La reducción del infinito/ La chispa ignorante  - LJA Aguascalientes
24/04/2025

En redes sociales cada semana aparece una nueva injusticia, un nuevo problema al cual nos enfrentamos y en muchas ocasiones abanderamos. Cada semana veo cientos de publicaciones al respecto, a veces la misma presentada por diferentes personas. Cada semana los infográficos explicándonos de forma sencilla el problema que ocurrió. Y cada semana veo la misma reducción del problema en una solución simplista y acusatoria, en una solución punitiva: alguien tiene la culpa, hay que castigarlo, alguien hizo mal, debe pagar.

El tema de esta semana es el agua. Miro las publicaciones que dicen que no es sequía sino saqueo de agua por las empresas refresqueras (sobre todo), cerveceras, mineras y todo tipo de industrias. Claro, las transnacionales son empresas que saquean los recursos de un país, por eso es que la mayoría de ellas no tienen plantas en sus países de origen o si las tienen las tienen equipadas con la regularización exigida por ese país, la cual normalmente es mucho más exigente que la mexicana. Sin embargo, la discusión no se centra en la regularización. Es más, ni siquiera hay discusión, sólo un discurso al que se le da compartir y entre tanta compartida hace eco en todo el país, de ahí que mire a conocidos en Sonora con la misma publicación que los de Michoacán y los de Aguascalientes. Se pierde la posibilidad de discusión y en los pocos casos en que se intenta generar una, en dar otro punto de vista miro cómo hay gente que busca reducir la discusión a seguir una publicación de una solución simplista: deja de consumir refrescos. Así: deja de consumir refrescos. No decía nada de dejar de consumir cerveza, dejar de comprar carros o no comprar cosas que estén hechas con minerales extraídos en México. Sólo la reducción: no consumir refrescos.

Eso sí, refuerzan el argumento diciendo que si dejan de tomar Coca-Cola tendrán mejor salud. Mezclan argumentos diferentes para que el suyo que no es suyo, sino de alguien más, pero que suena plausible y sencillo, sea más convincente. Algo sencillo que tendrá resonancia en nosotros, en lo personal y en el colectivo: ahorraremos agua y tendremos salud. Pum, dos pájaros de un tiro.

El problema no es ese. El problema es la simplificación del argumento. Sí, hay sequía y negarla es negar el cambio climático. El hecho de que casi no haya habido lluvias este año es prueba de ello. ¿O apoco no pensamos en las implicaciones negativas de los argumentos que “damos”? En especial porque el “saqueo” de agua que realizan las transnacionales no es excluyente de la sequía, diría que, al contrario, al haber sequía lo resentimos más porque las empresas no se detienen, continúan sus actividades y el mismo consumo de agua a pesar de que haya menos de esta. Y no se pueden detener porque detenerse es detener la economía, lo cual se transforma en menos empleos, esto a su vez significa familias que se empobrecen y se vuelven más vulnerables.

La reducción del infinito de posibilidades y de efectos en una simplísimo “deja de tomar refresco” (o cualquier otra solución simple) es peligrosa. La facilidad, simpleza y sencillez de la solución ayuda a que la aceptemos y esto implica que el universo se cierre, que no veamos el panorama completo y posible y lo que acarrea la elección. ¿Cuántas personas están empleadas por esa industria? Si simplemente decimos, ni modo, que se chinguen, preferible que se vayan las refresqueras y que tengamos agua es hablar desde un privilegio jodido que nos empaña la empatía.

Esas mismas soluciones son punitivas per se. Se castiga a la empresa con una campaña para evitar su consumo, una campaña que le afecte en las ganancias, porque eso sí le importa. Si esa solución se utiliza para lograr que las refresqueras reaccionen y hagan más de lo exigido por la regulación, también falla. La gente quiere sangre, quiere culpables sobre los cuales dejar caer toda su ira contenida contra las injusticias que han sufrido. Al desencadenar esa campaña habrá gente que no parará y cada vez serán más.

Lo punitivo no funciona. Nunca lo ha hecho. Nunca lo hará. Ejemplos hay muchos, los centros de rehabilitación social que funcionan más como cárcel. O los políticos diciendo que habrá penas más grandes para los violadores, agresores de mujeres o feminicidas. Mayores penas no funcionan. No sirven, porque si lo hicieran habría cada vez menos delitos, pues las condenas aumentan, pero cada vez hay más. Aparte de que no pensamos en las víctimas, tanto directas como indirectas, sólo en el culpable. El foco ilumina al criminal, no a la víctima. No hay ninguna reparación de daño, no hay ninguna atención hacia la víctima. Reducir argumentos es condenar a personas que se cruzaron en el camino de lo simple. Arrollar. Ignorar. Moralizar. No arreglar. No reparar. No atender.

¿Por qué no hablamos mejor de regulación, de planes entre todos los órdenes de gobierno, de acuerdos entre la misma población, de colaboración entre la iniciativa privada y el gobierno? ¿No? ¿Nadie? Claro, porque es más sencillo y menos desgastante pensar en una solución fácil que asomarnos al abismo de las posibilidades y sus implicaciones. Esta semana es el agua, la próxima será la comida, la siguiente las playas. Y así, ad infinitum, porque los problemas son interminables y debemos prepararnos para el siguiente. Son modas, y nosotros buenpedistas. Hay problemas que es preferible sentarnos a pensar, discutir y llegar a consensos. Si no, simplemente quedará en cosa más en la infinita lista de los problemas del mundo que fallamos en resolver.

Reducir la discusión a una solución punitiva es reducir el infinito. Es ignorar el privilegio.



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