Los sueños de Babel IV/ La chispa ignorante  - LJA Aguascalientes
18/04/2025

En la escuela, en el trabajo, en la vida diaria, en las redes sociales siempre hay alguien corrigiendo la escritura de las personas y menospreciando los argumentos por como escribe (como si la ortografía en realidad afectara los argumentos): Así no se escribe, La RAE dice…, En según el diccionario…, cómo hacerle caso a alguien que escribe todes, se escribe haya, idiota, etc.

Una vez platiqué con una doctora en lingüística sobre este tema. Concordamos en que las reglas de escritura en realidad no importan tanto para la comunicación. Si el mensaje se puede entender, entonces está bien dicho, porque esa es la finalidad: darse a entender. Mucha gente se puede quejar de la tildación de las palabras, de si s, c o z, pero no importa para la comprensión. Pero sí es necesario para un componente social: la ortografía, la sintaxis incluye o excluye.

Más de una vez he visto, leído y también pensado cuando un universitario escribe mal: ¿Cómo es posible que alguien en universidad tenga estos errores? Criticamos a la persona e individualizamos el problema, cuando lo que deberíamos hacer es criticar el sistema educativo.

A lo largo de, al menos, nueve años sufrimos con las clases de español. Desde mirar dibujos a los que debemos empatar la palabra asociada y luego reunirlas en campos semánticos, hasta la redacción de un ensayo o trabajo escolar. Y es que la enseñanza del español (e imagino que esto se replica en los demás idiomas del mundo) se vuelve primordial por su componente comunicativo, pues así es como socializamos y a la vez, cómo nos enseñan las reglas de cómo es correcto hacerlo o no. Sufrimos nueve años de una enseñanza repetitiva que se enfoca más en dar una estructura rígida, más que las herramientas para usarlo de una manera efectiva, porque no hay una sola manera de escribir las palabras. Nos enfocamos en las formas, que si sujeto y predicado, que si sinónimos, que si verbos. Nunca nos enseñaron a jugar con las estructuras. Así como tampoco nos enseñaron una redacción dirigida a las áreas de nuestro interés, porque no se puede usar una redacción general, por más que algunos profesores digan o quieran, en todas las áreas. Hay formas de escritura en derecho, en medicina, en ingeniería, en filosofía, simplemente hay que leer algunos libros, artículos o revistas sobre el tema y veremos que hay formas de cada área. Sin embargo, parece que los profesores y academicistas que hacen los planes de estudio ignoran esta verdad, ya sea por la carga extra de trabajo que representa o porque siguen pensando que la escritura es la misma en todos lados.

¿De dónde vienen todas estas ideas? De la necesidad de clasificar y darle su lugar a las cosas. Las lenguas cambian entre más se hablan. De hecho, si nos fijamos en lo que hablamos y escribimos, en muchas ocasiones sentimos que hay palabras que no son dignas de escribir, porque se leen raro. O que no se deben escribir en ciertas circunstancias. En una ocasión alguien leyó un poema y le dieron un comentario en el que, palabras más, palabras menos, le decían que había palabras en su poema que no eran poéticas. ¿Hay palabras poéticas y palabras no poéticas? No. Un profesor en una ocasión nos dijo en clase: usar la palabra amor, noche, luna en un poema es un despropósito, las palabras ya son poéticas por sí mismas por el uso que han tenido a lo largo de la historia de la literatura, lo verdaderamente complicado es usar palabras “no poéticas” o palabras que no se esperan aparecer en un poema. Las palabras las hemos clasificado, en especial cuando las escribimos porque la escritura es un signo actual de la importancia de una lengua.

Las “reglas del idioma”, que en realidad son las reglas de la escritura o gramática, son en realidad la gallina de la lengua. El huevo es el habla. Las reglas se comenzaron a forjar después de la observación de las formas en las que hablaban las personas. Y así ha sido siempre, a pesar de que ha habido intentos de obligar a las personas de hablar de una forma (en especial en regímenes totalitarios). 

En 1492 Antonio de Nebrija publicó su Gramática, la primera gramática que no estaba en latín, aunque la hizo para aprender latín a partir del español. Este evento es importante, ya que no sólo le da al español prestigio, sino porque se da en el alba de lo que se conocería como Imperio Español que utilizó la lengua para expandir su influencia. La lengua fue utilizada como arma colonialista durante cientos de años. Para reforzar esta tarea, en 1713 se creó la Real Academia de la Lengua española, cuyo lema es “Limpia, fija y da esplendor”, para hacer justamente eso: una defensa de la lengua ante las “palabras extranjeras” a través de un diccionario, cuyo primer tomo del Diccionario de Autoridades vio la luz en 1726. Con esto se puede observar cómo la lengua funcionó como arma ideológica en la conquista y expansión del Imperio Español y a su vez, una vez terminadas las conquistas, darle forma a un solo y único español, sin variantes. Un español que estaba respaldado por “autoridades” (¿quién decidía quién era autoridad y quién no?). Un español con el prestigio de las demás lenguas europeas. Un español con la rigidez de la tierra castellana. Un español cerrado. Un español sin los sabores asiáticos, africanos y americanos. Un español que querían que hablaran en todos lados. Algo así como lo que pasa en la realidad con el español en la escuela, en el trabajo, en la vida diaria, en las redes sociales.

Extrañamente, cada uno de nosotros mezcla y dice lo que quiere como quiere, juega con el español y sus estructuras. Pero no le presta atención a eso. De hecho, nadie escribe de la misma manera que otra persona porque nuestras palabras son como nuestras huellas dactilares de la comunicación. Y nos puede molestar que los demás no tengan las mismas huellas.



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