Un voto por MORENA es un voto contra México
Catón
Estamos a 13 días de celebrar los comicios más grandes del México moderno. 20,415 cargos de elección popular estarán en juego el primer domingo de junio próximo. Pero más allá de la cantidad de puestos públicos a elegir, ese día se definirá la viabilidad de un par de proyectos de nación que, declaradamente o no, los mexicanos, confrontaremos nuestra visión ciudadana en una realidad política polarizada. Por un lado, la visión oficial del presidente López Obrador, soportada por el partido Morena y sus aliados; y, por el otro lado, la visión no oficial que se ha organizado en torno a la alianza electoral Va por México, y que conjunta el esfuerzo electoral de los otrora partidos nacionales PAN, PRI y PRD, así como un grupo significativo de organismos sociales autónomos.
Desde la formalización del proyecto político de López Obrador con la organización de Morena, en 2014, se impulsó desde esa novel fuerza política la propuesta de impulsar un movimiento político social en torno a la “regeneración nacional”. Cuidadoso y opaco como siempre ha sido, el líder real del morenismo, trabajó con intensidad recorriendo el país, recogiendo y apropiándose de la indignación y enojo ciudadano, social, y, simultáneamente, congregó a políticos de la vieja escuela sin importar su origen partidista, pero sí, su compromiso con un modelo político que favoreciera la reconstrucción (regeneración) de un Ejecutivo fuerte y unipersonal, que fuera capaz de imponer, legítimamente, la “voluntad popular”, más allá de la legalidad y la justicia imperante a finales de la segunda década de este siglo. Su guerra comenzó, formalmente, a partir de esa fundación en el 2014. Desde entonces ha ido acumulando triunfos en sus batallas específicas. Supo identificar los lugares, los momentos oportunos y las acciones necesarias en cada una de ellas, sumando triunfos específicos a su causa y propósito.
El efecto de esta etapa (2014-2018) es por todos conocido a partir del resultado espectacular del 1 de julio de 2018. Más de 30 millones de mexicanos, cansados y hartos de la alta pobreza, corrupción y desigualdad social, le dieron un triunfo a la expectativa de un cambio radical para bien del país, para el bien de sus comunidades, sus familias y personales. Gran triunfo en esa batalla electoral. A partir de ese arrollador momento, con la posibilidad convertida en realidad de poder político, surgió en la mente siempre inquieta de López Obrador, la idea de la Cuarta Transformación, de poder incidir en la historia patria a un nivel superior. Lograr escribir un nuevo apartado en la línea del tiempo nacional a la altura de la Independencia de México, de la Reforma y de la Revolución mexicana. La diferencia entre el proyecto lopezobradorista y los movimientos previos es que no conocemos de registros históricos que expresaran la voluntad personal de los líderes independentistas, reformistas o revolucionarios, manifestando su anhelo y propósito específico de “transformar” al país, país que por cierto estaba en ciernes, en plena construcción.
Iniciar su proyecto “transformador” significó entablar batallas en diversos frentes; el político, que en principio estaba definido, y le otorgó el control del Ejecutivo federal; el legislativo, con esa suma artificial de una mayoría en las cámaras de Diputados y Senadores, que le permitieron forzar cambios en el marco legal del país a modo, sin importar mucho si esos cambios eran constitucionales o no. Había que desmantelar lo previo, bueno o malo, no importaba. Aquí las batallas se ganaban en un principio, en los Plenos camarales, pero al salir de ahí, la Suprema Corte, fuera de la jurisdicción y control del Ejecutivo, le propinó sus primeras derrotas. Prácticamente todas las leyes importantes emanadas de sus mayorías morenistas, están esperando fila para ser resueltas por la Corte. La laboral, la de la energía eléctrica, la de hidrocarburos, la de la reforma al mismo Poder Judicial, y así una larga fila de leyes que tienen como común denominador su desprecio por la Constitución.
Luego, en este batallar de la 4T nos encontramos con otros frentes en los que ha sufrido claras derrotas. En la economía, la cancelación del NAICM le ha costado al país el alejamiento de la inversión extranjera y nacional en estándares que comprometen la viabilidad económica nacional. Sumemos la crisis de las empresas estatales, Pemex y CFE, ambas sumidas en graves situaciones financieras que están arrastrando a México a un hoyo negro. Prácticamente el crecimiento económico depende del arrastre que la economía norteamericana haga de la mexicana. No dependemos de los esfuerzos que el gobierno federal realice, porque a la fecha se ha mostrado extraviado y disléxico económicamente. Se han incorporado más de 10 millones de pobres. La salud y la educación han sufrido lo indecible por causa de la incapacidad del Ejecutivo por plantear estrategias y políticas públicas sólidas y sostenibles. Agreguemos los efectos de la pandemia y los más de 221,500 muertos. La inseguridad creciente que asola a México y se ha acentuado con la llegada de López Obrador a la presidencia. En el conflicto de la Franja de Gaza hay indignación por los 340 muertos por las hostilidades, pero en México, durante ese mismo período murieron violentamente más de 1000 mexicanos. Así las batallas perdidas de López Obrador.
Finalmente, a 2 semanas de las elecciones, 32 candidatos han perdido la vida violentamente, a causa del crimen organizado. López Obrador por su parte carga contra las autoridades electorales, contra la oposición y prepara su discurso de fraude. Es altamente probable que pierda la mayoría legislativa y algunas de las gubernaturas que creía seguras, principalmente a causa de su propio partido. Sus batallas electorales, también las va perdiendo de forma consistente.
En las batallas del presidente y su movimiento frente a la realidad del país sólo suma reveses; así, el resultado de su guerra transformadora está siendo comprometido a sólo 3 años de haber iniciado formalmente. La batalla del 6 de junio es por demás definitoria para el futuro de México.