El deber personal de quien vea la escritura como horizonte de vida es no dejarse silenciar por los puritanos de todos los signos políticos. Parte del puritanismo está en la exigencia de arrodillarse frente al altar de la nación y de las identidades; así presenta la revista Letras libres un artículo de Gisela Kozak Rovero que se titula “Escribir sin obligación”, el texto comienza con el cuestionamiento de la autora sobre si se siente con el deber de hablar y escribir sobre un tema en específico, algo que me pregunto todos los días, cualquiera que sea el tema que elija.
Mi madre, quien es al mismo tiempo mi guía, ejemplo y persona favorita, me ha sugerido que ya no escriba sobre Andrés Manuel López Obrador, ¿para qué?, si sólo consigues hacer enojar a los que no piensan como tú, me dijo; y como en muy pocas ocasiones, no le he hecho caso, aunque sí lo he intentado, pero fallo siempre porque estoy convencido de que no escribo en contra sino sobre el presidente y lo que considero que le hace a la vida pública del país, porque no busco convencer a nadie sino plantear mis puntos de vista, mismos que están a debate, conmigo nada de Oblígame Perro, por el contrario: Te escucho, convénceme.
En “Sobre la ficción autobiográfica”, Jonathan Franzen indica que todas las lealtades, ya sea al escribir o en cualquier otro contexto, son significativas sólo cuando se las pone a prueba. Ser leal a uno mismo, es lo que entiendo, todos los días, en todo texto. En más de una ocasión me han dicho que intentar hacer periodismo de opinión, redactar una columna no es escritura, todavía me cuesta trabajo presentarme como periodista, si lo hago es por que creo en la sentencia de Fernando Benítez como la presenta José Emilio Pacheco: “El periodismo podría definirse como literatura practicada bajo presión: las emociones, las circunstancias, la tiranía del reloj aumentan la dificultad de crear con el lenguaje los valores de la exactitud, la brillantez, la eficacia y aun el disfrute estético”. Por eso escribo lo que escribo.
Aguascalientes, siempre lo he dicho, no es terreno fértil para los periodistas, todos los jóvenes con que he colaborado se enfrentan a políticos que no entienden cuál es el papel de los medios de comunicación y a empresas que no valoran el trabajo intelectual, somos (me incluyo con verdadera modestia) carne de cañón en las negociaciones entre la clase política que paga para que los alaben y los opacos contratos de publicidad; a veces, el artículo es el único medio por el que uno puede escapar de la carga de representar a una empresa periodística, ser leal a uno mismo y señalar los errores de un político o un gobierno sin que acusen al equipo en que trabajas o lo coaccionen. Lamentablemente, sobre todo en temporada electoral, las presiones de los candidatos convierten estos textos en espacios a comprar.
Hoy, siendo leal a mi compromiso con la deliberación, iba a escribir sobre la ineptitud de dos candidatos a la presidencia municipal de Aguascalientes, Arturo Ávila y Leonardo Montañez, las mentiras con que evaden asistir a los debates, apenas empecé, escuché la voz de mi madre “¿para qué?, sólo vas a conseguir hacerlos enojar”; a esa voz le contesté que he solicitado entrevistar a ambos candidatos, por las vías oficiales, los dos me dejaron en visto, les debo parecer poca cosa o, quizá, incómodo; cualquiera de las dos, no afecta mi idea de su incapacidad para establecer un diálogo.
Y pues ya, no me siento obligado a mentir, no tengo que quedar bien con Arturo Ávila o Leonardo Montañez, tampoco a hacerlos quedar mal, pero sí a exhibir sus carencias.
Coda. Octavio Paz finaliza “Hacia el poema” con la siguiente sentencia: Merece lo que sueñas, esa es mi única lealtad: un diálogo constante.
@aldan