Alejandro Sánchez Zárate
Durante la segunda mitad del siglo XX dos fenómenos se desarrollaron a escala mundial, el crecimiento de las ciudades y el avance de las tecnologías computacionales. Por un lado, se tuvo la transición de los espacios rurales hacia las urbes, donde ya no se tenía la confianza y los lazos sociales estrechos que caracterizaban la vida en el campo; además, la industria y los servicios se convirtieron en las actividades primordiales en las ciudades. Por otro lado, el desarrollo de las tecnologías computacionales permitió que estas pasaran de ser herramientas exclusivas del ejército y de grandes laboratorios de investigación a ser dispositivos de uso cotidiano.
Ante este escenario, las transformaciones de lo digital en las urbes se pueden analizar desde dos perspectivas tomando como punto de quiebre la crisis asociada al covid-19. Por un lado, aquellas tendencias que se venían observando hasta antes de marzo de 2020 y que, sin duda, gracias a la crisis se han reforzado. Y, por el otro lado, aquellas prácticas nuevas que han surgido como adaptación ante las crisis. Estos dos tipos de transformaciones se desarrollan brevemente en este texto.
Antes de comentar sobre estos dos tipos de tendencias, es necesario contextualizar el estado de la primera brecha digital en las ciudades, ésta entendida como el acceso básico a internet en las viviendas. Según el Censo de Población y Vivienda 2020, 53.17% de las personas disponen de internet en su vivienda. Este porcentaje es mucho menor en asentamientos de entre 2,500 y 14,999 habitantes, donde solo 40% de las personas tienen internet, pero en ciudades con 250,000 habitantes o más la brecha digital se reduce, ya que alrededor de 7 de cada 10 personas tienen internet en la vivienda. Aunque la dimensión digital es más compleja que solo tener disponibilidad de internet, sin duda, este en un primer elemento a considerar, sobre todo en asentamientos urbanos pequeños. Esta desigualdad en el acceso a internet debería ser considerada en primera instancia, dado que muchas veces se habla de lo digital como si se tuviera un acceso generalizado y universal, sin embargo, esto está muy lejos de la realidad.
Ahora bien, se tienen las tendencias de lo digital en las ciudades precovid-19. La primera que quisiera enfatizar es la transformación del trabajo en entornos urbanos. Al respecto, se ha observado la irrupción de plataformas de movilidad como Uber o DiDi, tan solo la primera tiene presencia en 57 ciudades mexicanas. La nueva oferta de movilidad para la ciudadanía ha puesto en jaque a estructuras arraigadas de movilidad pública en todas las ciudades ahora que se tiene la posibilidad de pedir un transporte por medio de una aplicación en el celular. Sin embargo, también ha incentivado nuevas formas de precariedad laboral en las personas que enfrentan largas jornadas y reciben pocas o nulas prestaciones por parte de empresas que no asumen responsabilidades laborales hacia su fuerza laboral.
Un segundo fenómeno relacionado con el trabajo y el medio digital es el comercio electrónico. Si bien las compras en línea ya era un sector consolidado previo a la pandemia de covid-19, este rubro se ha incrementado de manera significativa ante las medidas de confinamiento. Según el informe 4.0 de Asociación Mexicana de Ventas Online (AMVO) algunas empresas reportaron un incremento de 300% en sus ventas por este medio. De igual manera, la pandemia ha empujado a las empresas a tener una presencia cada vez mayor en el ciberespacio.
De todo esto, surgen preguntas que se asemejan a lo que ya se ha visto con plataformas digitales como las anteriormente mencionadas. ¿Cuáles serán las consecuencias y la reestructuración en las ciudades en los escenarios postpandémicos? Al respecto, no se visualizan respuestas claras. Aunque, la historia apuntaría a la reconversión de las maneras de comercio en las ciudades, así como a nuevas formas de logística y movilidad de mercancías para las empresas y de consumo para las personas. Sin embargo, esto no estaría exento de las condiciones de desigualdad preexistentes en las ciudades. Para el caso de las compras en línea no solo es necesario contar con acceso a internet, sino también con cuenta bancaria y disponibilidad de tarjetas digitales, lo cual incrementa las barreras para las personas con menores ingresos de la sociedad.
La segunda tendencia de lo digital en las ciudades refiere a las actividades que se han transformado, de un día para otro, debido a las nuevas prácticas de la pandemia. La primera de ellas es la transformación del espacio íntimo por excelencia, el hogar. Este se ha transformado en oficina y escuela compartiendo espacio con tareas de cuidados. En este punto, las herramientas digitales han posibilitado realizar algunos trabajos o la educación desde casa y esto ha implicado la modificación de actividades cotidianas dentro del hogar. Este aspecto es fundamental, ya que antes la ciudad era todo el espacio público: plazas, comercio, trabajo, escuela; y el hogar todo lo privado, lo familiar. Así, gracias a la tecnología estamos viviendo una convergencia nunca vista, la convergencia de lo público de la ciudad y lo privado del hogar mediado por dispositivos digitales.
En este marco, el teletrabajo es un tema de especial interés para el futuro de las ciudades. Este se plantea como una nueva forma de enfrentar el distanciamiento físico en las ciudades ante escenarios postcovid. Al respecto se tienen pros y contras. En cuanto a los pros, se ha pensado que el teletrabajo puede ser una estrategia que ayude a la disminución del tránsito cotidiano de las personas por motivos laborales, esto repercutiría directamente en menores emisiones por vehículos automotores, o bien, en mejorar la calidad de vida de personas al tener más tiempo disponible. Sin embargo, las transformaciones tecnológicas nunca son del todo positivas. Dentro de la temática del teletrabajo hay que considerar la poca legislación existente o, en el mejor de los casos, poco eficientes. Solo hace falta recordar casos de personas contratadas por Amazon, Google o Facebook alrededor del mundo que realizan tareas desde su hogar para entrenar algoritmos de inteligencia artificial, las cuales no tienen contratos establecidos, ni las prestaciones necesarias, personas que nunca saben para quién trabajan y que han experimentado daños psicológicos por dichos trabajos. En cuanto a lo ambiental, sólo habría que matizar el uso de energía necesario para el teletrabajo. Algunos estudios a nivel internacional identifican que dicha práctica no necesariamente reduce los impactos netos ambientales, ya que al realizar este tipo de trabajo también se incurre en gasto de energía en telecomunicaciones, servidores, satélites, etc, lo cual conllevaría a un saldo ambiental no del todo favorable.
Así, el presente digital es el futuro de las ciudades. Ya sea porque el desarrollo de ambas tendencias ha ido y seguirá de la mano, o bien, por la irrupción y cambio en los modos de vida que son necesarios ante las realidades postCovid. Ahora más que nunca es pertinente poner atención a la dimensión digital en las ciudades con los matices que esto puede implicar, pensar en las ventajas del uso de aplicaciones y, en sus repercusiones sociales y ambientales. Es momento de pensar lo digital en las ciudades desde las desigualdades de las que parte y de las que genera y generará.