Los ciudadanos que este domingo salimos a votar somos mejores que los partidos políticos y los candidatos que elegimos, no tengo duda; mejores también que aquellos a quienes no les dimos los votos suficientes para llegar a un cargo. El número más importante de esta elección es el que refleja nuestro compromiso, la participación ciudadana.
Desde que cerraron las casillas, los actores políticos se comportaron como siempre, pésimos perdedores y malos ganadores, no hubo localidad donde varios se proclamaran vencedores, hasta tres o cuatro candidatos anunciaron que llevaban la ventaja cuando todavía no cerraba la última puerta de las casillas; como siempre, durante la jornada de votación, no faltaron quienes violaran la ley emitiendo noticias falsas sobre fraude, sobre violencia, ataques y otros delitos con tal de desincentivar a los ciudadanos.
Lejos del electorado, los actores políticos mostraron su ínfima estatura intentando incidir en la percepción de los electores en un momento en que ya no les correspondía, como han hecho siempre, porque la autoridad electoral puede establecer plazos para cada actividad y los que quieren llegar a un cargo, invariablemente, buscan la forma de darle la vuelta a un ordenamiento.
Este domingo, a pesar del pésimo comportamiento de los partidos y actores políticos, volvieron a funcionar los mecanismos a través de los cuales la ciudadanía nos hemos adueñado de las elecciones, en las casillas las personas recibieron a sus vecinos para proteger su decisión, su voto libre y secreto, nosotros, los ciudadanos, emitimos y contamos los votos, fuimos responsables en la medida de nuestra capacidad para instalar el 99% de esos centros de votación.
Cada vez lo hacemos mejor, cada elección que hemos organizado los ciudadanos hay un aprendizaje nuevo que permite ejercer el voto de una manera más eficiente y en total seguridad, este domingo, ni siquiera la pandemia de covid-19 logró amedrentarnos, sí fue una fiesta, nuestra fiesta.
Ninguno de los riesgos que se predijeron para echar a perder esta elección se cumplió, ni el crimen organizado ni la polarización política consiguieron evitar que saliéramos a votar, nadie, nada evitó que ejerciéramos de manera feliz nuestro derecho a pensar en el futuro.
Entre estos riesgos, no se puede olvidar, están considerados dos que no están en manos de los ciudadanos, la judicialización de la elección y el posible anuncio de fraude por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador. Nota personal, yo me califico de otra manera, sé que otros me dirán que soy ingenuo, bueno, eso que yo considero respeto a las instituciones y responsabilidad cívica de la sociedad, considero que nada podrá echar a perder esta elección, no lo harán los malos perdedores que busquen cualquier pretexto para impugnar los resultados de una votación que no les favoreció, para eso están los tribunales electorales, sus diversas instancias, en ellas hay que confiar porque para eso las creamos y sostenemos.
En el caso de López Obrador, la mayoría silenciosa, esa que está formada por partes iguales por quienes no soportan al presidente y quienes lo defienden a ultranza pero no andan gritando en redes sociales o las calles su hartazgo o fanatismo, ha demostrado que sobre las decisiones ciudadanas importa poco lo que diga en las mañaneras, el ruido mediático de lo que diga López Obrador se quedará en eso, ruido; me queda claro que la palabra del presidente pesa, pero hasta el momento no ha sido tan insensato como para convocar a la violencia, y si lo hiciera, ¿nosotros le haríamos caso?, no ha ocurrido así.
Mientras la comentocracia y las benditas redes se maten en una discusión sesuda para dilucidar los motivos por los que les resultaron una sorpresa los resultados de la elección, lo que se estará haciendo a un lado es el ejercicio feliz y comprometido de todos los que salimos a votar, se hará a un lado para tratar de vendernos las historias que sirven para apuntalar un sistema de partidos que desde hace años se está desmoronando.
Ayer sí fue nuestra fiesta, durante unas horas fuimos más, muchos más, los que actuamos en consecuencia de lo que imaginamos, confiamos en nosotros y valoramos lo que es un voto, lo que implica votar, esta acción que nos iguala; la sensación de bienestar, como la felicidad, es efímera, quedará como memoria para enriquecernos; lo único que se puede esperar es que las historias que nos venden, donde los actores y partidos políticos son el motor de la democracia y quieren protagonizarlo todo, no logran borrar del todo la experiencia.
Coda. La ciudadanía fue y será mejor que quienes nos van a gobernar, merecemos algo muy distinto, más y mejores opciones, ojalá no lo olvidemos.
@aldan