APRO/Columba Vertiz
Los documentalistas finlandeses Jenni Kivistö y Jussi Rastas se encontraban en Colombia cuando el gobierno de esa nación y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) firmaron a finales del 2016 un acuerdo de paz para poner fin a más de medio siglo de guerra.
Entonces existían expectativas de esperanza en el país sudamericano, las cuales empujaron a ambos realizadores escandinavos a crear un largometraje. En aquel tiempo pensaron que sería una cinta “bella, positiva y tranquila”, pero los sucesos cambiaron el contenido del documental, enfatizan por teléfono desde la capital finesa de Helsinki.
Notaron que crecían la incertidumbre, el miedo y la desconfianza entre los ciudadanos tras la decisión del partido de derecha Centro Democrático de destruir el pacto de paz firmado el 24 de noviembre del 2016.
Empezaron a rodar en 2017, dispuestos a no dejar de lado la polarización que surgió. Filmaron durante año y medio Colombia fue nuestra (Colombia in my Arms, 2020), el cual no estrena aún en los cines por la pandemia, si bien puede verse en las plataformas docs-enlinea.com (del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México DOCSMX), Amazon Prime Video (www.primevideo.com), Apple TV (www.apple.com/es/tv), Vimeo (vimeo.com/es), Google Play (play.google.com/store) y Mowies (www.mowies.com/site).
La cinta ha obtenido varios reconocimientos, como los premios Dragón por Mejor Documental Nórdico 2020 en el 43 Göteborg Film Festival, Suecia, febrero 2020; Búho de Oro por Mejor Película en Largometraje del Balneário Camburiú International Film Festival Brasil, diciembre 2020; el galardón internacional 16 Festival Internacional de Cine de los Derechos Humanos de Sucre, Bolivia, agosto 2020, y la presea de la Federazione Italiana dei Circoli del Cinema en Human Rights Doc, noviembre 2020, entre otros.
Jenni Kivistö (Tampere, 1985) y Jussi Rastas (Jyväskylä, 1980) expresan que no pretenden explicar ni efectuar propaganda de algún grupo o partido político, sino “ofrecer una mirada imparcial desde una propuesta estética y humana”. A decir de ellos, el documental (producido por las naciones nórdicas Finlandia, Dinamarca y Noruega con Francia) “es una reflexión bastante dura sobre la desigualdad y el poder”.
Y la califican de muy actual por los sucesos en la Colombia iracunda del presente.
Adiós a las armas
Kivistö resalta en buen castellano que, tras la firma de la paz, “lo que se empezó a ver no era pacífico, por lo cual quisimos ser objetivos y honestos, y presentar los hechos tal cuales”.
Ella ha vivido y estudiado en Colombia. Ahora cursa su maestría en realización de documentales en la Universidad de Aalto, Finlandia. Y creó el largometraje documental Land Within (Tierra adentro, 2016) sobre los indígenas wayuu, quienes radican en el desierto de La Guajira, en el extremo norte entre Colombia y Venezuela, y no se consideran ciudadanos de ninguno de los dos países.
A su vez, Rastas estudió cinematografía en la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC), en España. Él ha vivido en Colombia, Chile y Perú. Dirigió cortometrajes sobre racismo y discriminación y ha trabajado como realizador audiovisual para la Cruz Roja Internacional en zonas de conflicto y desastre en Ucrania y África.
Colombia fue nuestra ofrece testimonios de algunos guerrilleros de las FARC, por ejemplo:
Ernesto, quien sueña con un país mejor por el cual luchar, pero esta vez sin armas; María Fernanda Cabal, senadora del Centro Democrático, quien señala que el tratado de paz lo crea “un gobierno corrupto y las FARC narcotraficantes”; un aristócrata, descendiente de tres presidentes del siglo XIX, quien por esa razón señala que Colombia fue nuestra, criticando tanto a los guerrilleros como al gobierno de Juan Manuel Santos; y varios campesinos cocaleros y afrodescendientes que podrían salir de la pobreza… sólo si el acuerdo de paz es respetado.
Además, la película de 91 minutos muestra cómo las FARC (surgidas hacia 1964 para establecer “un Estado socialista”) dejan las armas y, en 2017, conforman el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) para participar en las elecciones presidenciales de 2018, comicios que ganó Iván Duque, del Centro Democrático.
En la cinta se resalta que aunque los guerrilleros dijeron adiós a las armas, varios de ellos fueron asesinados.
Al principio del filme, un joven guerrillero (quien no revela su nombre) limpia cuidadosamente su fusil de asalto Galil, incautado en combate al ejército, y narra ante la cámara:
“No ingresamos porque nos gusten los fusiles, nosotros ingresamos por el pueblo colombiano. Yo quiero mucho mi arma. La verdad es que me va a tocar cambiarla por el país. Creo que ahora mis armas van a ser las palabras que salgan de mi voz, mente y corazón. Tratar de convencer al pueblo colombiano de que nosotros podemos organizar una Colombia nueva”.
El también guerrillero Ernesto relata en la cinta:
“La guerra no la empezamos nosotros, la empezó el gobierno desde el momento en el que no da buena educación, en el momento en el que no da salud, en el momento en el que no da una vivienda digna, un buen sueldo… ¡Eso es guerra! …Mercedes Sosa (la cantante fallecida en 2009) dice que la guerra es un monstruo grande que pisa fuerte toda la inocencia de la gente (canción “Sólo le pido a Dios”, de León Gieco)”.
De Pasto a Bogotá
Kivistö y Rastas grabaron inicialmente por más de un mes en un campamento guerrillero en el municipio de Pasto, capital del departamento de Nariño, y luego en la capital del país, Bogotá. El segundo menciona que en ese momento no imaginaron que sería un proceso de trabajo de tres años. La realizadora complementa que siempre pensaron que sería una película polifónica y con más personajes, no sólo se enfocarían en las FARC, “y en el camino fuimos escogiendo a los protagonistas”.
Rastas amplía que era natural incluir a la congresista del partido opositor a los acuerdos de paz, “y el aristócrata fue una sorpresa, no lo conocíamos, nos llevó hasta la conquista española, que es el origen de la desigualdad, de la situación de hoy en día”. Entonces es una voz que, digamos, “le da unos 500 años al documental”.
La legisladora María Fernanda Cabal menciona en el largometraje:
“Tengo amigos asesinados por las FARC y tengo amigos secuestrados. El acuerdo de paz es un concierto para delinquir, detrás hay mucho dinero, yo creo que muchos del gobierno, del ejército y de la policía se beneficiaron, y del Congreso también.”
Enseguida, pasa una escena de televisión donde el ultraconservador Fernando Londoño Hoyos declara que el primer desafío del Centro Democrático “será el de volver trizas ese maldito papel que llaman el acuerdo final con las FARC”.
Por su parte, el aristócrata, cigarro en mano y frente a la chimenea de su gran hacienda, pronuncia para los cineastas:
“Creo que no hay salvación. Colombia está condenada. A la larga, incluso las FARC van a terminar en el capitalismo. El capitalismo es el peor monstruo. Creo que en eso Colombia está igual de mal que el resto de las sociedades occidentales. Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos.”
Y emulando al compositor mexicano José Alfredo Jiménez: “¡La vida no vale nada!, ¡la vida no vale nada!”.