Me enteré por medio de mi amigo Enrique Rodríguez Varela que cerró La Librería de los Escritores, ubicada ahí, en la acera sur de la tercera cuadra de la avenida Madero, e imaginó El Chamuco la siguiente imagen: una librería cerrada es como un árbol cortado, a la que por mi parte añado: o como una estrella que se apaga. (Esta imagen del árbol emparentado con un libro me recuerda la portada del texto del filósofo Fernando Savater “La aventura de pensar”, un árbol de intenso verdor y sólido tronco).
Es una pena que se haya cerrado este espacio. Casi casi que debería de avergonzarnos que haya ocurrido, porque dice algunas cosas de nosotros, y no precisamente para presumirse.
Vaya usted a saber cuáles fueron las razones que llevaron a sus propietarios a tan fatal determinación, libros caros, renta cara, bajas ventas, etc. ¿Y?
¿Qué es lo que dice de nosotros un hecho así? De entrada que no somos una sociedad de lectores; una sociedad que no incluye entre sus prioridades la compra y lectura de libros, con todo lo que ello implica y trae como consecuencia la falta de espíritu crítico, la credulidad en lo que dice cuanto charlatán se nos ponga enfrente, por ejemplo.
Un libro nos parece caro, pero no una botella de mezcal o de tequila, o de… y con la mano en la cartera, sin chistar, pagamos una comida cuyo precio puede alcanzar las cuatro cifras, mismo monto que pagamos por un espectáculo, un traje, etc., pero ¿un libro? ¡Están carísimos! ¿Y además para qué? ¿Para qué leer? Ahí tienen ustedes a Enrique Peña Nieto, que confunde a Carlos Fuentes con Enrique Krauze, y llegó a presidente. ¿Y qué me dicen de Fox?
¿Cuántos desgraciados ejemplos de éxito encontramos que ni por asomo pasan por la lectura de libros?
Aguascalientes ha perdido una librería… En contraste, ¿cuántos antros tenemos, restaurantes, salas de belleza, gimnasios, tiendas de ropa? ¿Cuántas librerías? Dudo mucho que sean más de dos decenas.
Una librería, señora, señor: es una ventana al Universo, como contemplar la noche y atreverse a calcular la inmensidad del espacio, además de una incursión en el espíritu humano, las miles de voces inteligentes de todos los tiempos que podemos escuchar nomás sumergirnos en las páginas de algún volumen; las ideas que desarrollan, las vidas que cuentan.
¿Por qué será que nos gusta tanto ejercitar el cuerpo, pero no el espíritu? Curiosa forma de ser esta, que nos impulsa a emplearnos a fondo en el cuidado de nuestra apariencia exterior, pero mucho menos en lo que hay en el interior, si es que hay algo. Termino; ya termino. Hace poco vi en un Facebook un letrero cuya idea era más lo menos la siguiente: “los gimnasios se llenan y las librerías se vacían, creando generaciones en forma, pero sin nada que decir…” Quizá ahora La Llorona cambie su grito desesperado. Tal vez escuchemos un “¡Ayyyyy, mis librooooos!”.
En la imagen, el escritor Gustavo Vázquez Lozano firma ejemplares de su libro “60 años de soledad”. La vida de Carlota después del Imperio Mexicano, 1867-1927, luego de la presentación ahí, en La Librería de los Escritores, el 2 de agosto de 2019.
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