El nuevo enemigo para el segundo periodo de gobierno de López Obrador son los 44 millones de mexicanos que el presidente define así: “… hay un sector de la clase media que siempre ha sido así, muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda, sin escrúpulos morales de ninguna índole, son partidarios del que no transa no avanza”.
Así abrió el debate sobre la clase media en México el presidente de “todos” los mexicanos. Al día siguiente continuó el ataque: “Yo le atribuyo a que son muy susceptibles a la manipulación, que leen el Reforma, un sector, tampoco todos, ni modo que todas las clases medias lean el Reforma, no, el Reforma lo leen aquí en la Ciudad de México… sí tiene influencia, si alcanzan a manipular porque están dedicados a la política fascistoide de Hitler que aplicaba a través de Goebbels, según la cual una mentira que se repite muchas veces puede convertirse en verdad” dijo quien hasta abril se le habían contabilizado 40 mil mentiras, 80 en cada mañanera en promedio, de acuerdo a inflación de la organización Signos Vitales. Para López Obrador este sector es de tontos que se dejaron manipular, los inteligentes son los que votaron por morena. No se si reír o llorar.
Pero ¿qué es la clase media? Digo, para saber si el presidente se refirió a mí o a usted que me hace favor de leer. Es difícil de medir dónde empieza y acaba la clase media hasta para el Inegi. Mucha gente se considera de clase media y tal vez no lo sea, mientras que muchos que pueden cuadrar en cualquier definición de clase media, se consideran de clase alta. Un estudio de la OCDE titulado “Presión: la exprimida clase media”, señala que las personas de clase media poseen una casa y un estilo de vida recompensado (en relación a su trabajo e ingresos) y un trabajo estable y con oportunidades de hacer carrera. El promedio en países de la OCDE según el estudio, la integran aquellos que ganan entre el 75% y el 200% de la media del ingreso nacional. Para México esto estaría rondando los $16,000 pesos mensuales libres, pero por cada persona que vive en el hogar, es decir, mínimo $64 mil pesos de ingreso total.
El Inegi tiene parámetros inferiores. El estudio: “Cuantificando la clase media en México: un ejercicio exploratorio”, señala que unas 44 millones de personas en nuestro país integran la clase media, 75% en las zonas urbanas y el resto en zona rural, en 12.3 millones de hogares, de los cuales 76.8% están en zonas urbanas. Algunas de las características que usa el Inegi para estratificar en esta clase son: que cuente con computadora, gaste $4,380 pesos trimestrales en alimentos y bebidas fuera del hogar, abone $1,660 a tarjeta de crédito, haya al menos un asalariado en el hogar, la cabeza del hogar tenga al menos educación media superior, los hijos asistan a escuela pública y la vivienda sea propia o que esté pagando y se haya financiado con recursos de la familia o crédito de interés social.
¿Por qué al presidente le podría interesar abrir un frente con la clase media si estamos hablando de casi la mitad de la población si tomamos la definición del Inegi?
El discurso que pretende avivar la polarización y la “lucha de clases” tienen su origen en las fuentes teóricas en las cuales se sustenta la 4T, el sector radical de la izquierda mexicana que apoya a López Obrador. Habría que recordar el Manifiesto del Partido Comunista escrito por Karl Marx y Friedrich Engels en publicado en 1848 en el que Engels se refiere a una histórica “… lucha de clases es una serie de evoluciones que ha alcanzado en el presente un grado tal de desarrollo en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse del yugo de la clase explotadora y dominante -la burguesía- sin emancipar al mismo tiempo, y para siempre, a toda la sociedad de toda explotación, opresión, división en clases y lucha de clases”. Engels elimina con esta definición, la existencia de una clase media, aquella que alentó la revolución francesa y llama a lo que para López Obrador sería “el pueblo” a rebelarse contra toda clase social que no sea la que está en la pobreza para tomar el poder.
Así, se puede afirmar que el discurso del presidente es un llamado al “pueblo” a iniciar una revolución, una nueva lucha de castas, al enfrentamiento entre mexicanos. El presidente acusa a la clase media de ser clasista y racista, y ver cómo enemigos a todos aquellos que tengan trabajo, vivienda, computadora, un jefe de familia con estudios medios… Es un mensaje a sus bases para eliminar en puestos públicos y en la estructura de morena a quienes disienten, a empoderarse frente a quienes les dan empleo y son el motor de la economía, a aprovechar un cargo público cuando alguien de clase media deba ser atendido por un servidor público que no lo sea. El odio del presidente se desata contra esa clase media que hizo que morena perdiera las elecciones en más de la mitad de la Ciudad de México. Como siempre justificando una derrota electoral por causas ajenas, por culpa de la prensa amarillista según él.
Esa clase media es para el presidente un peligro para la 4T, no para México. Son 44 millones de personas los nuevos enemigos que merecen ser derrotados, no el crimen organizado, no los corruptos de su propio gobierno, no quienes dejaron a los niños con cáncer sin medicamentos, no Marcelo Ebrard y Claudia Scheinbaum por las 26 muertes en la Línea 12 del Metro, no es López Gatell quien se retiró de Palacio Nacional con mariachis y admiradores a pasear de los más de 200 mil muertos, tampoco quienes no han atenido a las familias de mujeres, niñas, niños y hombres asesinados.
El populismo latinoamericano ha impulsado la idea de hablar a nombre del “pueblo” porque para instaurar el socialismo, el grupo que llega al poder por la vía democrática requiere para justificar la destrucción de las instituciones y la economía, la desaparición de clases, y eso es sólo posible si a todos nos convierten en pobres, para así, administrar la pobreza y mantener el control político. Lopez Obrador regala dinero de nuestros impuestos para sostener su popularidad, pero también para frenar la competitividad personal y de mercado que es la fuente de los grandes descubrimientos científicos y tecnológicos que provocan crecimiento y desarrollo económico.
El concepto de “pueblo” utilizado por la izquierda tiene su origen en la filosofía Leninista, por ejemplo, el Manual de Marxismo Leninismo que contiene la “teoría y táctica del movimiento comunitario internacional”. La reivindicación de la lucha popular y para el neopopulismo latinoamericano que podemos admirar en Cuba, Venezuela o Nicaragua, han echado raíces en la justificación de acabar con el viejo régimen para instaurar uno nuevo basado en la utopía de la igualdad de clases y del poder popular que termina beneficiando a un pequeño grupo en el poder que se eterniza hasta que el pueblo harto de la miseria que provoca el socialismo decide dar su vida para terminar con esos regímenes autoritarios y autocráticos.
En los hechos el presidente se siente fortalecido después de las elecciones y aunque no logró su partido alcanzar la mayoría calificada por sí mismo o con su alianza con el PVEM y el PT, ya está operando para hacer que diputados de otros partidos se pasen a sus filas y así hacer crecer su mayoría. Por eso, ya anunció una reforma constitucional para cambiar al INE, porque dice que está dominado por el conservadurismo, es decir, los de clase media o alta. En serio, ¿alguien piensa que el INE falló en estas elecciones? Que se puede mejorar, seguro, ¿pero un cambio constitucional? Peligro. Y la otra, que la Guardia Nacional pase a formar parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. Si. Que tengamos ahora sí ya sin mentirnos a nosotros mismos, una policía militar. La misma que podrá utilizar para matar y encarcelar a los ciudadanos de la clase media que salgamos a protestar cuando pretenda reelegirse o extender su mandato.