al mismo trato y oportunidades, al ejercicio total de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Para que estas reformas sean “letra viva”, considero, es necesario reconfigurar la idea que sobre política y poder tenemos, aunado a una comprensión amplia sobre las implicaciones de vivir en igualdad.
La tarea es redefinir, antes que oponerse o aplaudir, antes que festejar o denostar, revisar nuestra idea de lo que el poder es, la igualdad que merecemos.
Coda. En Mujeres y poder, Mary Beard aborda la idea de reconfigurar la idea de lo que pensamos es poder, uno de los ejemplos que pone sobre la mesa es el derecho al voto de la mujer, sobre el cual “deberíamos felicitarnos por la revolución que todos, hombres y mujeres, hemos llevado a cabo. Dicho esto, si no me equivoco acerca de las profundas estructuras culturales que legitiman la exclusión de las mujeres, es muy probable que esos cambios paulatinos se prolonguen demasiado en el tiempo, al menos para mí. Hemos de reflexionar acerca de lo que es el poder, para qué sirve y cómo se calibra, o dicho de otro modo, si no percibimos que las mujeres están totalmente dentro de las estructuras de poder, entonces lo que tenemos que redefinir es el poder, no a las mujeres”.
@aldan