Coincido en el hartazgo que casi todos expresan hacia la información electoral, llevamos meses bombardeados por spots, propaganda política en las calles, rostros sonrientes y falsos ensuciando nuestro entorno, los medios estuvieron repletos de declaraciones inútiles, las redes sociales de anécdotas que no merecen un segundo vistazo, lo que algunos nos empeñamos en considerar una fiesta democrática, todo el tiempo estuvo asediada por el ruido y la basura, es urgente un descanso.
Coincido con esa expresión de hartazgo, aunque en secreto me fascine observar con atención el proceso electoral y me apasione eso que llaman política, por eso asiento y concedo la razón a quien ya no quiera hablar de la madre de todas las elecciones, porque sé que el interés que despierta en mí no necesariamente puede ser compartido. Tienen razón, que nos concedan un respiro.
Reitero, coincido con el cansancio y las ganas de no escuchar más de las elecciones, sin embargo, no me deja de extrañar, al punto del reclamo, cuando quien se dice víctima del empacho de la temporada electoral permite que se le quiera tomar el pelo, cuando por estar hartos se permite la difusión de mentiras y agravios en contra de la voluntad popular; si me animara a exigir que no se distrajera mi interlocutor, le diría que ya sé que se acabaron las campañas, que ya fueron las votaciones, pero que el proceso aún no termina y es en estos momentos cuando corre más riesgo todo el trabajo que hemos realizado como ciudadanos.
Con suma facilidad solemos dejar en manos de los políticos a la política, sin asumir que todos los días ejercemos los derechos y obligaciones que nos da el ejercicio de la ciudadanía, es en esos momentos en que los partidos y actores políticos se aprovechan para convertir todo en un puerquero y manipular los escenarios para mantener sus privilegios, el principal: hacer como que la toma de decisiones les corresponde sólo a ellos; por eso es que tras los comicios, ruines, salen unos y otros a declararse vencedores sin ningún respeto a nuestra decisión; por eso salen hunos y mongoles a declarar que fueron víctimas de un fraude; ambos grupos, vencedores y vencidos, sin aportar una sola prueba de lo que señalan.
Entiendo que estemos hartos de la propaganda política, porque en las condiciones en que actualmente se hace, está dirigida a vendernos un producto sin importar cuántas mentiras o las falsedades en que se incurra; lo que no me queda claro aún es cómo caemos en el engaño de que nuestra participación culmina al depositar el voto en la urna y cómo no nos ofende que en nombre de nuestra elección, cualquier miserable salga a proclamarse ganador, cuando no lo fue, o a hacerse víctima de un fraude, cuando es prácticamente imposible, porque así hemos construido a nuestros institutos electorales, con los ojos puestos en la mexicanísima tradición de hacer la ley pensando en la trampa, a la medida de la desconfianza que nos tenemos.
Entiendo que el hartazgo confunda los mensajes claros y puntuales de las autoridades electorales y los confunda con la rebambaramba que los partidos y candidatos arman durante las campañas, sin embargo, no considero adecuado darle la espalda a las manifestaciones viles de quienes acusan de fraude como una forma de justificar su incapacidad.
El proceso electoral aún no termina, falta que se den a conocer los resultados oficiales, todavía es tiempo de dedicarle nuestra atención para separar el frijol del gorgojo, y así impedir que las plañideras del fraude sigan insultándonos.
Coda. T.S. Eliot finaliza “Los Hombres Huecos” así: “This is the way the world ends/Not with bang but a whimper”, o como tradujo Jaime Augusto Shelley: Así es como acaba el mundo/No con un golpe seco sino en un largo plañir… como el del subsecretario Hugo López-Gatell, quien anunció que este viernes 11 cierra el ciclo de la conferencia diaria sobre covid-19… de regreso a la sombra, sin consecuencias, sin responsabilidad, que le vaya bien, el daño ya está hecho.
@aldan