El perfil personal del presidente Andrés Manuel López Obrador pasa ahora por un proceso de ampliación, de su eje aspiracional a la gloria, al tiempo que retóricamente da un paso del desdén al poder, exhibe un enfatizado rasgo de egolatría absoluta –todo es él– en cuyo tránsito, recordemos, hay sólo un Nerón de diferencia. Pasaje reciente inequívoco del que dan buena cuenta sus insistentes ataques contra instancias y jueces actuantes del Poder Judicial, y sobre todo institutos autónomos como el INE, en materia electoral.
El trágico derrumbe de una trabe de la línea 12 del Metro de la CDMX no ha hecho sino sumar más incertidumbre e inestabilidad a la eficacia de los gobiernos local-CDMX y federal del país, lo que impacta frontalmente sobre los negativos de la percepción ciudadana, en grado creciente; y con afectación directa e inmediata sobre los actores políticos principales insertos en la 4ª Transformación, lo que pone en cuestión problemática sus respectivas aspiraciones políticas a futuro. Escenario público que instala aquí y ahora una coyuntura política altamente conflictiva. A la vez que exhibe –de cuerpo entero– la efímera solidaridad con los deudos, las prisas y prioridades de López Obrador.
En esta cuarta aproximación al “perfil personal” de Andrés Manuel López Obrador, hago referencia al modelo de construcción de un tal objeto interpretativo, que nos proporciona el filme Cuerpo (Red) de Mentiras/ Body of Lies, descrito en mi antepasada entrega. Cuyos protagonistas son Leonardo DiCaprio, Russell Crowe y Mark Strong en los papeles correspondientes a los personajes: Roger Ferris (agente de campo, CIA), Ed Hoffman (Ejecutivo de la CIA, central de operaciones); Hani Salaam (Jefe de Inteligencia jordana), en ese orden. Ambientada en el Medio Oriente, sigue los intentos de la CIA y la inteligencia jordana de atrapar a “Al-Saleem” (Alon Abutbul), un terrorista.
De este referente, no aplican evidentemente los espectaculares recursos utilizados tanto dramáticos como actanciales, centrados en dispositivos digitales sofisticados para captación de información, como es la vía satelital de observación en tiempo real y a miles de metros de distancia del objetivo –y desde oficinas centrales en USA–, la capacidad militar de intervención y reacción en campo prácticamente simultánea en tiempo real, en vivo y en directo con aeronaves artilladas portando sofisticado armamento teledirigido, sobre la escena específica de operaciones; y, desde luego, la autoridad ejecutiva de toma de decisiones concretas sobre el resto de la agencia.
Lo que encuentro asimilable a mi cometido, es aquello que ocurre y rodea de manera cruda y desnuda en la operación física en campo, ya que implica precisamente los modos y tipos de influencia humana –de que hemos hablado–, en la normal interacción personal junto a o frente a interlocutores de diversa procedencia y filiación; que operan y son portadores de tareas, proyectos, programas o informaciones precisas, que los hace ser voceros de interés para los fines superiores de las misiones que se les ha encomendado. En esto, el papel de Roger Ferris/agente de la CIA (Leonardo DiCaprio) es intensivamente plástico y ejemplar para el objetivo central de la misión. De lo que hablamos, entonces, es de la importancia que adquiere la observación de la conducta real y específica que el objeto a perfilar, emite desde sí y por sí mismo –ya sea de manera consciente o inconsciente–.
Dicho de otra manera, al ensayar construir el “perfil personal” de un sujeto específico, podemos suponer muchas cosas, contar con datos finos de su CV, curriculum vitae, saber de sus antecedentes familiares, educativos y de carrera, conocer sus habilidades dominantes, que caracterizan su personalidad, ya sean habilidades comunicativas, verbales, expresivas, de algún tipo de conocimiento, de liderazgo social, de militancia política, etc., etc., pero todo este bagaje, para poder estructurar un modo característico de ser y de actuar, no basta para inferir con relativa verosimilitud, al igual que deducir el peso, la intensidad, la direccionalidad de sus acciones. Es necesario, es imprescindible observar sus comportamientos concretos, situados además en contextos actanciales específicos.
En el caso del presidente de México, a quien observamos, nos dice más el hecho de que al ingresar de manera informal a Palacio Nacional –su residencia familiar–, salude al personal de guardia con un “¡buenas tardes!, y le respondan a una voz “¡buenas tardes, Señor Presidente! Sólo para ilustrar la importancia que un sitio como éste adquiere en el mundo de los significados del poder presidencial, recuerdo un día que logré hacer en solitario una visita al interior de ese mismo Palacio. Ocurrió que yo, como distraído visitante a ese recinto, caminando por el corredor que rodea dicho patio central custodiado por nada menos que la famosa Puerta Mariana, di un paso abajo del pasillo y pisé alguna baldosa de ese precioso patio, al instante una voz enérgica de algún miembro del Estado Mayor Presidencial me espetó: ¡Favor de regresar al corredor, señor! Sorprendido de mi dislate, obedecí al instante.
Bien, sea dicho que tal incidente da cuenta del valor y significado asignado al espacio físico de un recinto como éste, dimensión sagrada para el Estado Mayor Presidencial, intransitable para un ciudadano común como yo. No importa que hoy, ya no prevalezca esa instancia militar de custodia personal al Presidente, sino miembros de la Guardia Nacional que hoy lo custodian, pero que actúan en idénticos términos y continúan las tradiciones palaciegas.
Esta semana transcurrida ha sido portadora de comportamientos y conductas del ciudadano presidente de México, muy similares a las tenidas en su pasado reciente. Sólo que sí hemos visto y escuchado su creciente encono y repudio, a personajes de la vida pública mexicana que no van con su personal visión de las cosas y, en general, del mundo. Ha arremetido incluso contra eximios periódicos de la prensa extranjera, porque han comentado sucesos, acontecimientos y decisiones públicas del gobierno mexicano, que no lo dejan bien parado. Al respecto, no ha dudado en cruzar esa delgada línea roja de la crítica y descalificación, ante lo que asume como una opinión publicada, contraria a su forma de conducir la investidura presidencial, o divergente de lo que asume como sus más altas prioridades, intereses políticos y forma específica de gobierno. A ese frente informativo y de divulgación internacional lo subsume como la doméstica “prensa Fifí”, a la que en cada conferencia mañanera, desprecia.
Lo que sí podemos observar en su conducta cotidiana, sobre todo desde el pódium de Palacio, es una escalada de críticas que convierte, inmediatamente, en prometidas o futuras acciones de mando ya sea de desaparición de instituciones constitucionales como las del INAI o el INE, sobre reformas de letras y normas Constitucionales mismas que no convienen a su interés personal; a lo que considera su proyecto histórico de cambio y/o de grupo en el poder que él encabeza. Continúa ahondando en contenidos de personajes y nombres propios que califica, ya sea como de adversarios, o bien de actores sociales públicos que le son favorables. Y, notoriamente, actúa en intencional y abierta provocación electoral al romper con restricciones que hoy por hoy las normas vigentes imponen.
Su actitud persistente frente a los otros dos Poderes, Legislativo y Judicial, es la de emitir indicaciones de poder personal explícitas sobre sus competencias o en evidente intención de cooptación de sus facultades; lo que significa que en los hechos transgrede los campos diferentes de competencia ministerial; con grave descaro de las bancadas legislativas afines no sólo de ser obsecuentes a sus deseos, sino obedientes y subsirvientes de sus caprichosos mandatos. Por su parte los ministros del TEPJF, con su decisión mayoritaria de refrendar los criterios y sanciones emitidas por el INE, contra potenciales candidatos de su partido Morena, actuaron sorpresivamente con gran decoro y dignidad, no plegándose a la línea que reclamó de supuesta “democracia” el presidente; muchos observadores y analistas lo han calificado como de una verdadera rebelión del Judicial a sus excesivas pretensiones.
En suma, el modelo que asumí de referente en Red de mentiras destaca dramáticamente el sigilo con que debe actuar un agente de campo frente a sus adversarios, o el poder irrestricto que ejerce un ejecutivo de operaciones de inteligencia, desde su central, incluso al riesgo de la vida de su subordinado, ante quien incluso en las condiciones más extremas de amenaza de su vida, no se siente ni tiene que rendirle cuentas, más sí exigirle un total sometimiento. O bien, de la parte colaboracionista –jordana en este caso–, hacerle pasar a dicho agente un castigo extremo de tortura, sólo para demostrarle que también tiene el poder de rescatarlo.
Lo que podemos destacar, en esta fase cuarta, del perfil personal de Andrés Manuel López Obrador es su manera súbita e intensiva de revelar sentimientos y conocimientos internos, que en anteriores circunstancias había guardado más cautelosamente. Notamos una aceleración expresiva de sus más ocultos pensamientos y sentimientos, hasta poco antes de iniciar formalmente el proceso electoral 2021, que notoriamente ha utilizado para traspasar delicadas líneas de contención y restricción constitucional. Es importante notar que este tipo de influencia de “revelar” pertenece al estilo de jalar o atraer, pero que en su lenguaje asertivo inmediatamente convierte en estilo de “empuje”, como lo es imponer incentivos y presiones; es decir, evaluar a la contraparte, la cual es sometida automáticamente a un juicio, bajo confesada amenaza. Trump, expresidente, es prototipo de este comportamiento de “etiquetar”.
Dichos comportamientos acusan un claro sentimiento de apremio y, por tanto, de prisa para actuar o reaccionar. Hasta hace poco se especulaba en la opinión pública sí él se iba a contener durante el curso del proceso electoral, para no intervenir con el peso y mandato de su oficina. Momento que él no esperó al desenvolvimiento de las acciones, sino que de su propia cuenta anticipó y aceleró desde ahora mismo. En pocas palabras, el proceso electoral se instauró ya mismo, aquí se define, aquí y ahora las preferencias se expresan. Para su talante actancial, el INE puede decir misa o ir a ella, yo –elector de electores– defino que aquí mismo se juega la suerte del refrendo a mi cambio de régimen y modalidad de gobierno.
Ante tal invectiva, queda la dirección, el sentido, el estilo de influencia del voto ciudadano a ser emitido. Por ello importa identificar su “perfil personal” de gobernar.