Andrés Manuel López Obrador es un pésimo maestro, ni siquiera porque el presidente cree que la mejor forma de enseñar es con el ejemplo le sale, entre los dichos presidenciales y los hechos, invariablemente, hay una brecha enorme, de sus rencores.
Las pillerías que siguen cometiendo funcionarios morenitas en su administración ya deberían haberle funcionado al presidente para rectificar, para cambiar el método, porque no sólo ha fallado eso de que se acaba con la corrupción como se barren las escaleras, también su cantinela de “No mentir, no robar, no traicionar” como remedio para todo, incluso para no contagiarse de covid-19.
López Obrador ha hecho creer al mundo, pero en especial a sí mismo, que él se guía con esos tres preceptos, que no mentir, ni robar o traicionar hacen de su plumaje uno de esos que se puede revolcar junto a Manuel Bartlett, disparar carajos a las víctimas y mandar al diablo o decir fuchi-caca, sin mancharse. Está convencido, al grado que incluyó esas tres reglas en la Guía ética de la transformación, sustituto de la Constitución moral que prometió en campaña.
Esa Guía de buenos consejos la componen 20 principios y valores, de los cuales, López Obrador incumple varios todos los días, en especial el número 12: “De la verdad, la palabra y la confianza. No mentir, no robar, no traicionar”. Me adelanto al respingo fúrico del tetratransformista enceguecido por la fe, nadie puede acusar al presidente de robar, pero él mismo se clava el cuchillo cuando en su guía relaciona la palabra robo con la confianza, entonces, no, no es ratero, pero sí deshonesto.
Por partes, el punto número 1 de la guía trata “Del respeto a la diferencia. Evitemos imponer ‘nuestro mundo’ al mundo de los demás”, y López Obrador, todos los días, distingue el mundo entre el pueblo bueno y sus adversarios corruptos, cualquier causa o movimiento, las expresiones y demandas de las víctimas, las manifestaciones de la oposición son de inmediato descartadas porque son un ataque personal, intentan vulnerar a su proyecto.
En su más reciente ataque en contra de la asociación Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, el presidente convirtió las donaciones de agencias de desarrollo internacional en un acto “de intervención del gobierno de Estados Unidos en asuntos que sólo competen a los mexicanos” y señaló que era como si “la Embajada de México en Estados Unidos les entregara dinero a opositores al gobierno de Estados Unidos”; pero Mexicanos contra la Corrupción no es un partido ni asociación política, y eso lo sabe López Obrador, sólo que no le gusta reconocerlo y le molestan las investigaciones de la asociación, el presidente miente cuando la vincula con intereses partidistas, al grado de no importarle declarar que está en contra de esa asociación porque se opone a su proyecto, ¿no que había que evitar imponer su mundo al de los demás?, ¿dónde está el respeto a la diferencia? No lo hay, con López Obrador todo es conmigo o contra mí.
No le basta al presidente ser desmentido públicamente, porque con tal de imponer su visión del mundo omite hechos y pruebas por consignas y creencias.
También falla López Obrador al cumplir el punto número 3 de su Guía: “De la dignidad. No se debe humillar a nadie”, a quien considera un opositor, un adversario, no pierde la oportunidad de exhibirlo, con malicia, mostrando un gravísimo rencor social contra la inteligencia, como cuando muestra los contratos de las empresas de Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín con instituciones que no son del agrado del presidente o que intenta meter en cintura, como si cobrar por un trabajo estuviera mal, como si fuera indigno recibir una justa remuneración.
Todo mal con el presidente, todo confuso, porque rencoroso como es, confunde transparentar con la revancha, dijo en su conferencia que estaba comprometido a transparentar la vida pública, hacerla “cada vez más pública”, pero las mentiras con que exhibe facturas y descalifica a sus adversarios, no tiene nada que ver con la transparencia, es pura venganza.
Coda. Ojalá se diera tiempo el presidente López Obrador de leer su Guía ética de la transformación, y practicarla, el punto número 9 sanaría su rencor, porque dice “Del perdón. El perdón libera a quien lo otorga y a quien lo recibe”.
@aldan